El amor de Federico Gutiérrez a sus hijos raya en la locura. Él, estudiante revoltoso del gimnasio los Alcázares, nunca se tatuó nada en su piel, hasta que, a los 44 años, terminando la alcaldía de Medellín, sus hijos Emiliano y Pedro, le pidieron que sus nombres aparecieran en su piel. Era una forma de exorcizar una cercanía con la muerte que no ha parado de atormentarlo. Por esa época, finales del 2019, la tristeza fue un pájaro sin plumas que se lo posó en su ventana. Don Hernán, su papá, un hombre de Armenia que se pagó él mismo, trabajando en una finca los fines de semana, su carrera de ingeniería civil, moría a los 69 años y a su mamá, levemente más joven, Amparo Zuluaga, también se la llevó esa enfermedad. Sin embargo, estos no fueron los golpes más duros que recibiría en su vida Federico Gutiérrez.
El año 2016 fue de contrastes para Fico. Primero la alegría inmensa de haber sido alcalde de Medellín a los 42 años, luego la pérdida de un hijo que esperaba con su esposa Margarita. Era una niña, la única que la pareja iba a tener, ya le tenían nombre y todo, la bautizarían con el de Juanita. Sin embargo empezaron las complicaciones. Al principio no se alarmaron tanto porque cuando nació el primero de los hijos Emiliano, lo hizo después de dolores indecibles que Margarita supo afrontar con entereza. Sólo fue un susto. Pero con Juanita se repitieron los dolores y, al final, todo desembocó en un aborto espontáneo.
Pero lo de su sobrino fue de las peores cosas que tuvo que pasar en su vida. Eso y el episodio en el que estuvo a punto de morir.
En el 2008 todo brillaba para su hermana, Juliana Gutiérrez. Estaba casada con Andrés Alvear, un comerciante que tenía almacenes de accesorios en toda la ciudad y pensaba hacer una franquicia. Para colofón de esa felicidad nació Jerónimo, el 9 de abril de 2008. Sin embargo este sería el comienzo de uno de los momentos más tristes de la familia Gutiérrez.
El pequeño fue diagnosticado con cáncer de próstata cuando tenía 2 años. Unos cólicos alertaron a la familia y lo llevaron a la clínica donde detectaron el problema. Federico, que en ese momento acababa de ser reelegido como concejal de Medellín, se aferró con su familia a la madre Laura.
La agonía del niño fue terrible, duró 10 meses. Primero vino una cirugía, luego la radioterapia. Jerónimo se aferraba a la vida y Federico estuvo todo el tiempo pendiente de lo que sucedía a pesar de lo apretado de su agenda. Después de 4 meses de estar Jero recibiendo quimios, le empezaron el esquema de radioterapias. 20 sesiones que debían ser seguidas. Todas bajo anestesia general.
Antes de cada radio, Jero debía cambiarse la ropa que llevaba puesta por una bata del hospital y luego se amarraba su cobijita naranjada en el cuello, que le quedaba como una capa y salía corriendo por todo el corredor gritando "¡Super Jero!" Así fue como se hizo famoso en el hospital, todo el mundo tenía que ver con él.
El 25 de enero del 2012, Jerónimo murió rodeado de todos los que tanto lo querían. Las huellas, 10 años después, aún perviven y uno de los consuelos que encontró la familia fue la fe en la hermana Laura y un libro. Además Juliana volvió a ser mamá.
Pero la muerte no solo ha rodeado a los suyos sino a él mismo, y la ha tenido bien cerca. A los quince años mientras era uno de los pelados más avispados y cansones del gimnasio Los Alcázarez de Medellín, un colegio con la disciplina del Opus Dei, empezó a sufrir unos dolores en la parte baja del vientre. Con toda la energía que tenía no se doblegó. Creía que era un cólico más. Pero no, se trataba de una apendicits aguda que se le complicó e hizo una peritonitis que casi se lo lleva. Los papás incluso llamaron a un sacerdote para que le pusieron los Santos óleos. Lo salvaron los médicos de la San Pedro Claver. A ellos le debe la alegría con la que asume la vida no solo en familia con Margarita y sus dos hijos los tropiezos de la actividad pública asi como sus logros, como salido con más del 70% de favorabilidad y ahora la posibilidad cierta de pasar a la segunda vuelta electoral y llegar a la Casa de Nariño. Todo, antes de cumplir cincuentaaños.