Donald Trump presenta a Joe Biden como la peligrosa encarnación de la extrema izquierda y dice que si gana la presidencia convertirá a Estados Unidos en otra Venezuela. Añade que las protestas raciales son terrorismo interno. Se duele de que en esas manos haya terminado el Partido Demócrata donde hay tanta gente decente que debería votar por él. Y lo hace sin ruborizarse con la misma cara de palo conque un día sí y otro también junta un hecho fortuito con una mentira para crear una verdad electoral.
Boris Johnson, hoy primer ministro del Reino Unido, montó su campaña contra el brexit sobre el argumento de que el costo de permanecer en la Unión Europea era prohibitivo para los británicos y las ventajas económicas de salirse eran inmensas lo cual era una gran falsedad, como se demostró cuando se publicaron las cifras oficiales. Fue su verdad electoral.
Álvaro Uribe recorrió el país diciendo que en el acuerdo de paz de La Habana había una ideología de género orientada a destruir los valores tradicionales de la familia, aunque el asunto no se mencionaba en el voluminoso expediente, y que el acuerdo significaba la entrega del país al castrochavismo, aunque ambos personajes ya estaban muertos y la negociación corrió por cuenta de un gobierno que cualquier estándar internacional clasificaría como de centro. Fue su verdad electoral
Gustavo Petro dice que el Estado colombiano es producto de una alianza mafiosa entre políticos y empresarios para repartirse el poder y el dinero, de la cual todos menos él, hacen parte, lo cual explica la pobreza. Es su base ideológica para proponer un capitalismo humano, con otros políticos y otros empresarios que nadie conoce, aunque su modelo ideológico es en realidad el intervencionismo a ultranza del Estado que ha fracasado en todas partes. Es su verdad electoral.
Nicolás Maduro dice que lo que sucede en Venezuela es producto del aislamiento internacional dirigido por Estados Unidos, que es el mismo argumento que ha esgrimido Cuba desde hace medio siglo, para explicar que la ruina institucional y económica de su país otrora próspero, no se debe a la torpeza de su gestión. Es su verdad electoral.
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Casi sin excepción esos grandes manipuladores de la opinión pública, los titiriteros de la política, triunfan en todas partes
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Son verdades electorales que en realidad son mentiras basadas en la idea de que el rédito electoral será enorme si se construyen amenazas imaginarias sobre los temores de la gente. Y casi sin excepción esos grandes manipuladores de la opinión pública, los titiriteros de la política, triunfan en todas partes. Triunfos que se les atribuyen a que conocen como nadie los sentimientos de las masas, lo cual es una gran cualidad, pero que sobre ellos montan mentiras, lo cual es un gran defecto. Es el ejercicio de la política como manipulación que se da de tal manera, en tantos lugares y con tanto éxito, que parecería que es así como debe ejercerse la política en el mundo moderno.
El asunto no es nuevo. Cada gobernante o cada político en ascenso y más si tiende al autoritarismo, crea sus verdades, aunque sean contraevidentes. Solo que con motivo del auge de las redes sociales que de hecho han desplazado a los medios de comunicación tradicionales el asunto se ha salido de control. Antes, al menos los titiriteros tenían un cierto sentido de legitimidad al ser adoptadas sus ideas por periódicos o cadenas de radio y televisión con cierta respetabilidad y un código más o menos razonable de contrastar la información política. Hoy cada político dice lo que se le antoja en sus propias redes sociales y sus declaraciones son reproducidas por todos los medios de comunicación, que tiene un menor alcance, como si fueran las verdades de un debate político real, cuando son en realidad juegos mutuos y encarnizados de manipulación. Y a nadie le importa, aunque al final su voto sea producto de esa manipulación.
La historia de que todo tiempo pasado fue mejor no tiene mucho sustento. Antes las decisiones políticas se tomaban a puerta cerrada por grupos privilegiados. Lo que ha cambiado es que a esos grupos les es necesario ahora validar sus propuestas ante un electorado masivo cuyo promedio es poco educado, poco informado, lleno de perjuicios y temores, resistente al cambio. A cualquiera con dos dedos de frente se le ocurre que a nadie se le va a convencer con un estudio de Fedesarrollo sobre el mejoramiento de los niveles de vida a pesar de la concentración del ingreso, sino con una diatriba contra el establecimiento político y económico que mantiene a tanta gente en la pobreza. O desde la otra orilla, con la inevitable llegada del comunismo, muerto de inanición hace decenios.
Y así estamos. En manos de la más grosera manipulación por parte de los políticos exitosos. Una peste para la que no existe vacuna distinta al sentido común, que nace de los mismos temores y resistencias a los cambios que alimentan la manipulación. Al final, como se decía antes de que existiera la globalización, las autopistas de información, la cibernética y el Twitter, la gente no es tonta.