La traición de los socialistas al pueblo venezolano opera en dos fases. Primero, hacen un diagnóstico más o menos correcto de lo que ocurre allí. Conversan acerca de los crímenes sin nombre de Maduro y de la voluntad de la mayoría del pueblo venezolano de derribar a ese bárbaro. Enseguida, cuando llega el momento de evocar los medios para abatir esa dictadura, los socialistas muestran el cobre. Proponen diálogos, reuniones, mediaciones. Su solución es pedirle al dictador que se vaya. El dictamen va por un lado y la solución va por otro. Estiman que un cáncer se debe tratar con aspirinas. Ese divorcio entre el diagnóstico y el remedio exhibe al socialista, aunque este se oculte bajo otros ropajes.
Así es como los socialistas ocultan su complicidad con el narco-socialismo. Si se los presiona un poco son capaces de imprecar contra el dictador pero enseguida devienen intransigentes ante toda política que pueda acabar con ese régimen. La obsesión de ellos es estabilizar la dictadura, no derrumbarla, pues ellos sacan ventajas, dinero, contratos, privilegios, de ese régimen calamitoso. Eso ocurre con los socialistas “moderados” y con los más fanáticos.
Veamos un ejemplo. Oigamos lo que dice un jefe del socialismo moderado europeo. En una entrevista del 4 de febrero de 2019, antes de la acción de ayuda humanitaria del 23 de febrero, Felipe González analizaba así la situación: “Nicolás Maduro ha conseguido, sin guerra de por medio y en un plazo de tiempo increíble, convertir Venezuela en un estado fallido. Un estado fallido donde las instituciones no representan nada, donde la tiranía es arbitraria y hace lo que le da la gana con la propia Constitución venezolana. Ha destruido la economía y el aparato productivo, ha provocado un éxodo bíblico y ha sumido al 90% de la población en la pobreza y al 67% en la pobreza extrema. Cada día que sobreviva Maduro en esa situación habrá miles de venezolanos huyendo de él”.
Diagnóstico acertado. Sin embargo, vean lo que dice cuando llega el momento de definir la línea para derrocar a Maduro: “No hace falta ni siquiera un golpe de estado en Venezuela, solo con que le retiren las bayonetas que es sobre lo que se sujeta Maduro para que no siga castigando a su pueblo. Con eso se va, no hace falta más: ¡si es que no tiene a nadie más! Por eso lo de la intervención y estas cosas tan burdas de la injerencia. Ellos la proclaman y los rusos la aprovechan”.
¿Oyeron la música? Basta decirle que se vaya. Nadie entiende eso de las bayonetas. Los militares retiran las bayonetas que sostienen a Maduro sin un golpe de Estado. Felipe González parece tener la frase mágica para producir ese prodigio.
Veamos ahora lo que dice otro gurú socialista, extremista, bastante peor que el anterior, pues es de los que militó en una banda terrorista: Gustavo Petro. El 25 de febrero, dos días después de la matanza ordenada por Maduro para frenar la entrada de la ayuda humanitaria por Colombia y Brasil, el sulfuroso senador colombiano decía que es el momento de “constituir un grupo de personas de alta credibilidad en América Latina que pueda mediar la crisis hacia una solución digna para todas las partes y que garantice la paz de la región”.
“Mediar la crisis” es una frase rara. ¿Utilizó la palabra “mediar” para no decir “manipular”? Creo que ese es el sentido de su frase. Mediar la crisis es engañar a todos los actores que intervienen, sobre todo a las víctimas de Maduro. “Solución digna” es atornillar a Maduro en el palacio de Miraflores.
Sobre la posibilidad de una intervención militar internacional con participación de Estados Unidos para terminar con la hambruna y la represión, y restablecer el orden y la paz en Venezuela, los socialistas son histéricamente contra. Son los mismos que no dijeron nada contra las invasiones y matanzas que hacían las tropas del Pacto de Varsovia contra los pueblos de Europa del Este y contra lo que hizo la soldadesca cubana en África y en América latina mediante sus peones guerrilleros.
