Todos los días escuchamos en noticieros, columnas, blogs, discursos políticos, entre otros, algo sobre los Tratados de Libre Comercio, o TLC. Sin embargo, más allá de la definición específica que alguna vez hemos escuchado, lo interesante en este tema son las posibles consecuencias --buenas y malas-- que puedan derivar del acuerdo. Como cualquier elemento al ser evaluado, debemos tener en cuenta un análisis integral, que incluye la preparación del país, la inversión, la formación, organización, capacidad productiva, etc.
Las variables antes mencionadas son consecuencia directa del esfuerzo conjunto de tres actores económicos en cualquier país: el Gobierno, las empresas y las familias. Para evaluar las consecuencias, debemos hacer una línea imaginaria de tiempo en el corto, mediano y largo plazo:
Tenemos dos panoramas diferentes. Y ahí surge una pregunta clave: ¿Los TLC es bueno o es malo?
La respuesta es: depende. Es malo para la competitividad de un país con producción obsoleta, casi ninguna inversión en investigación y desarrollo; es malo para las empresas que tuvieron monopolios en una economía cerrada al comercio internacional, veinte años más de lo necesario (1991); es malo para los empleos que no requieren ninguna capacitación; es malo para aquellos que actualmente ganan dinero con el actual desarrollo incipiente del país; es malo si la población no toma consciencia que las repercusiones de seguir eligiendo malos congresistas, que no poseen conocimientos en Comercio Internacional y son quienes determinan la preparación para el Comercio Internacional.
Pero ¿Para quién es bueno un TLC? Es bueno para las empresas que buscan nuevas oportunidades en el exterior, que quieren llegar a un mercado internacional, diversificarse y no depender de los consumidores locales o simplemente encontrar un mercado que pueda pagar mejor sus productos; es bueno para obtener inversión extranjera que cree nuevas empresas, las cuales pueden generar empleo adicional al país, generando inversión en bienes de capital; es una oportunidad para absorber la tecnología producida en el exterior con inversión y desarrollo foráneos, --esto significa acortar la brecha entre los mejores productores industriales y nosotros--; es bueno para la redistribución y creación de la riqueza en el país, pues la creación de empresas sostenibles en el tiempo es la mejor forma de asegurar un empleo de calidad con estabilidad.
La única forma de saber si el TLC con determinado país es beneficioso o es perjudicial, es revisando qué tanto hemos planificado como país para adaptarnos a la competencia internacional. Finalmente, un TLC va por buen camino o por mal camino dependiendo del tipo de las importaciones que realice el país, es decir, si tenemos una balanza comercial deficitaria (mayor cantidad de importaciones que exportaciones). No debemos caer en las antiguas creencias mercantilistas donde se busca directamente restringir las importaciones y potenciar las exportaciones; en una economía abierta se busca motivar las importaciones de bienes de capital (maquinaria para generar productos de alto valor agregado) para competir con la producción externa, generar excedentes y comerciar con países menos organizados y competitivos.
En el próximo artículo se profundizará sobre las prácticas correctas para planificar un Tratado de Libre Comercio.
Por otro lado, se requieren políticas que permitan retener estos bienes de capital durante su vida útil, asegurando su utilización para explotación aunque la empresa se retire. Esto no se logrará mientras tengamos políticos que piensan que la economía colombiana debe estar cerrada al Comercio Exterior, como por ejemplo, Jorge Enrique Robledo, con posiciones radicales que impiden un debate que genere consciencia del problema que significa para el país no estar buscando ser cada vez más competitivo aprovechando ventajas absolutas.
Les pondré en contexto un ejemplo muy explicito:
El café colombiano es reconocido internacionalmente por ser de una excelente calidad. Este insumo, con el tiempo ha desarrollado, un valor agregado altísimo, que significa posibilidades de conseguir mejor retribución por el producto en el exterior. El café colombiano tipo exportación nunca toca un anaquel de un distribuidor a cliente final en Colombia y esto se debe netamente a la rentabilidad; ¿Su empresa seguirá haciendo productos soñando llegar al Éxito con condiciones leoninas? O su empresa está dispuesta a mirar hacia el mundo y decir, ¡Aquí estamos!
Actúe de manera local y siempre piense de manera global.