En la galería Casas Riegner se encuentra recién inaugurada una exposición de Miguel Ángel Rojas: una pequeña retrospectiva de sus temas centrales.
Según él, éstos son La marginalidad, la identidad y la injusticia. Se titula Yo, Usted y el Clan, donde incluye a la sociedad en algunos de estos procesos que pasan sin hacernos conscientes de la realidad, como es la deforestación
del sistema ecológico amazónico. Tratamos de cuidar la tierra y de serecológicos en el tratamiento de las basuras, pero no vemos el enorme daño que hacen los mineros y los traficantes en su ávido interés en capitalizar las
historias y en reventar el pulmón del mundo, o en degradar las condiciones del río Magdalena, que es la afluente y el alma acuática de los colombianos.
Hoy sentimos las consecuencias del cambio climático. Y hoy es tarde para cambiar el rumbo.
Miguel Ángel Rojas ya es un maestro de su generación. Nació en 1946 en la casa donde hoy vive, en Chapinero, casa que heredó de sus padres: provenientes del Guamo y Girardot. Resulta difícil entender su situación, cuando se autocalifica como “clase emergente, indio y homosexual”; todo, en sus primeros tiempos, parecía marginal. Era algo distinto para asimilar en una sociedad cuadriculada y conservadora como fue la bogotana, estratificada, y
donde hasta los provincianos se sentían incómodos por no poder pertenecer, actuar o hablar de la manera indicada.
La realidad se traga con sus prejuicios a los seres humanos. Por eso, Miguel Ángel Rojas empezó a desafiar su historia artística desde el principio. La cámara de su papá –una kodak vieja– fue su ojo oscuro y empezó a tomar
fotos de homosexuales que iban a teatros como el Mogador, Lux, Imperio y Faenza, lugares marginales, a realizar encuentros clandestinos. Él, encerrado en un baño con su cámara, registraba sin morbo, pero sí con
curiosidad, la vida rápida y espontánea de esos seres humanos para los que solo una mirada desembocaba en el acto sexual. Ese comportamiento que trajo al sida a hacer el dueño de sus vidas.
Otras veces hacía las fotos en esos teatros de cine donde iban los hombres a esconderse del mundo, tomando el artista todos los riesgos de ser un intruso en la marginalidad y en la intimidad de los otros. Tomar riesgos era una
manera de desempolvar el pensamiento, de la conducta.
Otro momento donde ya puso a la sociedad en alarma fue cuando derramó semen en el Primer Salón Atenas. Ya el resultado del desenfreno era parte del desafío. Casualmente en esta exposición hay una instalación interesante
donde en una vitrina y en piso de cuadros, que nos deja pensar en un ajedrez. En él existen tubos azules con semen, que es el resultado de ese juego macabro donde están precisamente a los que les tocó la muerte y los que se
salvaron.
Una vez cumplió con su derecho de reconstruir la identidad, se comprometi con los problemas que vinieron para los colectivos, con la guerra. En los noventa realizó la gran foto de El David. Mirando un militar amputado,
desnudo y de frente, y parado en una columna del Capitolio, nos mira. El universo subjetivo del caos. Otra obra la llamó Caquetá. Un video donde un militar sin manos trata de limpiarse la cara. Un esfuerzo casi inútil donde
conmueve la adversidad.
Después viene su manipulación con objetos arqueológicos donde, por ejemplo, los reproduce con maíz y hiel animal. Representaciones del hombre que fueron convertidas en objetos primitivos y manipulados hasta el punto
de no tener identidad ni lengua. Son mundos mudos inmolados por la conquista.