Cuando se le fue al descanso eterno Carlos Holmes Trujillo, el viejito innombrable empezó a desvariar. Las cosas ya venían mal y de un momento a otro empeoraron: sin Trump y su títere aquí metiendo las patas hasta el fondo, y las verdades (sus oscuras verdades) saliendo a borbotones a la luz pública y el pueblo despertando… ah, y cantándole de paso el famoso estribillo aquel que comienza con “Uribe paraco, etcétera”. A propósito, me cuentan fuentes fidedignas que ese coro angelical suena en su sesera como un millón de grillos electrizantes y perturbadores. Y bueno, ya ustedes saben, después volvieron las marchas, las protestas, el paro nacional… Y cómo no, los comportamientos salvajemente sangrientos de la policía y más revelaciones alrededor del expresidente y de su séquito adulador y adorador al que nunca le faltan las rodilleras.
Por otra parte, también me cuentan fuentes creíbles que el otrora patriarca de hierro y plomo está hecho un mar de nervios. Ya no sabe qué hacer o intentar hacer o deshacer, mientras en las cortes internacionales de justicia ya dizque se baraja su nombre. Además la vida, obra y milagros del innombrable son vox populi en la comunidad internacional. Que no intente ya tapar el sol con un dedo. Señor Uribe, despierte: hoy no es ayer, y mañana no será como hoy. Todo lo anterior sin mencionar que nadie sabe a ciencia cierta en qué terminará el abominable escándalo de los mercenarios en Haití. Me atrevo a suponer que todas estas malas noticias podrían degenerar en un soponcio del expresidente: un galón de valeriana para el viejito, ¡por favor!
Para completar sus descaches, ahora nos sale con tres chistes malos. Realmente solo quedan en la baraja dos, o uno y medio, porque esos chascarrillos se fueron desinflando y no generaron risa sino compasión y lágrimas. Patadas de ahogado que llaman: primero que un tal Tomasito, después que la trumpista y tremebunda María Fernanda Cabal quien es más uribista que Uribe y más papista que el papa. Si bien se le nota a leguas que no simpatiza con las ideas del papa Francisco que es un hombre de Dios, progresista y luminoso. Como tampoco simpatiza con Monseñor Darío Monsalve, a quien el obispo de Roma defiende y sostiene en la afligida y valiente y patriótica ciudad de Cali.
Pero ahora el señor Uribe nos sale con el peor de los chistes: Óscar Iván Zuluaga. Definitivamente el innombrable anda jugando como a la cachiporra, al tute, a la tabla ouija, a la gallina ciega, al tin marín de do pingüé cucara macara títere fue, al foforofó. Como decimos en Antioquia: ¿quién se peyó? Eso lo debe responder el innombrable, amén.