Sales un domingo en la tarde a dar una vuelta por las calles y adviertes cambios importantes en el mobiliario urbano; la ciudad de sombras por la que una vez transitamos parece haber quedado en el ayer, la administración distrital la está haciendo.
Te detienes en lugares emblemáticos que refrendan el desarrollo, te tomas fotos, faranduleas un rato, y le das cuenta a la people de lo que has hecho. Fuiste después a comer y agotadas las energías, regresaste a casa; pasaste un día entretenido, te alejaste de la agobiante rutina y quedaste recargado para el trajín de la semana.
Llega entonces el amargado lunes con sus ínfulas de esclavista, enciendes tu computador porque estás en teletrabajo, y la jornada laboral comienza a desenvolverse un poco más agitada de lo normal. Es ahí cuando de la nada se abalanza el señor servicio de luz a mostrarse inoportuno como siempre.
Justo cuando redactas un informe importante, lanzas un grito porque te quitaron la luz. Quedaste en estado de letargo; no sabes si echar un madrazo o pegarle un puño al computador, pasan los segundos y se te hace imposible reaccionar, hasta que comienzan a descender gotas de sudor que advierten el salvaje calor de la ciudad.
Te levantas de la silla, necesitas refrescarte y se te da por abrir el grifo para echarte un poco de agua. ¡Oh sorpresa!, tampoco hay agua. Quedaste sin energía eléctrica, sin agua, sin internet y como si fuera poco, entra a tu celular una llamada de la empresa A-ire, a cobrarte la factura en la que estás retrasado por unos días, por cuenta de que tu empleador no te ha pagado. Sin embargo, siempre la has cancelado mes tras mes, discutes con tu interlocutor y entonces estallas en ira.
Los hechos relatados superan la imaginación. En Barranquilla pensábamos que Electricaribe era en sí mismo la representación maligna de un pésimo servicio público hasta que conocimos a A-ire, otro ente nefasto.
Los cortes repetitivos del servicio de energía eléctrica están a la carta, y ni hablar de las suspensiones "programadas" por casi todo un día, con el argumento de estar haciendo mantenimientos, sometiendo a barrios enteros. Lo impensable es que ante tantos cortes del servicio, no se advierta en el recibo una deducción económica; por el contrario, llega igual o más caro.
Cuando creíamos que no podía pasarnos nada peor, desde el rincón saltó la Triple A, una sociedad que presta el servicio público de agua, aseo y alcantarillado, la cual suministró por varias semanas agua para consumo humano de color amarillento y olor fétido, algo extraño. Pero en últimas no debería causar sorpresa frente a una empresa que fue cuestionada hace un tiempo por actos de corrupción de antiguos directivos y empleados de la misma; tal vez sea cuestión de karma, devolviéndonos la indiferencia.
Todo este galimatías en la prestación de los servicios públicos en la ciudad de Barranquilla está en oposición a la quimera bajo, la cual parece suspenderse el alcalde, cuyas reacciones parecen siempre tardías a las necesidades básicas insatisfechas que aquejan al ciudadano.
¿Qué sentido tiene pregonar a los cuatros vientos que enchapaste la ciudad en oro, cuando lo esencial, como lo es la prestación de los servicios públicos, adolece de la calidad necesaria para hacerle juego a tu pregón? Hay que dejar de lado tanta farándula y los bailecitos descoordinados de diablo arlequín, y de una vez dedicarse a atender las problemáticas sociales de la ciudad, que son bastanticas.
¡Por Barranquilla, la imparable!