Todos las mañanas, sin falta, Jorge Moreno dejaba a un lado las agobiantes ocupaciones de su empresa, Montajes J.M, especializada en el montaje de estructuras petroleras, para llevar a su hija Laura al Colegio Agustiniano sin importarle que fuera a cinco cuadras del amplio apartamento que tenían en Ciudad Salitre. Tímido, de pocas palabras, Moreno estaba lejos de aparentar ser dueño de una empresa avaluada en el 2013, cuando hubo rumores sobre su venta, en 250 millones de dólares. No iba a restaurantes caros, ni usaba trajes de diseñador. El único lujo que se daba era complacer a su hijo, a las dos hijas de su esposa, Consuelo Ramírez, y a Laura en todo lo que quisieran.
Nada había sido fácil para Jorge Moreno. Cuando se graduó de Bachiller en Guaduas, Cundinamarca, el pueblo donde nació hace 59 años, se puso el uniforme de Marinero y recorrió los ríos del país en la Flota Mercante Grancolombiana. Desde esa época soñaba con ser rico. Era el tercero de la camada de 13 hijos que tuvo un finquero con un ama de casa. En 1982, cuando tenía 22 años, empezó a ver como se labraba su destino: llegó a Yopal como el soldador de un ingeniero. Los portentosos pozos petroleros lo deslumbraron. En esa época lo único que podía nublar eran los ataques de la guerrilla del ELN a los pozos petroleros. Trabajó como nadie y a mediados de los noventa ya tenía listo Montajes J.M con sede en Yopal. Los contratos con Ecopetrol, las gobernaciones de Cundinamarca, Casanare y la Alcaldía de Guaduas, empezó a posicionar la empresa. En 1996 Jorge Moreno ya era un empresario próspero, por eso empezaron a lloverle chantajes, amenazas de secuestro a él y a sus hijas. Laura alcanzó a hacer hasta quinto primaria en el Gimnasio de Los Llanos.
Se fueron a vivir a Bogotá a una casa de clase media del barrio Nicolás de Federman. Desde muy pequeña Laura empezó a hacer viajes a Europa y a Estados Unidos. No había deseo que no le cumpliera su padre. Las amenazas de secuestro persiguieron a su familia hasta Bogotá. Después de cuatro años en Nicolás de Federman se fueron a vivir al amplio apartamento de un tercer piso en Salitre Plaza. Vivían rodeados por los guardaespaldas de Moreno, atento a que nada malo les ocurriera.
La desgracia los sorprendería la madrugada del 31 de octubre de 2010 cuando Luis Andrés Colmenares, un amigo de su hija Laura en la Universidad de Los Andes, cayó al caño el Virrey. Jorge había sido testigo de la frustración de Laura después de haberse presentado a la carrera de Ingeniera Industrial en Los Andes y quedarse al margen por no tener los puntos suficientes en su ICFES. Se inscribió en La Javeriana en el 2006, solo hizo un semestre. A Jorge Moreno no le gustaba que su hija llegara tarde y se preocupara poco por sus estudios. La Javeriana definitivamente no motivaba a Laura. Por eso estuvo de acuerdo con que se volviera a presentar en Los Andes esta vez en Ingeniera Ambiental que era menos exigente con las pruebas ICFES. Pasó, se trasladó a Ingeniería Industrial y volvió a encontrarse con un viejo amigo del Agustiniano; Carlos Cárdenas. Se enamoraron, duraron tres años hasta que ella se cansó y empezó a salir con Luis Andrés Colmenares, quien era Monitor suyo en la clase de Dinámica de Sistemas. Llevaban apenas un mes saliendo cuando sucedió la noche fatídica.
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El 2010 había sido un gran año para los negocios de Jorge Moreno. Había conseguido contratos con Pacific Rubiales, Occidental de Colombia, Petrobras Colombia Limited y llegó a aumentar sus ingresos operacionales un 79,2 por ciento, superando los 320 mil millones de pesos. Nada parecía detenerlo hasta que se asomó la tragedia.
Se dedicó de cuerpo en alma en asesorarse de los mejores abogados, encabezados por Jaime Granados, para rescatar a Laura. Su nombre sonó en la investigación ya que llegó a decirse que aborrecía a Colmenares y sus guardaespaldas lo habían golpeado hasta matarlo. Después se comprobó que esa noche habían estado en La Dorada. Dicen que gastó cerca de cinco millones de dólares trayendo a forenses de la talla de Miguel Botella López que convencieron a la Fiscalía que a Luis Andrés Colmenares no lo mató nadie. Su único consuelo en esos años fue encabezar la compra por 10 mil millones de pesos en el 2015 del equipo de fútbol profesional Fortaleza.
Después de un suplicio de diez años, Jorge Moreno recuperó el terreno perdido tras el fallo del 20 de febrero del 2017 que absolvió a su hija. Sin embargo el papá de Luis Andrés Colmenares hasta que le queden fuerzas, seguirá moviendo cielo y tierra ara torcer lo que la justicia ya dictaminó.