La pregunta en la columna de la semana pasada era alrededor del paso del activismo a la política electoral. Activismo, principalmente, en Twitter. Esa es una reflexión para analizar la política de “arriba” hacia “abajo” (top down en la literatura académica en inglés), es decir cómo los líderes influencian a las mayorías, a la base. Por supuesto, la otra dirección en la pregunta es igual de importante e interesante: ¿cómo la base de los votantes influencia el comportamiento de los líderes? Para ilustrar el campo de la pregunta, una anécdota simple: alguna vez escuché de alguien cercano a Henrique Capriles que, usualmente, antes de un evento en algún lugar, le entregaban una encuesta reciente sobre las preocupaciones y necesidades de las personas del lugar. Con base en esa información, acomodaba su discurso. Me impresionó esa historia, yo había conocido varios líderes políticos que, casi siempre, se aproximaban a la sociedad con un discurso bien definido y, poco o nada, usaban las encuestas para decidir en qué hacer énfasis. Entre otras, ¡porque las encuestas son carísimas! En todo caso, si así fuera, imagínense, nunca habrían hablado de educación o cultura o anti-corrupción o clientelismo, no han sido esos asuntos prioritarios históricamente. Capriles, lleno de plata y asesores y -seguro- de buenas intenciones, jamás iba a ganarle a Chávez en ese terreno. A Maduro sí le podía ganar, pero si eso pasaba, Maduro terminaba ganando de cualquier forma. Otra historia.
Una forma entonces de empezar a pensar la pregunta inversa, la de “abajo” hacia “arriba”, es: ¿qué tan importante es para un líder la opinión -por ejemplo, los tuits- de sus seguidores? Y, la verdad, es muy difícil estudiar esa pregunta con rigor. Ha sido un agujero negro, que están de moda, de la ciencia política moda definir la estructura de incentivos que organiza el proceso de toma de decisiones de los líderes. El modelo usual de la economía, el Homo Economicus, es muy limitado para pensar sobre esta pregunta. Hay, además, muchas variables a revisar. Empezando con algo básico: ¿recibe el líder las notificaciones de lo que sus seguidores opinan? Conozco los dos extremos de comportamiento posible: líderes que miran cada segundo del día Twitter y revisan cada cosa que les dicen y otros que nunca ven nada. En el medio, los tibios, no mentiras, en el medio los grises, miran algunas cosas, otras no. Por supuesto, exagerando el argumento, si uno nunca ve nada de nadie no puede ser influenciado por nadie y si todo el tiempo ve todo lo que le dicen, parece razonable suponer que busca pistas para tomar decisiones.
Hay otro punto importante en esta exploración. ¿Cómo hacer para saber que la opinión de un individuo en Twitter representa la opinión de una persona? Al fin y al cabo, la sabiduría popular resalta una y otra vez que las redes sociales tienen espacios ocupados por hordas de troles que siguen un proceso automatizado (que, claro, una persona codifica). Pensaba en estas preguntas viendo comentarios en Twitter en reacción a la victoria de Claudia López en la encuesta verde. Observé, con sorpresa, que algunos tuiteros observaban, con sorpresa, que López le sacó a Navarro una diferencia amplísima, aunque perdiera en todas las encuestas de Twitter. También parecían impactados, algunos hasta sugerían manipulación del uribismo o de algo así, de haber descubierto que hechos políticos de la última semana que no son bien recibidos en Twitter, le hayan dado un empujón. Ahora, cabe la misma pregunta: esos tuiteros que yo vi, ¿son realmente varias personas o es solo un conjunto de opinadores-programadores que desde alguna bodega mueven esos comportamientos? Difícil saberlo. Si son personas y son muchas, queda solo en evidencia que todavía hace mucha falta educación política en Twitter para entender elementos básicos de la política electoral o que el fanatismo enceguece o ambas. Casualmente, El País de España sacó un interesante artículo sobre el tema esta semana.
