Hazel Robinson Abrahams es la escritora más prolífica que ha dado el archipiélago de San Andrés y Providencia. Habla fuerte y sin titubear sobre la historia de las islas, sus principales problemas y critica las cosas con las que no está de acuerdo sin mostrar ningún asomo de temor en lo que dice. Su opinión tajante, su voz vigorosa y el poder irónico de sus argumentos pueden llevar a confrontaciones pues no teme a las polémicas. Me recibe en su apartamento que se ubica cerca de la zona céntrica de San Andrés.
¿Cómo era San Andrés cuando escribiste los reportajes para El Espectador durante la época de Puerto Libre?
Los que solicitaron un Puerto Libre lo hicieron con la intención de importar comida, herramientas y materiales de construcción libres de impuestos y claro, también cigarrillos y licores. Cuando lo declararon todos pensaban que sería por un tiempo, pero no, lo que pasó fue que Colombia permitió la entrada de mercancía de prohibida importación al interior y eso fue el desenfreno total. Todo cambió en San Andrés después del Puerto Libre y nos fuimos dando cuenta que era un desastre, especialmente para la gente que no sabía cómo afrontar ese nuevo modelo de vida. El isleño no sabía cómo comportarse ante los visitantes, el comercio no era su costumbre porque confundía servir con ser servil. Sentían que los trataban como sirvientes y al dar el servicio se sentían humillados, adaptarse no fue fácil. Y sigue siendo difícil para el nativo aún hoy en día.
¿Que piensas de las iniciativas Región Caribe y el Voto Caribe que se dieron hace poco en el que se incluían a San Andrés y Providencia?
¿El cuento de que somos Región Caribe con el resto de la costa? San Andrés no entra allí, nosotros somos diferentes a Cartagena, Barranquilla y Santa Marta. No estoy de acuerdo con eso porque San Andrés debería considerarse Distrito Especial Caribeño de Colombia, punto. San Andrés no es como Cartagena y ni como Barranquilla, inclusive el isleño ve distinto a la gente de la Costa Caribe que viene a San Andrés. La música es distinta, la comida es distinta.
El Carácter…
También es distinto nosotros tendemos a ser un poco más secos. Anteriormente las iglesias eran muy reacias a las demostraciones públicas de afecto, pero ahora se ven isleños que se saludan efusivamente en público y abundan los enlaces entre los dos grupos. Algo hizo ¡Click!
¿Cómo se vive la colombianidad en la isla en medio de tantos discursos de separación?
Bueno, acá sí hay grupos que hablan de independencia como solución a los problemas económicos y sociales pero a mí eso me parece ridículo. Yo digo “¡Dios mío, ayuda! cómo puede pensar un isleño así. Es ridículo en todo sentido pensar en separatismo, sinceramente no sé en qué forma, no tenemos los medios económicos. A decir verdad, por eso dudo del resultado del éxito de lo que están ofreciendo como indemnización del Fallo de la Haya. Anteriormente, éramos más patriotas, un 20 de Julio en San Andrés era de verdad toda una fiesta, todo el mundo salía a las calles. Lo primero que nos quitó Colombia con el Puerto Libre, fue el respeto que sentíamos hacia ella.
Tengo entendido que las mujeres en la época en que naciste estaban destinadas a ser madres o esposas. ¿Cómo te apartaste tú de ese modelo y, sobre todo, cómo empezó tu interés por escribir?
Todo empezó con El Espectador. Yo estudiaba en los 50 en Medellín en un colegio protestante. En ese entonces el Puerto Libre se estaba iniciando en las islas y vine a pasar vacaciones, y claro, de un pueblo en el que éramos 12.000 personas, donde no llegaban sino uno que otro funcionario del gobierno en goletas, empezaron a llegar aviones con 30 personas cada uno. Personalmente me vi en un dilema: tuve la oportunidad de terminar mis estudios en Jamaica o trabajar en la Caja Agraria. Pues decidí por la segunda opción y fui una de las primeras mujeres que no fue obligada a buscar trabajo en la Intendencia o en los almacenes de víveres, que eran las dos únicas partes donde las mujeres tenían oportunidad de trabajar.
Trabajando entonces en la Caja Agraria llegaban 60 ediciones de El Espectador, periódico al cual estaba suscrita y me gustaba leer a Gonzalo González GOG. En una pregunta que los lectores hacían alguien preguntó por San Andrés y respondió muy corto, ante lo cual me dije: “oye, pero esta gente no conoce San Andrés, lo que dicen acá no es San Andrés”. No conocía más que el nombre de El Espectador, no sabía quiénes eran, sólo sabía que era uno de los periódicos de Bogotá en el que me gustaba leer la sección de GOG y de vez en cuando las páginas sociales. Entonces decidí escribirle al periódico y rectificar lo escrito. Aclarar que eso que habían dicho no era San Andrés…pues imagínate que en esa época colocaban las islas en el mapa por los lados de Leticia, de modo que lo primero que les hice entender era dónde estaban ubicada las islas.
