Las declaraciones de Timochenko ante la JEP pusieron en evidencia un fenómeno que igual se presenta hoy en el ELN y es que, en su momento, las Farc no tenían control ni conocimiento sobre las acciones de algunos de sus frentes. Eso es grave porque, entonces, cada comando podría actuar al margen de las órdenes que se impartían desde el nivel central.
Sobre esa base, y si partimos del principio de la buena fe, en el secretariado no conocían el plan que se urdió encaminado a “ajusticiar” al político Álvaro Gómez Hurtado.
Justamente esa autonomía de los militantes de las organizaciones insurgentes fue lo que llevó al rompimiento de los diálogos entre el gobierno nacional y el Comando Central del ELN en La Habana. El punto crítico se desencadenó cuando se produjo el atentado en la Escuela de Cadetes General Santander, en Bogotá, por parte del frente oriental de guerra, lo que dejó un saldo de 21 personas muertas y 68 heridas.
¿Por qué este planteamiento ante la JEP es preocupante? Porque no se puede asegurar que toda acción tiene un fin político. Es algo elemental dentro del accionar de toda organización insurgente.
Sobre esa base, si el CoCe no tenía conocimiento en La Habana sobre el atentado a la academia en la capital de la república, lo que pretendió ser una “acción político militar”, produjo el desmoronamiento de los acercamientos y proceso de sentar las bases con el ELN. Todo diálogo se rompió y se hicieron trizas las aspiraciones de los colombianos, entre los que me encuentro yo, de que la guerra terminara de una vez por todas y que, si persiste el anhelo de que Colombia experimente una transformación en su modelo económico y político, se busque por la vía electoral.
Ahora está sobre la palestra el anuncio de un atentado eleno en Bogotá o cualquier otra capital del país hecho por el embajador cubano.
La “autonomía” de quienes permanecen alzados en armas, hace prever dos cosas: en primer lugar, que puede configurarse una anarquía entre las organizaciones guerrilleras y, la segunda, que esa mal llamada autonomía lo que abre paso es a divisiones en futuros procesos de negociación.
No se puede desconocer que las injusticias y el desequilibrio social han alimentado por años la insurgencia, y ahora el asesinato sistemático de líderes sociales, pero es necesario que una aspiración de retomar acercamientos de cara a un acuerdo de paz con los elenos, esté rodeado de la unificación de criterios. No se puede estar planeando un atentado, cuando millares de colombianos lo que queremos es que “termine la horrible noche”.
Las declaraciones de Rodrigo Londoño Echeverri, Timochenko, lo que dejan entrever, como parte de los secretos de la guerra, es que, al interior de algunas organizaciones, cada comandante actúa bajo el convencimiento de que todo redundará alrededor de unos objetivos. Insisto, grave, porque si hay una directriz de avanzar hacia la paz, esa pretendida autonomía llevará a que haya quienes no reciban las orientaciones.
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