Un ángel de oro, túneles al aeropuerto y bóvedas secretas: los secretos del templo mormón de Bogotá

Un ángel de oro, túneles al aeropuerto y bóvedas secretas: los secretos del templo mormón de Bogotá

Hace 22 años se inauguró en la calle 127 con Autopista y desde entonces sobre este lugar se han contado historias que los bogotanos han ido pasando de voz a voz

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septiembre 18, 2022
Un ángel de oro, túneles al aeropuerto y bóvedas secretas: los secretos del templo mormón de Bogotá

Se llama Moroni. Mide tres metros. Tiene una trompeta en su mano derecha y unas planchas de oro en la izquierda. Es el ángel que desde su cúspide custodia el templo mormón de Bogotá desde su apertura en 1999. Es el símbolo de aquel lugar que más parece un fortín para huir al fin del mundo que una iglesia.

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Moroni es el ángel más grande de Bogotá. Ya quisieran las iglesias católicas tener un ángel tan grande como él. Sobre el templo que custodia Moroni se ha dicho de todo, incluso una vez se inventaron que en medio de la noche un helicóptero comandado por paramilitares se iba a robar aquel ángel dorado.

Ese es uno más de los mitos en torno a este edificio forrado en un fino mármol de color gris, levantado en el barrio Batán, en la calle 127 con Autopista norte. Los bogotanos los han ido contando a lo largo de los años cuando pasan por su frente y logran ver la torre en la que reposa Moroni desde los atestados transmilenios que ruedan de sur a norte y viceversa.

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La primera piedra para levantar este templo se puso en 1.993 y terminó de construirse en 1.999. Foto: Leonel Cordero

De la Iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días, como realmente se llama la religión que profesan en este templo, se ha dicho, por ejemplo, que es un búnker para resguardar a los casi 80 mil fieles de su iglesia que hay en Bogotá en caso de una catástrofe. Han dicho también que este edificio tiene túneles secretos que conectan con la embajada norteamericana y el aeropuerto El Dorado. También han dicho que dentro de la estructura hay bóvedas secretas atiborradas de comida para calmar la hambruna de sus cristianos.

Pero la realidad es que en este gran templo de mármol de 10 mil metros cuadrados no hay túneles, tampoco hay bóvedas ultrasecretas y no es un búnker anti fin del mundo. Es uno de los más de 140 templos de la iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días, para sus más de 15 millones de fieles alrededor del planeta. Y Moroni no es de oro macizo. Aunque este gigante ángel, que para ellos es el último de sus profetas, sí tiene una fina capa de oro, un baño de este material, realmente está hecho en fibra de vidrio.

Esta religión nació en New York en los años 1830, cuando a John Smith, un niño campesino se le aparecieron los mismísimos Dios y Jesús en forma de llamarada incandescente, la cual le habló y le dio la orden e indicó el camino para la restauración del cristianismo. Días después al mismo niño humilde le vino la aparición del ángel Moroni. El ángel, cuenta la leyenda, traía en sus manos unas placas de oro en las que estaba escrito el libro mormon que los cristianos de esta iglesia usan como el complemento de la Biblia. De ahí viene el nombre de mormones a los seguidores de John Smith y la iglesia que empezó a crear a partir de ese momento.

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Este templo sagrado para los mormones es usado solamente para eventos muy especiales como el matrimonio o sellamiento y el bautizo de los muertos. Foto: Leonel Cordero

Entrar en esta iglesia es imposible si no se es parte de los hombres y mujeres de Jesucristo de los santos de los últimos días. Pero no solo hay que ser miembro de la iglesia para poder dar un paso más allá de la recepción. Para ellos su templo es sagrado y cumplen a rajatabla las indicaciones para entrar en él.

Allí solo ingresan quienes van a ser protagonistas de los rituales sagrados como el matrimonio o sellamiento como lo llaman y los bautizos para sus antepasados muertos. Para entrar hay que llevar en la mano un papel firmado por un obispo donde acredita al portador de la hojita como un verdadero cristiano que ha cumplido a cabalidad las características y las reglas mormonas, entre las que está la castidad y el no consumo de sustancias negras como el café y las gaseosas y no fumar, entre otras tantas. El alcohol y la marihuana son consideradas anatemas, por supuesto.