Pero aclaro: nosotros tampoco sabíamos la historia nuestra; porque hablábamos un inglés arcaico con influencia de términos marinos y nuestros apellidos eran de pronunciación anglosajona y alguien en alguna ocasión nos debió declarar ingleses. Sumado a que las iglesias protestantes con dirigentes anglos no escatimaron el trabajo de erradicar de los esclavos y sus descendientes cualquier vestigio de su origen. Éramos descendientes de Inglaterra, porque de África jamás hablábamos. Ni el más negro de San Andrés hablaba de África pues también se consideraba descendiente de ingleses blancos. La historia de San Andrés, que yo tampoco sabía a cabalidad, había que investigarla y así había que hacérsela saber a El Espectador. Poco después de eso llegó un avión y alguien me dijo: “oye, escribiste un artículo en El Espectador”, pero yo no tenía ni idea de eso, solo me percaté cuando vi mi nombre ahí.
En ese mismo periódico alguien decía que era un fumador empedernido y no encontraba tabaco en Colombia y yo me preguntaba: “¿será que esa gente no conoce San Andrés?¿No se han dado cuenta? San Andrés está lleno de tabaco”. Eso es lo que empezaron a importar para el Puerto Libre: tabaco, licores, perfumes y licuadoras. Pero se me hacía imposible que no hubiera tabaco en Colombia, de modo que compré una lata de tabaco y le dije a un amigo que viajaba a Bogotá: “vaya a El Espectador y dígales que se lo den a este pobre hombre que no tiene tabaco”. Lo hacía también como para hacerle propaganda a la isla a mi manera. Resultó que quien había solicitado el tabaco era don Gabriel Cano, el director del periódico. Entonces don Gabriel Cano me envió una carta agradeciendo el tabaco y agradeciendo lo que había escrito en el periódico. Pero sinceramente yo no lo había hecho con la intención de agradar a nadie…y así empezó la cosa, don Gabriel Cano me invitó a escribir sobre San Andrés. Empecé así a escribir sobre la vida de las islas: escribía sobre lo que estaba pasando con el Puerto Libre y con la gente, sus tradiciones, ritos y costumbres…así lo hice con máquinas de escribir mecánicas, luz de lámparas de kerosín y un viejo diccionario.
¿Y cuáles fueron los antecedentes familiares que encontraste para escribir?
Me gusta contar historias porque mi abuela tuvo un hermano que fue general de Nicaragua y ella estaba muy orgullosa de eso…de modo que cuando era pequeña nos empezaba a hablar de la guerra en la época en que ese país estaba en confrontaciones con los Estados Unidos. A mi me gustaba escuchar esas historias que ella contaba. Eso existía antes: la pasión por escuchar las historias de boca de los mayores, pero eso se lo llevo el viento de la declarada modernidad de las islas. Cuando había algún fallecimiento todos asistían porque de ese evento salían cuentos…pero ya nadie se anima a hacerlo de nuevo. Aunque en Providencia sí se sigue manteniendo esa costumbre. A mí me fascinaba que mi abuela me contara historias y cuando me obligaban a dormir renegaba: “no voy a dormir, no, no, yo me quedo, yo quiero quedarme a escuchar cuentos”. Pero también era por miedo, no todos los cuentos eran relatados sin su buena dosis de escenas sobrenaturales y encuentros con almas del más allá. Y juraban tener pruebas de sus relatos.
¿Qué son las famosas Goletas?
La tradición oral viajaba en las goletas. Yo viajé mucho tiempo en Goletas para todos los viajes al interior antes de 1956. Una vez estuve a la deriva 21 días porque el motor de la goleta que se llamaba el Cisne se apagó y estuvimos al amparo de olas, lluvias y viento hasta que nos rescataron. Eso sucedió en muchas ocasiones especialmente cuando eran de velas y faltaba el viento. Toda la isla giraba alrededor de la navegación y la navegación se hacía en Goletas. Los capitanes tenían trato especial, lograban respeto de viejos y jóvenes, hasta los líderes religiosos los respetaban. Se puede decir que la vida en las islas dependía de ellos. La comida, la correspondencia, las medicinas, en fin, era la única comunicación con tierra firme. Tenían muchos privilegios. Hasta sus dobles vidas amorosas eran perdonadas.
¿Por qué es tan escasa la literatura en las islas?
Es un habito y los que leen no comparten. Te diré algo que cuando lo digo la gente me critica por decirlo: la Iglesia Protestante dominó sobremanera la isla. El 99% de la gente era protestante y la iglesia dominó la mentalidad de las personas, lo que hacía que la gente solo leyera la biblia y publicaciones religiosas. Claro, había excepciones, pero eran muy pocas y eso ha perdurado hasta el día de hoy.