Observé, con sorpresa, que algunos tuiteros observaban, con sorpresa,
que López le sacó a Navarro una diferencia amplísima,
aunque perdiera en todas las encuestas de Twitter
Más allá de los pobres análisis políticos de algunos tuiteros, encontré una variante de ataque bastante viral de algunas cuentas que parecían troles petristas. Uno de estos guerreros del teclado informaba a la opinión pública que lo sigue: Claudia López no es una “alternativa”. Ah, el santo grial de estos tiempos, los ¡alternativos! Y aquí tuvimos pues a un ciudadano, una ciudadana, o director de una bodega sentenciando desde el sofá, y en todo su derecho, que una mujer, lesbiana, de clase media, hija de una profesora y un pequeño empresario, que se ha enfrentado a las mafias políticas con sus ideas, que se ha metido a participar en política y empezó con su trabajo como el único capital, con inmensas votaciones sin comprar ni un solo voto, que -de lejos- es la política con mayor crecimiento en la última década a punta de presentar planteamientos, que no le debe nada a nadie, todo eso y más, sentencia este trol, no es suficiente para calificar al selecto grupo de los “alternativos”. Qué bobada, realmente. Si Claudia López no es “alternativa” entonces esa categoría es irrelevante para el análisis político.
Y, por supuesto, la irrelevancia para el análisis político no implica irrelevancia para la política electoral, que son dos cosas distintas. El sector fanático del petrismo tiene buenas razones para intentar atacar a Claudia López, al fin y al cabo, ella no recibe órdenes de nadie. No le conviene a ningún caudillo ese carácter. Prefiere ese sector, irse al abismo con una candidatura irrelevante antes que una alcaldesa independiente. Viene entonces una pregunta natural: ¿y hace Petro parte del sector fanático del petrismo? No lo sabemos, parecería que no porque dice que a él solo le importa unos puntos programáticos y que haya consultas, entre ¡alternativos! claro está, pero quien sabe pues, decía antes que no tenemos como saber a qué troles sigue Petro, a cuáles les para bolas, o si alguna relación tiene con lo de la “bodega”.
Claudia López recibió más ataques. Lo del periodista de RCN no es un ataque realmente, es -como ella mismo dijo- una prueba tremenda de ignorancia. Basta con gastar unos minutos revisando el Twitter de Claudia López para ver que es antichavista hace años, inclusive, ¡oh sorpresa!, ha expresado solidaridad con el ala más radical de la oposición venezolana que lidera María Corina Machado, íntima amiga de Álvaro Uribe. Análisis flojos y ese de que Claudia López es de izquierda. Detestar a Álvaro Uribe y ser de izquierda, no es lo mismo. Sigamos: que es gritona, curioso ataque. Tuve la oportunidad de estar en decenas de reuniones en los últimos años con ella, algunas muy tensas, y jamás la oí gritar nada. Firme, clara, quizás terca en ocasiones, pero nunca la oí gritar. Sucede que en los atriles del Congreso se alza la voz, a veces, al calor de un debate, y lo que en otros casos llamarían conmovedor vibrato, en ella son gritos, ya saben ustedes por qué.
Sólida candidatura la de Claudia López. Lo digo con total certeza y algo de experiencia, muy pocos políticos trabajan y estudian más que ella. Cuenta, además, con un gran olfato. Puede que esa sea muy mayor debilidad, quizás, que se confíe demasiado en ese talento intuitivo. Anunció después de ganar que iría por la convergencia de los ¡alternativos!, obvio, ese es el santo grial para todas y para todos. Y ahí estará su mayor reto, definir bien esa categoría. Resulta, por ejemplo, que uno podría decir, el Partido Liberal es “alternativo” a nivel nacional, pero “no alternativo” a nivel local. Si define “alternativo” como insultar a Peñalosa, de floja alcaldía, y sugiere reversar lo que sea que haga, armará una coalición amplia -con las credenciales suficientes para recibir el carné de alternativa de los troles petristas- pero con inmensas dificultades si surge una candidatura que apele a la esperanza, a buscar lo mejor de los bogotanos y que, lo de Mockus, prometa construir sobre la construido. Al fin y al cabo, el votante promedio no está siguiendo ningún trol porque no siquiera está en Twitter y lo que le importa es que la ciudad avance, no que se resuelva una pelea entre políticos. Quien mejor sabe eso es… Claudia López, claro está, ella fue la fórmula vicepresidencial que ganó, contra todo pronóstico en Twitter, las elecciones en Bogotá hace solo unos meses. En su pasado inmediato está la fórmula para victoria, de ella o del que la quiera, y pueda, aplicar.
@afajardoa
Publicada originalmente el 14 de abril de 2019