Más allá de la medicina y de la producción de alimentos, los tres ejes fundamentales sobre los cuales podremos superar la crisis planetaria actual son la moral, el dinero y las nuevas tecnologías.
Sin lugar a dudas, el miedo, la incertidumbre económica y la quietud del confinamiento han hecho brotar un estado anímico excepcional que nos ha predispuesto a repensarnos, a evaluar con sinceridad autocrítica los referentes que han orientado nuestras vidas, y en las redes sociales estamos viendo con claridad cómo vamos llegando, por distintos caminos y a través de las más diversas consideraciones, a la conclusión de que es imprescindible que seamos más solidarios, más austeros, más disciplinados, más pacientes.
En medio de la pandemia hemos sentido despertar el sentido moral con la fuerza desesperada del instinto de conservación. Sabemos que la batalla se gana y pierde en la medida de que seamos capaces de modificar conductas que hemos venido arraigando con tanta obstinación como si se tratara de verdaderas adicciones culturales.
De un momento a otro todos comenzamos a aceptar que la moral es instrumento indispensable de la vida y que sin ella no seríamos capaces de superar la emergencia que nos sobrecoge.
No está de más, como paréntesis, hacernos caer en la cuenta sobre la alergia virulenta que fueron inoculándonos en los últimos tiempos, desde distintos centros de poder, hacia toda consideración moral. Pareciera increíble, pero hasta hace tan solo dos semanas, caían toda suerte de improperios sobre quienes se atrevieran traer la perspectiva moral a cualquiera discusión, aún a las discusiones que atañen a la ética social.
_______________________________________________________________________________
Esta crisis nos ha obligado a acelerar la adopción de nuevas tecnologías en algo tan determinante como la cotidianidad
_______________________________________________________________________________
Ni qué hablar de las nuevas tecnologías. Aunque los dos últimos decenios hemos asistido a sus disrupciones exponenciales en prácticamente todas las áreas de la vida, esta crisis nos ha obligado a acelerar su adopción en algo tan determinante como la cotidianidad.
El papel desempeñado por las Tics, la Big Data y la telemedicina ha sido estratégico en la lucha contra la pandemia, o la masificación súbita, por ejemplo, de la educación online y del teletrabajo como recursos urgidos por la sostenibilidad social, han multiplicado el debate y la conciencia colectivos sobre la necesidad de plantearnos la incorporación de las nuevas tecnologías a la cultura de la manera más moral y ordenada posibles.
Aunque vienen multiplicándose las reflexiones sobre su impacto en la sociedad, lo cierto es que la aproximación básica con que hemos venido experimentándola, ha sido al ritmo de los movimientos de los mercados dados por los intereses comerciales de las empresas dedicadas a los negocios del sector.
Ha llegado, entonces, el momento de que conocimientos tan importantes como la filosofía o la sociología de las nuevas tecnologías entren con fuerza al plano de la discusión pública a fin de que todos podamos ir adquiriendo las destrezas morales, más allá de las técnicas, que nos amplíen los horizontes de libertad y bienestar, sin sucumbir, incautos, al riesgo enorme de terminar siendo esclavos de las máquinas o, peor aún, de los dueños de las máquinas.
Hay que democratizar la discusión profunda sobre las nuevas tecnologías.
Y el dinero.
Tal vez, después del aire que respiramos, el dinero es el bien con que los seres humanos de hoy tenemos más relación. Me atrevo a decir que más que con el agua en tanto antes de acceder a ella hemos tenido que acceder a con qué pagarla.
_______________________________________________________________________________
Después del aire que respiramos, el dinero es el bien con que los seres humanos de hoy tenemos más relación
________________________________________________________________________________
Resulta sorprendente que, pese a la relación constante que sostenemos con el dinero, sea tan poco lo que conocemos sobre él. Si, perece increíble pero desconocemos sus significados, su historia, sus alternativas, sus nuevas posibilidades. Al punto que en las propias facultades de economía existe un déficit de reflexión sobre su naturaleza y sobre las infinitas realidades que de él se derivan.
Cuando me refiero al dinero como uno de los tres ejes sobre los cuales soportaremos nuestra victoria, me refiero a que desde ya estamos obligados a innovar estratégicamente sobre su concepción, sobre su función social y, sobre todo, sobre las formas y los criterios como lo hemos producido hasta ahora.
Para mencionar un ejemplo, los bancos centrales no podrán seguir limitando sus políticas monetarias al papel del equilibrista que intenta mantener el dinero entre la escasez y la disponibilidad suficiente para que la economía transcurra sobre el filo esquivo que separa a la inflación de la deflación.
No podemos seguir pensando que el dinero se limita a constituir un bien de intercambio, de patrón de valor y de depósito de valor, como hemos venido definiéndolo hasta ahora. Sus connotaciones se han multiplicado y, con ellas, sus funciones y, si se quiere, sus misionalidades.
Las crisis de verdad, como esta que afrontamos, lo cambian todo, comenzando por lo más importante, y cómo no habría de transformar algo tan esencial y omnipresente en nuestra civilización como el dinero.
El tema del dinero es muy complejo y para la gran mayoría su ADN es algo misterioso, críptico, sin embargo es clave reconciliarlo con las búsquedas morales a que estamos compelidos, y no hay otra forma de hacerlo que abriendo su naturaleza y su destino a la más amplia discusión social, para lo cual debemos, entre otras cosas, emprender la democratización sobre su reflexión.
Pienso que una buena forma de convertir en algo útil socialmente mi cuarentena es exponiendo al conocimiento público algunas explicaciones sobre lo que, hasta hoy, forma parte de los misterios del dinero.
Mi próximo artículo será sobre qué es el dinero.
¡Que Dios nos bendiga a todos!