Hoy día está de moda correr. En los motores de búsqueda de la web se encuentra un número de palabras anglosajonas (running, footing o jogging), que permiten interactuar y comprender mejor el gusto de realizar la práctica que posibilita que los pies “leviten” ligeramente, mientras el cuerpo avanza en su movimiento hacia adelante.
Esta sensación de bienestar y libertad es quizá un paréntesis en la vida de quien corre de otra manera. De quien se concede probar su coraje, al poner sus cojones delante de los pitones de un toro.
Esta práctica de valor se da en el mundo, una vez al año, en los Sanfermines de Pamplona, España, la fiesta que inicia el 6 de julio a las doce del mediodía y culmina el 14 del mismo mes a las 00.00 horas.
En los Sanfermines se honra a Fermín, el joven que a los diecisiete años ya predicaba el evangelio y a la edad de treinta, inició un periplo por tierras galas, el que lo consolidó como el difusor de la doctrina cristiana, destacándose tanto por ello que consiguió la enemistad de las autoridades oficiales contrarias al cristianismo, lo que le llevó primero a la cárcel y más tarde al martirio por decapitación.
Solo hacia 1187, cuando el obispo Pedro de Artajona lleva de Amiens la primera reliquia del mártir, e impulsa su veneración en Pamplona, se da inicio a su homenaje, el cual es motivo de la fiesta y de su despedida con el: "¡Pobre de mí, pobre de mí, que se han acabado las fiestas de San Fermín!".
Tiene tanta fuerza San Fermín, que es reverenciado con festejos de todo tipo, destacándose para los taurinos el encierro, en el que los aficionados a correr con los cojones en la garganta, como lo hizo en su momento Ernest Hemingway, a través de las calles antiguas del centro de Pamplona, durante un recorrido de unos 849 metros, el cual inicia al final de la cuesta de Santo Domingo y culmina en la plaza de toros, y que dura entre 2 a 12 minutos, es el sentir de una tradición de hombres bravíos que comprenden que la vida embiste, pero hay que aprender a sacarle el quite.
Este tipo de carrera busca demostrarse a sí mismo la capacidad de arrojo y, a lo sumo, de desprendimiento de todos los miedos, dado que se trata de ir delante de seis toros bravos y seis cabestros que guían a la manada hasta la plaza, quienes todo el tiempo van arriados por los pastores.
Los Sanfermines son muchas cosas más, pero los hombres y algunas mujeres hoy desafían su carrera por las calles antiguas de Pamplona, asumiendo que si no es el toro quien cornea, son sus pasos quienes los hacen tropezar, cuando no la turba que los empuja hacia el barullo o la vida en su metáfora, nada más.