Como en una jugada propia de los maestros mundiales del ajedrez en cabeza de Gary Kasparov o Bobby Fischer, la politiquería y el clientelismo empiezan a tomarse una de las empresas más icónicas y emblemáticas del Eje Cafetero como lo es Comfamiliar Risaralda. Con unos ingresos que sumaron en el año inmediatamente anterior la friolera de 368.936 millones de pesos y una planta de personal de 2600 empleados aproximadamente, es un bocatto di cardenale para las mafias de la contratación y el saqueo de los recursos públicos y privados en esta parte del país.
Es así que violando flagrantemente el principio de representación de los trabajadores que por ley tienen derecho a estar en las juntas directivas de estas entidades, el ministro del trabajo Ángel Custodio Cabrera nombró como consejero-trabajador de los mismos ante dicha junta al señor Richard Restrepo, dueño de la funeraria Renacer que tiene sedes en las principales capitales del país y que funge como reconocido militante del partido de la U y cercano a Dilian Francisca Toro, varonesa electoral del Valle del Cauca.
En esa misma lógica y para que no queden dudas de la intromisión abusiva de la politiquería y la falta de imparcialidad que se requiere en este tipo de nombramientos, llego a la junta directiva Israel Londoño Londoño, ex alcalde de Pereira y actual secretario de gobierno departamental, político profesional y con aspiraciones en las próximas elecciones a ser el Gobernador del departamento de Risaralda, de las entrañas de Dilian Francisca Toro en ese departamento y ahijado político de Cesar Castillo Ramírez, jefe único del partido de la U en Risaralda.
Pero la toma a Comfamiliar no quedaría completa si en otra jugada propia de los maestros del ajedrez mundial, el director ejecutivo Maurier Valencia debería salir de su cargo, y para este cometido se aliaron con los otros miembros de la junta directiva como la Cámara de Comercio y los representantes de los trabajadores, en cabeza de Alberto Pulgarín y Pedro Vargas para darle un golpe de mano, como se dice en la jerga militar, y colocar en su reemplazo a Luis Fernando Acosta, consejero y actual director de dicha caja de compensación. Este entraría por la puerta grande con un salario de $50.000.000 millones de pesos y blindado con un contrato de trabajo a 5 años.
Sin embargo, dicho nombramiento venía con una manzana envenenada. Acosta debería nombrar como subdirector de la caja a John Diego Molina, burócrata irredento cercano al clan de Dilian Francisca, sin ningún conocimiento de la caja de compensación y mucho menos de sus manejos en materia administrativa y presupuestal. Este cargo debería ser ocupado por una persona con altos estándares académicos en materia técnica y administrativa.
Nombrado el nuevo director, se debía dar la apariencia de transparencia y diligencia que en estos casos se requiere. Maurier Valencia debería presentar su renuncia irrevocable, y ¡oh sorpresa!, este se iría de la entidad, pero a medias, ya que se le otorgo un contrato por $18.000.000 millones de pesos mensuales disque para hacerle seguimiento a los procesos curriculares y administrativos que tiene la nueva universidad que regenta la caja de compensación.
No obstante, este ofrecimiento era la zanahoria, el garrote sería que, si no presentaba la renuncia irrevocable, la junta abriría la caja de pandora de las irregularidades que supuestamente tenía la revisoría fiscal por cientos de millones de pesos en cabeza de Valencia, y que originaría un movimiento telúrico de proporciones impredecibles.
Con estas maniobras espureas poco a poco se irán tomando por asalto todos los cargos de dirección y manejo de la entidad. Ya se comenta con preocupación en los pasillos de la misma, que habrá una masacre laboral de los empleados de planta que llevan años en sus cargos, con experiencia y conocimientos de los mismos, por cuotas políticas y favores de todo tipo que los mercaderes y filibusteros de la política muy bien saben hacer.
Triste y deprimente por decir lo menos que en unos pocos años la otrora pujante y admirable Caja de Compensación de Risaralda quede convertida en la “caja menor” de la decadente clase política, porque en nuestro país ya ha hecho carrera desde hace tiempo el adagio popular que dice “donde entra la política, esta todo lo pudre”.
