Una vez se dieron a conocer los resultados de las votaciones de las elecciones presidenciales, las redes sociales se atiborraron de mensajes de celebración, desilusión, dudas e inquietudes y, una de ellas fue y sigue siendo, el camino que tomarán en segunda vuelta quienes votaron por Sergio Fajardo. Mientras unos han expresado sin titubear su apoyo a la Colombia Humana, otros se inclinan por Duque y una buena parte, aún se encuentra indecisa.
Pero en esos más de 4 millones de votantes del candidato de la Coalición Colombia también hay un número significativo de personas que han manifestado votar en blanco e incluso, su intención de no salir a votar, ya que afirman no identificarse con ninguno de los dos aspirantes actuales.
Esto me recuerda el año 2014, cuando vivimos una situación similar en las elecciones presidenciales, pues tuvimos que elegir, en aquella oportunidad, entre dos candidatos de derecha en donde uno de ellos también era “el que dijo Uribe”, por ese entonces fue Óscar Iván Zuluaga. La unión para derrotar al uribismo fue casi que espontánea, sin tantas pendencias. ¿Qué nos tocó? Votar por ´el menos peor´. Así de sencillo. Y ese fue Juan Manuel Santos, que con todo y sus desatinos logró concretar un acuerdo que le puso fin a un conflicto de más de cinco décadas con la guerrilla de las Farc. Algo que, a propósito, permitió que se llevaran a cabo “las votaciones más seguras y tranquilas de la historia” según reportes oficiales.
Veíamos antes de las elecciones del pasado domingo diferentes opciones para elegir en las urnas. Y, tras culminar los escrutinios, fuimos testigos de la desolación de muchos simpatizantes de Fajardo, quien por poco y pasa a segunda vuelta con el candidato de Uribe, Iván Duque. Es por esto que, a ustedes me dirijo hoy y de manera respetuosa los invito a seguir pensando en una posibilidad de cambio, a no abstenerse de votar, ya que su misión no terminó el 27 de mayo. El camino aún no ha cesado y no depositar su voto o hacerlo en blanco significa abandonar a Colombia a su suerte, como si no fueran a ser parte del grupo de personas que serán gobernadas, de nuevo, por el uribismo y su séquito.
A ustedes también les digo con toda franqueza que muchos de los seguidores de Petro ya habíamos expresado que, de pasar Fajardo o de La Calle a segunda vuelta, votaríamos por quien lograra ese objetivo. Sin embargo, el panorama se ha vuelto un poco desalentador, ya que los seguidores de la Colombia Humana no solo nos estamos dando la pela con los improperios lanzados por buena parte de los uribistas, sino que ahora, algunos simpatizantes de Fajardo se han ido lanza en ristre contra el candidato progresista Gustavo Petro y, por supuesto, contra sus partidarios.
Es claro que ha pasado poco tiempo y es normal que los ánimos aún estén elevados. Por eso, la invitación que hoy extiendo es a la calma, a la unión, a dejar de lado el ego y el odio, a reflexionar frente a un tema tan crucial como es el elegir a nuestro próximo presidente. No se trata de algo que se pueda tomar a la ligera y si algo es cierto aquí, es que tanto seguidores de Fajardo como de Petro tenemos en común la esperanza de un cambio, que estamos cansados de lo mismo y lo mismo en este país siempre ha sido la derecha que ha estado auspiciada por las maquinarias políticas que han mantenido en el poder a los mismos con las mismas.
El momento por el que atravesamos es realmente histórico y es un error dejarlo ir de nuestras manos así de fácil, sin pena ni gloria. Aún queda la ilusión de derrotar a esas maquinarias, que de por sí, ya se muestran débiles ante un pueblo que ya no come cuento y eso quedó reflejado en las votaciones del pasado 27 de mayo con los casi 10 millones de votos que sumaron las dos fuerzas alternativas de este país.
Por esa esperanza de cambio, pensemos en las víctimas del conflicto armado, pensemos en las madres de esos jóvenes que fueron víctimas de los falsos positivos —que aún lloran la ausencia de sus hijos—, pensemos en los líderes sociales asesinados, en unos acuerdos de paz que han logrado que haya menos muertes, menos desplazamientos forzados, menos minas. Hagamos parte de un cambio histórico y, sobre todo, hagámonos pasito entre nosotros, ya que le estamos ahorrando al uribismo —juicioso y organizado—, el trabajo de dividirnos. Nosotros solitos nos estamos dando palo innecesariamente. Si nos unimos, le haremos contrapeso al hampa de una política que ha demostrado ser corrupta y descarada. Sumemos fuerzas y mostremos que en verdad queremos una Colombia libre de corrupción, de mermelada y de violencia. ¡Seamos parte de la generación que pasará a la historia!