Los Sackler, los inventores de la pastilla OxyContin que ha matado a 600 mil gringos

Los Sackler, los inventores de la pastilla OxyContin que ha matado a 600 mil gringos

A esta familia judía que hizo su fortuna para controlar los nervios también le apasiona el arte y tiene salas en museos como el MET y el Prado

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marzo 26, 2022
Los Sackler, los inventores de la pastilla OxyContin que ha matado a 600 mil gringos

En 1963 el templo de Dendur estuvo 3.000 años a la orilla del Nilo hasta que la ambición del presidente Gamal Abdel Nasser de construir la represa de Assuan, que le evitaba los problemas de inundaciones y sequías que había perseguido Egipto desde la época de los faraones, sería inundado. El mundo no conocía a Arthur Sackler, un psiquiatra que se había convertido, junto a sus dos hermanos, Mortimer y Raymond, en multimillonarios después de lanzar al mercado y, sobre todo, saber promocionar fármacos tan potentes como el Valium. Arthur tenía una obsesión faraónica: convertir su apellido en algo eterno. Por eso volcó los intereses familiares en la colección de arte y en la filantropía. Trasladar pieza a pieza, y luego armar en el Museo Metropolitano de Nueva York el mítico templo, fue una cruzada por la que pagó 10 millones de dólares de la época.  Sin embargo este dinero lo dio la UNICEF. La recompensa del prestigioso museo fue poner el nombre de su familia en la sala donde fue re ensamblado Dendur.

Sesenta años después el Museo Metropolitano de Nueva York decidió quitarle el nombre Sackler a una de sus salas. No era el único museo en el mundo que había decidido cambiar el nombre. El Museo Judío de Berlín quitó de una de sus escaleras, al igual que el museo británico uno de sus ascensores, el nombre de esta familia judía, poseedora de una fortuna de 18 mil millones de dólares, buena parte de ellos ganada por OxyContin, un medicamento que sólo en Estados Unidos había matado de sobredosis a 400 mil personas.

La diferencia que hizo Pardue Pharma, la empresa familiar creada por Arthur Sackler, fue la de una agresiva estrategia de ventas. Para esto contrató a dos centenares de visitadores médicos para convencer, con técnicas poco éticas, a los doctores para que recetaran con facilidad el OxyCodin. Esta droga, compuesta por jugo de amapola que recolectaban en plantíos en oriente medio, fue la idea del heredero de Raymond Sackler, Robert, quien en 1996, cuando asumió la empresa, lanzó el OxyContin, sin pasar demasiadas pruebas técnicas pero con el respaldo de la FDA, que viene siendo como el INVIMA de los Estados Unidos. La FDA constaba, en uno de los sellos que llevaba los frascos en los que se vendía las pastillas, que la adicción a este producto era del 1%. Todo fue una mentira que le costó la vida a cientos de miles de personas.

La promesa de que con la pastilla de 10 miligramos se podía conseguir un alivio constante de 12 horas, resultó otra falacia. Los pacientes necesitaban, al cabo de 7 horas la primera vez, otra dosis. El cuerpo, el cerebro, que tiene memoria, se iba acostumbrando a la cantidad y cada vez necesitaba más y más dosis. Robert Sackler fue aumentando la cantidad de miligramos de la pastilla hasta llegar a los 100. Un escándalo. Lo peor es que la compañía destinaba 9 millones de dólares al año para que los visitadores ofrecieran a los médicos dádivas, viajes, cenas en restaurantes de lujo e invitaciones. Pero no estamos hablando de médicos menores. Prestigiosos doctores como Russell Pornefoy, considerado la máxima autoridad médica contra el dolor, se prestaban para ir a los simposios y hablar sobre la bendición que era para los Estados Unidos los opioides. Años después, cuando el escándalo había estallado y había lugares del país en el que no alcanzaban los refrigeradores para guardar a los caídos por la epidemia, reconoció su error. Su descrédito fue inmediato.

El primer año que Pardue Pharma sacó al mercado el OxyContin, en 1996, la empresa ganó 26 millones de dólares. En 2010 la suma subía a los 12 mil millones de dólares. Un 90% de la fortuna se la debían a la irrupción de OxyContin. Una invasión que se hacía muy a pesar de las quejas que llegaban de todas partes de los Estados Unidos. En los estados más pobres las constantes denuncias que llegaban por muertes por sobredosis, por el tráfico de recetas que se vendían entre adictos que ansiaban la pastilla, que ya no sólo se tomaba sino que se inyectaba, se esnifaba, fue aplacada con un ejército de abogados que trataban a los adictos como los únicos culpables. La descripción que hacían los adictos sobre los efectos de la oxicodona eran escalofriantes. Algunos creían que la heroína era un juego de niños al lado de esta sensación de bienestar, a estas burbujas de colores que se veían al cabo de unos minutos después de tomarla por cualquier vía. Pero para los abogados de Pardue Pharma la droga no era el problema sino las personas que abusaban de ella. Incluso se traían a colación conceptos tan discutibles como la seudoadicción. Los Sackler intentaron desviar toda la atención y que los cuestionamientos, siguiendo el viejo precepto familiar impulsado por Arthur, el patriarca, el nombre de la familia no podía quedar salpicado en nada. Incluso en el 2015, en medio de la tormenta, la familia donó 15 millones de euros para la restauración de la abadía de Westminster.

Sin embargo poco a poco fueron perdiendo la batalla contra los Fiscales del caso quienes los acosaban con las multas. Una de ellas llegó a elevarse a 3.800 millones de euros que serían destinados a la recuperación de los cientos de miles de adictos que había en todo Estados Unidos. Eso sí, los Sackler estaban excluidos de cualquier tipo de disculpas públicas o de reconocer los resultados devastadores del OxyContin. Sin embargo, esa multa era como quitarle un pelo de la cabeza a Robert Sackler. Además los museos, universidades que llevaban el nombre de su familia debían retirar sus placas. Los abogados respiraban tranquilos, los Sackler tenían un fondo para pagar esa multa. Sabían que en algún momento tendrían que pagar por los daños causados. Así que buena parte de los miles de millones ganados se fueron depositando en paraísos fiscales alrededor del mundo.

A sus 70 años Robert Sackler está derrotado. Ya su discurso, otrora soberbio, arrogante y en donde intentaba desligarse a él y a su familia de cualquier responsabilidad, se deteriora en incongruentes monólogos. Sin embargo no se ha arrepentido públicamente de las 600 mil muertes que causó su pastilla. La decisión de un juez de Nueva York echó para atrás el acuerdo, y obligar a la empresa a dar toda su fortuna y a reconocer su mortal ambición, es el corolario para Robert quien, como Ícaro, se quemó las alas por intentar volar hasta tocar el sol.

Artículo publicado originalmente con el nombre De dónde viene la epidemia de opioides en Estados Unidos en el portal de Bienester Colsanitas

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