Es un habito y los que leen no comparten. Te diré algo que cuando lo digo la gente me critica por decirlo: la Iglesia Protestante dominó sobremanera la isla. El 99% de la gente era protestante y la iglesia dominó la mentalidad de las personas, lo que hacía que la gente solo leyera la biblia y publicaciones religiosas. Claro, había excepciones, pero eran muy pocas y eso ha perdurado hasta el día de hoy.
En Sail Ahoy! y en Spirit of Persistence se encontrarán historias de los isleños y su profundo vínculo con el mar. No Give Up Man! ¡No te rindas! parece ser una novela que abarca más temas…
Esta novela es un retrato de lo que pasó aquí poco antes de la emancipación y luego de la emancipación. No toda la novela es fantasía, hay algo de verdad por lo que quien la lea encontrará cosas que sí pasaron en realidad, como el gran entierro que hubo después del huracán.
The Spirit of Persistence gira alrededor de las Goletas. Lo interesante es que alrededor de ese libro se formó un proyecto con la Universidad Nacional que ha dado para exposiciones y charlas sobre las islas. No Give Up Man, mi primer libro, lo escribí en los Estados Unidos, en los años 70 por la nostalgia que sentía por volver a Colombia y las islas.
¿El Creole podría incluirse dentro de la narrativa isleña?
A lo que llaman Creole yo no estoy de acuerdo que lo llamen así. No es un creole como se entiende en otras islas. Y no acepto que se enseñe ni que se escriba. Dejémoslo libre, sin ataduras, sin grilletes.
¿Por qué?
Mi forma de hablar el inglés de la isla, cuando tenía 15 años, es muy distinto al de ahora. Es un modo de hablar que cambia constantemente, ahora está mezclado con español, con árabe, con todos los idiomas que han llegado a la isla. Entonces cómo van a escribir eso, cómo van a poner a la gente a repetir algo que cambia a toda hora. ¡Mis cuentos los han traducido unos locos dizque al creole y me parece ridículo porque ni yo misma los puedo leer!
Eso lleva al tema de la intensa mezcla de culturas que hay en las islas…
Sí, esto no es una República, esto es parte de Colombia y nosotros tenemos la influencia de 45 millones de personas en muchos aspectos de la vida de la isla. Especialmente a nivel de comunicación con el idioma.
En medio de esta mezcla de identidades ¿cuándo empieza a reconocerse al sanandresano como negro, cuándo empieza a considerarse lo afro parte sustancial del isleño?
Sinceramente los isleños empiezan a hablar de negros, de África y de afrodescendencia después de la Constitución del 91.
Para nosotros lo negro no era un color era una condición social que dependía del comportamiento y estado económico, inclusive el lugar en la jerarquía de la iglesia protestante dependía de ello. Pero mira una cosa: los isleños, y yo no estoy de acuerdo con eso, no quisieron denominarse afrocolombianos sino raizales. Pero qué es raizal… ¡raizales somos todos! Ellos no se quisieron denominar como afrocolombianos ni como afro-caribeños sino como raizales, pero tú puedes ser raizal de donde sea. Ahora, puede que lo afrocolombiano no se rechace de tajo, pero es porque les conviene.
¿Cómo vez a San Andrés en el futuro?
Sin duda la superpoblación es un gran problema pero yo creo que si logramos la paz en Colombia mucha gente se devuelve porque te digo, no sé cómo hacen para vivir en San Andrés. Creo que con el tiempo se logrará para las islas un status más exclusivo y no será el lugar para escampar de los problemas del interior. Respecto a los jóvenes hay un cambio de generación importante. Para mi generación no había las oportunidades que existen ahora. Salías del colegio y no tenías que preocuparte por lograr una profesión para vivir, o los padres te mantenían o te casabas, pero ya no. Ahora los jóvenes están obligados a pensar en el futuro y cómo lograr una profesión. Así se llega al problema del narcotráfico porque si los jóvenes no tienen medios ¿dónde van a trabajar?. No hay fuentes de trabajo, la mayor fuente de trabajo es la gobernación, porque los hoteles ¿qué tanto necesitan? Y el nativo no ha dominado el don de servir.
¿Y qué le espera a la producción literaria del archipiélago?
Es posible que la literatura se incentive pero la fuerza se tomará por parte de los continentales, no por parte de los isleños. Sí creo que habrá más escritos pero serán más de extranjeros o continentales. Y no sé precisarte por qué, supongo que es un poco de miedo y de desidia. Ojalá se diera que los mismos isleños escribieran, porque acá hay mucho que contar.
Lea la entrevista completa en el portal de estudios del Caribe: http://www.cepsca.org/