En diciembre del año pasado (2017) tuve la oportunidad de conocer a Assadek, un inmigrante de Bangladesh, una nación al sur de Asia que tiene más de 150 millones de habitantes y donde las cifras de pobreza, hambre y demás son escalofriantes. A pesar de que este país salió de una guerra civil hace muchos años, continúa en un conflicto interno que tiene raíces religiosas, como muchas naciones vecinas, donde la minoría cristiana, con frecuencia, es víctima de radicales islámicos, y donde los fundamentalistas no toleran las demás minorías religiosas.
No lo conocí en las mejores circunstancias, Assadek llegó en un contenedor de carga desde África, donde por fortuna para él y sus amigos fueron descubiertos por autoridades migratorias que salvaron sus vidas, al encontrarlos casi agonizando de inanición y asfixia. Me cuenta que la travesía inicia en Bangladesh, llega a África, luego a Sudamérica (pasando por Colombia), pasa por Centroamérica (Panamá, Costa Rica y México) para por fin llegar al norte... Estados Unidos.
Aunque hablamos de muchos temas, hubo uno en especial donde surgieron reflexiones que había pasado por alto, como cuando de manera especial fluyen los pensamientos, como si domináramos el tema, sin antes haberlo tratado ni pensado.
Assadek: Ustedes son una sociedad moderna, porque son tolerantes.
(Guardé silencio unos segundos, se me vinieron muchos pensamientos al mismo tiempo a la cabeza).
Andrés: No somos tan diferentes. En este país usted no puede creer en nada… la intolerancia pareciera que hiciera parte de nuestros genes. Solo le pongo tres ejemplos: fútbol, religión y política.
Hablando de fútbol, en algunos casos es peligroso usar la camiseta de su equipo favorito, y si usted es hincha de un equipo al que no le va muy bien, en algunos casos debe soportar el bullying de conocidos y desconocidos. Incluso, hay casos donde se puede encontrar en lugares donde se argumenta por qué su equipo es el peor y el de quien habla es el mejor (conversación argumentativa de superioridad conceptual).
Por otro lado, en el caso religioso, Colombia es un país muy tradicional e intolerante con otras corrientes religiosas minoritarias. Si una persona es de la religión verde no va tener problemas en este sentido, puede dedicarse a cualquier profesión o labor sin ningún cuestionamiento, porque son mayoría; pero si usted es musulmán o de la religión roja, azul o naranja, por ser minoría, algunos asuntos se pueden complicar, como su relación con la familia, amigos, escuela y colegio. Además, para algunos ateos o de la religión verde hay labores que deberían estar vetadas para los demás, como tener vocación de servicio social, comunitario y político, porque dicen algunos que una persona de creencia roja, azul o naranja con vocación política sería muy peligrosa. Paradojicamente, este argumento parece un poco contradictorio, más teniendo en cuenta que la mayoría de los que dicen y piensan así también tienen su creencia. Ah y también están los ateos, en su mayoría profesionales con altos estudios, que también son muy críticos de las creencias minoritarias.
Y por último, el tema político e ideológico, derecha, izquierda, centro… donde hay en muchos casos de descrédito, guerra sucia, insultos, descalificaciones, propaganda negra y demás, entre simpatizantes y dirigentes de algunos partidos políticos y movimientos cívicos. Esta sí que es una guerra psicoidelógica que parece no tener fin en esta arena.
Assadek: ¡Y el Gobierno permite esto!
Andrés: La esencia estructural de todo esto es la cultura de intolerancia que sigue latente en nuestra sociedad, en su ADN, de manera tal que quien es intolerante, quien se cree superior en sus juicios, quien piensa que el que piensa diferente a él está loco (pobrecito, cómo se le ocurre) no se da cuenta de su defecto, aunque sí lo ve fácilmente en los demás.
Assadek: Y si usted cree en otras cosas, como filosofías, yoga, el zodiaco, el poder de la mente y otras doctrinas y agüeros, ¿es discriminado?
Andrés: Muy buena pregunta, porque en ese caso no hay problema. No conozco casos de que sean intolerantes con alguien que hace sesiones de yoga y sus respectivas meditaciones, tampoco personas que hayan sido discriminadas por creer en doctrinas científicas que motivaron su ateísmo… es más, pensándolo bien, ese es el ejemplo perfecto para afirmar que sí es posible ser tolerante y respetar las diferentes formas de vida, pensamiento, filosofía, religión, orientación sexual y demás.
La diversidad no nos debe dividir. No podemos seguir pretendiendo que el otro debe ser como “yo”, debemos superar el egocentrismo moralista. En psicología, egocentrismo es la característica que define a las personas que creen que sus propias opiniones e intereses son más importantes que las de los demás. Estos individuos parten de la hegemonía de que sus pensamientos están por encima de los otros; es decir, lo que él piensa, opina, decide, cree y razona es primero y más importante que el resto, el mundo gira alrededor de su individualidad y lo que no se ajusta a él es rechazado y desvalorado por su opinión.
Assadek: ¿Puede haber un cese de hostilidades definitivo de todas estas formas de violencia que no son físicas?
Andrés: Claro que sí se puede. Podemos concluir que la guerra no es ausencia de fusiles; hay otras guerras muy intensas, las guerras psicoidelógicas que requieren desarmar corazones y pensamientos cristalizados.