Cuando le preguntaron sobre la política de Donald Trump sobre Venezuela, Felipe González no se contuvo. Explotó, insultó al presidente norteamericano y remató con esta frase: “nadie aceptará una intervención militar de EE. UU. en Venezuela”. ¿Nadie? ¿No la están pidiendo los mismos venezolanos? Y agregó: “Con Obama no estaríamos tan preocupados porque tendría respeto institucional”. Felipe González pide “respeto institucional” para la dictadura de Maduro. Para el jefe socialista español Maduro es intocable. Por la boca muere el pez.
Gustavo Petro también está contra una intervención de Washington. Teme que Donald Trump tenga éxito y eso ayude no solo al pueblo venezolano y a Colombia sino a la reelección del presidente americano. Petro sigue la línea de Felipe González, quien no es menos cerrado al respecto. Petro no olvida que la historia puede repetirse y que el presidente George H. W. Bush acabó, en un mes y medio, el violento narco-gobierno de Manuel Noriega en Panamá que le había declarado la guerra a Estados Unidos en diciembre de 1989.
La exaltación de Petro ante la crisis de su admirado Maduro llega a extremos tales que el hombre no vacila en colocarse en el bando de la dictadura para desde allí acusar a Colombia y a Estados Unidos de “apostarle al esfuerzo desestabilizador violento”. ¿No es Maduro el desestabilizador violento? ¿No es Maduro, siguiendo la línea de Chávez, quien asesina a su pueblo?
Es más: Petro insinúa que Iván Duque y Donald Trump lanzarán contra Maduro “las bandas del narcotráfico en la frontera” disfrazadas de “ayuda humanitaria” y las dotarán de “armamento pesado”, siguiendo “la estrategia preferida de Elliott Abrams”. Como el delirio anti-Colombia da para todo, Petro vocifera que el presidente Duque ha “agredido” a Venezuela al dirigir la operación humanitaria del 23 de febrero. Según el agitador “progresista” esa “agresión” convierte a Colombia “en un protectorado de los EE. UU.” que debería ser atacado por Rusia y China pues esas dos potencias, según Petro, han convertido a Venezuela en protectorado de ellas.
Las gesticulaciones de Petro y de Felipe González prueban que ellos están con el dictador Maduro, a pesar de su demagogia sobre la necesidad de negociar su salida. Los comunistas también quieren salvar a Maduro. El PC francés pide “preparar bajo los auspicios de las Naciones Unidas el escenario para un diálogo nacional y un retorno a la paz” en Venezuela. En su reciente declaración no pronuncian siquiera el nombre de Maduro. Dicen que reconocer a Juan Guaidó como presidente encargado es “irresponsable”. Gritan que “el apoyo de Emmanuel Macron a este intento de golpe de Estado es indignante”.
Los socialistas y las sectas comunistas saben que la tragedia descomunal de Venezuela es causada por el socialismo pero no quieren verla. Se niegan a ayudar a restaurar la democracia y el capitalismo y a superar la crisis humanitaria. Están dispuestos a movilizarse contra una intervención internacional que ponga fin al bastión narcomarxista. Su furor irracional contra Estados Unidos (y no solo contra Donald Trump) los transforma en energúmenos. El odio de ellos es absoluto. Es lo único que les queda como ideología. Están dispuestos a apoyar la peor dictadura con tal de que esta no sea derrumbada por la fuerza moral, diplomática, económica y militar de los Estados Unidos y de sus aliados. Si los socialistas de hoy hubieran vivido en los años 1940 se habrían opuesto a la política de Winston Churchill respecto del Tercer Reich. Habrían denunciado el desembarco en Normandía, pues lo que era conducente, según ellos, era dialogar con Hitler. Lo que hacen hoy sobre Venezuela es de ese alcance.