La primera que vez que se planteó la partición de Palestina/Israel fue en 1937 en pleno mandato británico cuando se hizo obvio que había dos pueblos, el judío y el árabe-palestino persiguiendo la realización de su sueño nacional en un pequeño territorio de 20 mil kilómetros cuadrados. En momentos que arreciaba la violencia comunal, la corona británica despachó una Comisión Real a la zona encabezada por Lord Peel la cual propuso la división del territorio en dos autonomías, judía y árabe, conducentes posteriormente a dos Estados independientes. El estallido de la segunda guerra mundial dos años después impidió que las recomendaciones de la comisión Peel fueran consideradas por la autoridad mandataría, sin embargo nacía el concepto de dos Estados para dos pueblos como única solución justa al conflicto israelí-palestino, de eso hace ya 80 años.
40 años antes, en 1897 sesionó en la ciudad suiza de Basilea el primer congreso sionista convocado por el periodista judío vienés Teodoro Herzl quien tres años antes había escrito en alemán el libro, “El Estado Judío”, en el cual planteaba que los judíos serían libres únicamente si construían su propio Estado en su tierra ancestral. La revolución francesa, la ilustración europea, los decretos de tolerancia religiosa y la modernidad no habían logrado extirpar el antisemitismo prevaleciente en amplios sectores de las sociedades europeas y el caso Dreyfus en Francia y la elección como alcalde de Viena de Karl Luger exponente del más rabioso racismo y odio a los judíos, convenció a Herzl que sólo la autodeterminación nacional rompería las cadenas de las persecuciones y marginación del pueblo judío. El Holocausto en la segunda guerra mundial probaría de manera trágica la certeza de sus palabras. En 1897 nacía el movimiento sionista cuyo objetivo era la creación de un Estado Judío en la tierra de Israel.
Hace cien años, en 1917, el sionismo obtendría su mayor victoria diplomática con la promulgación por parte del gobierno británico de la declaración Balfour en la cual se manifestaba el apoyo de la Corona Británica a la “creación de un hogar nacional judío en Palestina”. Al ser incorporada por la Liga de las Naciones en el preámbulo del texto del mandato británico en palestina, la declaración Balfour constituye un documento de derecho internacional al igual que el reconocimiento del “innegable vínculo histórico del pueblo judío con la tierra de Israel” incorporado igualmente en el texto del mandato.
En un otoñal día de noviembre de 1947, hace 70 años, La Asamblea General de Naciones Unidas adoptaba una de las más trascendentales resoluciones en su historia. Por 33 votos a favor, 13 en contra y 11 abstenciones aprobaba la recomendación mayoritaria de la UNSCOP - Comisión de Naciones Unidas para Palestina-, formada meses antes por el Consejo de Seguridad del ONU de dividir el territorio. La resolución 181, conocida como la Resolución de Partición establecía la creación en Palestina de dos Estados: Un Estado judío y un Estado árabe. Ratificaba de esta forma la solución de dos Estados al conflicto palestino-israelí. Lamentablemente la guerra que los países árabes le declararon a Israel el mismo día de su independencia, 14 de Mayo de 1948 y la negativa de los árabes a aceptar la resolución 181, evitaron la creación del Estado árabe- palestino. Cisjordania, que debía ser parte del Estado árabe-palestino fue anexada por el Reino de Jordania mientras que Gaza quedaba bajo administración militar egipcia. No existe resolución alguna de Naciones Unidas de esos días exigiendo que Cisjordania y Gaza fueran revertidas a los palestinos tal como lo estipulaba la resolución de partición.
Medio siglo ha trascurrido desde aquel junio de 1967 cuando estalló la guerra de los seis días. Frente a la retórica belicista y amenazas del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, su incumplimiento con los acuerdos de separación de tropas en el Sinaí, la expulsión de los cascos azules, el cierre de los estrechos a la navegación israelí por el mar rojo, el avance de sus tropas por el desierto hacia la frontera con Israel y el emplazamiento de los ejércitos de Siria y Jordania bajo mando unificado egipcio, Israel lanzó un demoledor ataque aéreo en la madrugada del 5 de junio que daría comienzo a la conflagración la cual concluiría seis días después con la ocupación por parte de Israel de la península del Sinaí, las alturas del Golán, Gaza y Cisjordania. 1967 fue además el escenario de dos significativos eventos diplomáticos: la cumbre de la Liga Árabe en Jartum, Sudán tras la guerra de los seis días en la que los países árabes emitieron sus famosos “tres no”: no al reconocimiento a Israel, no a la negociación, no a la paz y la adopción por parte del Consejo de Seguridad de la Resolución 242, la más importante desde entonces respecto al conflicto palestino-israelí en la que se establece el principio de “Tierras por Paz”, es decir las tierras que Israel ocupó en la guerra de los seis días por paz completa con sus vecinos.