El de Bogotá fue el primer templo Mormón levantado en Colombia. En 2015 se construyó el de Barranquilla y en los próximos años harán uno en Cali. El de la 127 con Autopista, que empezó a hacerse en 1.993, cuando alrededor de él solamente había maleza, pasto alto y lotes abandonados, consta de dos pisos y un sótano. Su construcción costó más de 17 millones de dólares.

En la mitad del primer piso, muy cerca a la puerta de la entrada está la recepción y detrás de esta, a lado y lado hay una fila de oficinas donde trabajan los administrativos. También están allí las oficinas de registros y documentaciones y la oficina del presidente del templo, Roberto Pitarch, un pensionado argentino de 72 años que llegó con su esposa hace dos años para dirigir el templo de Bogotá. En este primer piso también hay un salón para novias, donde las futuras esposas tienen el espacio perfecto para arreglarse junto a sus damas de compañía.

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Los salones del templo no tiene nada que enviarle a los mejores castillos más lujos. El marmol, la madera y la piedra son los elementos que sobresalen.

Los salones que componen la iglesia parecen sacados de un gran palacio de los siglos pasados. Las sillas isabelinas y las poltronas, las mesas y los terminados de las paredes, las lujosas lámparas, así como las pilas bautismales y sus decoraciones hechas en fina piedra muestran una suntuosidad que cualquier catedral envidiaría. La piedra, el mármol y la madera color caoba son los materiales que sobresalen en el templo.

En el sótano, que vendría siendo el primer piso, hay salon grandes con una gigante pila bautismal que descansa en doce cabezas de bueyes. Todo está hecho en piedra.  Los bueyes representan las doce tribus de Israel: Tribu de Judá; Simeón; Benjamín; Dan; Efraím; Manasés; Isacar; Zabulón; Aser; Neftalí; Rubén y Tribu Gad.

Y en último piso hay tres hermosos salones de sellamiento y uno más bello que los anteriores al que le llaman salón celestial, un lugar de oración y meditación que para ellos simboliza el cielo. La belleza y los detalles de este salón son únicas.

En el templo trabajan unas 50 personas en diferentes actividades. Solo una pequeña parte de ellos recibe salario. El presidente del lugar, Roberto Pitarch, y su esposa, María Cristina López, quien es la actual directora de obreras, también ejercen su trabajo por puro amor a Dios y a la memoria de John Smith. Acá solo reciben pago alguno unas 10 personas: los de vigilancia, un ingeniero de planta, un par de jardineros que cuidan los gigantes jardines que rodean el templo y algunos administrativos. Los demás no son de planta y tampoco son fijos. Entre muchos miembros de las 15 mil familias que hacen parte de esta iglesia en Bogotá se van rotando un día en el templo para entregárselo a su comunidad con trabajo gratuito.

Al lado de la edificación de mármol, separados por los esplendorosos jardines, hay un hostal que tiene capacidad para albergar a unas cien personas. Según lo cuenta Yan Carlos Vega, un líder de la iglesia al que por su conocimiento y amplia experiencia como religioso, llaman ‘elder’. En el hotel se quedan gratuitamente los evangélicos que llegan de otras partes del mundo en su calidad de misioneros que van por países predicando la biblia y el libro mormón de camisa blanca de mangas cortas, y pantalón y corbata negra.

Los mormones llegaron a Colombia en 1.966. Desde entonces empezaron a llenar de pequeñas capillas el país, donde actualmente tienen alrededor de 250 mil seguidores. De los ellos dicen que son tan misteriosos como sus templos. Dicen que se creen los verdaderos enviados de dios en la tierra. Los otros cristianos los miran con recelo. Dicen que sus imponentes templos muestran su arrogancia y prepotencia. Y muy seguramente seguirán diciendo que aquellas moles de piedra y mármol bien decoradas tienen secretos y misterios que son protegidos y custodiados por Moroni, aquel ángel de oro que permanece inmutable en la cúspide, esperando desplegar sus alas invictas cuando suenen las trompetas del juicio final.

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