Los secretos de Otoniel de la masacre de Mapiripan que pueden enredar a políticos y más militares

Los secretos de Otoniel de la masacre de Mapiripan que pueden enredar a políticos y más militares

Esta incursión paramilitar, en la que mataron 49 campesinos fue el laboratorio de guerra de Otoniel. El Estado fue condenado pero solo pagó el general Uscategui

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febrero 22, 2022
Los secretos de Otoniel de la masacre de Mapiripan que pueden enredar a políticos y más militares

Durante casi diez años, entre  1997 y 2006 la plaza principal de La Chapa, en Hato Corozal en el  Casanare, se convirtió en la principal base de entrenamiento del Bloque Centaruos de las Autodefensas Unidas de Colombia en los Llanos Orientales. Ni una hoja se movía sin su autorización y sus órdenes se cumplían a sangre y fuego. La llegada  de las AUC en los Llanos era su respuesta a la presencia histórica de las FARC en la zona y sus desmanes en la década de los 70.

Desde los años 80, la región empezó a llenarse de laboratorios de coca, sobre todo en el Bajo Ariari y de cultivos de marihuana en lugares como Vista Hermosa, como bien lo documentó la periodista de El Espectador Natalia Romero. A este coctel  de intereses se sumó la aparición de los esmeralderos que con el apoyo directo de El Cartel de Medellín se dedicaron a comprar tierras.  A finales de los 80 aparecieron los  Carranceros, otro grupo de paramilitares financiado por  Victor Carranza. Además de este poder territorial, el fundador de las AUC, Vicente Castaño, se propuso desde Córdoba, expandir sus fuerzas hasta las ricas tierras de los llanos para lo cual conformó precisamente el Bloque Centauros.

Los llamados por  Castaño a organizarlo fueron  Daniel Rendón, alias Don Mario, y  Darío Antonio Usuga, alias Otoniel.  Dividieron la estructura en dos: el eje Norte al mano de éste –cuyo alias entonces era Mauricio- y el eje Sur en cabeza de Don Mario. La llegada de Miguel Arroyave, rey del procesamiento de cocaína, potenciaría aún más el Bloque. En el 2002 ya tenían 4.000 hombres y divisiones internas muy fuertes, hasta el punto de que un remanente de este Bloque terminaría en lugares como Soacha y se harían llamar el Bloque Capital.

La llegada de Centauros al Meta no pudo ser más sanguinaria. Y su primer golpe para imponer el horror fue la masacre de Mapiripán, , y en el terreno Otoniel: fueron asesinados  49 campesinos inocentes. Esta incursión en la que participó desde la Costa Mancuso se convirtió en un laboratorio de guerra para las AUC, logrando articularse paramilitares, políticos y fuerzas militares.

El 12 de julio de 1997 dos aviones gigantes, un Douglas y un Antonov, aterrizaron en San José del Guaviare llenos de pistoleros  de las AUC. Un día después salieron de la Brigada Movil número 2 batallones contraguerrilla, un grupo de Marina y La Escuela de Fuerzas Especiales del Ejército, un sargento les dio vía libre hacia Mapiripán, por carretera (La Trocha Ganadera) otro grupo se desplazaba en camiones y vehículos todo terreno, ellos anunciaban a viva voz que eran de las “Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá” y llegaban a la región a quedarse, los lugareños curiosos se acercaban a observarlos, la guerrilla se había retirado días atrás de la zona a una reunión interna. Un día después se desató el horror. Durante cinco días y con evidente apoyo del ejército, se tomaron el pueblo e hicieron lo que quisieron.

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Según declaraciones de Alex Arango, Comandante del Frente Meta de las AUC, él mismo iba al batallón y haciendo una lista parecida a la del mercado le pedía al ejército fusiles y hasta chalecos. Cuando los paras llegaron a Mapiripán lo hicieron con 20 camiones que pasaron impunes por todos los retenes del ejército que tuvieron al frente. ¿Cómo lo pudieron hacer si no tenían el apoyo de los uniformados?

El balance no pudo ser peor. Del ejército los únicos que pagaron fueron seis soldados y un general, Jaime Uscátegui, quien fue condenado a 40 años de cárcel por su vinculación con la operación. En enero del 2020 pidió pasarse a la JEP pero en dos ocasiones la Jurisdicción Especial para la Paz le ha dicho que no. Debido a rebajas y otros acuerdos el general ahora tendrá que pagar 37 años de prisión. El Estado fue condenado por la masacre en la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Mapiripan para Otoniel marcó un punto de quiebre frente a su mando que después lo convertirían en el gran jefe del Clan del Golfo. En el 2006,  el mayor de los Castaño, Vicente decide abrírsele al proceso de paz de Ralito del gobierno de Álvaro Uribe y continuar en la guerra y el narcotráfico. Igual ocurre con sus lugartenientes Don Mario y Otoniel.  Tras el asesinato de Castaño, un año después, se da una inevitable ruptura. Don Mario se queda con la mayor parte de los armados que no se desmovilizan y Otoniel se dedica a armar su propio ejército, con un remanente armado del Bloque Elmer Cárdenas que operaba en Urabá y Chocó. De allí resultaría el Clan del Golfo.

En un principio se hicieron llamar como los Urabeños, eran ochenta hombres dirigidos por Don Mario quien, al controlar las rutas hacia el Pacífico. Además, sería clave para el desarrollo del Clan del Golfo que los caleteros quienes sabían de los escondites de las canecas repletas de dólares, no se desmovilizaran. Ellos tenían el capital para ampliar el accionar y reclutar más hombres hasta volverse uno de los ejércitos ilegales más poderosos que han combatido en el país. Pero no sólo Otoniel fue testigo del apoyo del ejército a los grupos paramilitares en esa zona del país sino la financiación de empresarios y el apoyo a políticos y gobernantes locales para protegerse.

Es mucho Otoniel sabe de las fuerzas legales, de civiles y de militares, que se amalgamaron con los ilegales de las AUC y puede aportar valiosos nombres de responsables que están impunes y que con sus testimonios podrían terminar investigados por la Fiscalía o llamados a la JEP.

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