El 19 de noviembre de 1977, hace 40 años Israel se paralizaba, su población entera pegada a los televisores siendo testigo de algo impensable días antes: De un avión de la fuerza aérea egipcia recién aterrizado en el aeropuerto internacional Ben Gurión de Tel Aviv, descendía el presidente egipcio Anwar Sadat en la primera visita oficial de un líder árabe al Estado Judío. Con este gesto se daría inicio al primer proceso de paz árabe-israelí el cual concluiría con la firma en 1978 de los acuerdos de paz de Camp David entre Israel y Egipto.
10 años después en 1987 primero en Gaza y luego en Cisjordania estallaba la primera intifada palestina contra la ocupación de Israel. Ese año marcaba también el nacimiento del movimiento islamista palestino Hamás. Si la intifada fue uno de los eventos que condujo a la firma de los acuerdos de paz de Oslo en 1993 entre Israel y los palestinos, Hamas con su ideología radical de no reconocer a Israel y su praxis del terrorismo causó el colapso de los mismos al despuntar el nuevo milenio. Los adolescentes, niños y niñas enviados por Hamas a inmolarse en Israel, a matarse matando, dieron al traste con la mejor oportunidad que ha tenido la región de lograr la paz con base en la solución de dos Estados.
En un caluroso Julio de 2007 quedaría sellada la división palestina entre Hamas y Fatah, cuando en un golpe armado el movimiento islamista expulsaba a la Autoridad Palestina de Gaza tras asesinar a unos doscientos de sus efectivos y se hacía con el control de la franja, la cual había sido evacuada en su totalidad por Israel en 2005 y entregada a la Autoridad Palestina. Con este hecho quedaba una vez más en evidencia el fracaso del movimiento nacional palestino, presa de sus divisiones y su retórica, carente de un proyecto realista de nación e incapaz de ofrecer un futuro a su pueblo. Desde el 2007 Gaza ocupada por Hamas se convertiría en un trampolín de ataques con cohetes y túneles a la población civil de Israel lo que ha provocado tres guerras, trágicas para Israel y en la que la población palestina de Gaza ha llevado la peor parte. Esta división entre Hamás y Fatah ha sido el principal impedimento para llegar a una paz definitiva con Israel.
Comenzando este 2017 con la nueva administración Trump en Washington, quien frente al conflicto palestino-israelí ha desplegado la prudencia que le ha faltado en otros temas y ha declarado repetidamente que para él es “muy importante solucionar el conflicto”, podría estarse abriendo una nueva puerta de esperanza. En la rueda de prensa conjunta que mantuviera con el primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu, Trump le recordó al premier israelí la necesidad de hacer concesiones en aras del a paz, le solicitó en términos muy diplomáticos que detenga la construcción de asentamientos y contrario a lo que se ha informado no desechó la solución de dos Estados. El mismo Netanyahu planteó de manera diáfana sus dos exigencias: reconocimiento de Israel como estado judío y mantener la seguridad en la frontera con Jordania, ninguna de la cuales es incompatible con un futuro Estado palestino.
El entorno regional creado desde la irrupción de la primavera árabe, la guerra en Siria, el expansionismo iraní en tierras árabes, la extensa cooperación en seguridad existente entre Israel y países de la región y la iniciativa de paz de la Liga Árabe, podrían estar creando una “tormenta perfecta” para un proceso de paz exitoso entre Israel y Palestina el cual puede únicamente estar sustentado sobre la solución de dos Estados. Las revelaciones del diario israelí Haaretz sobre recientes contactos secretos entre Estados Unidos, Israel y líderes árabes demuestran que existe la voluntad regional de lograr la solución definitiva al conflicto. Falta únicamente que las partes vean esa “tormenta” como una oportunidad que no debe ser desperdiciada. Después de todo el número siete ha sido de especial significancia en numerosas culturas, incluidas la árabe y la judía.