Territorial, cazador, hábil, audaz y sagaz son algunas de las características de un tigre. Estas y otras cualidades identifican a Radamel Falcao García, el delantero nacido en Santa Marta, la bahía más hermosa de América, a quien en Colombia apodamos como “el tigre”.
Pues bien, no vengo a parafrasear las ridículas y empalagosas moralejas de religión o de superación personal acerca de este personaje. Ni más faltaba.
Desde el territorio nacional lanza los zarpazos a Argentina y Europa, es ahí donde inicia su empedrado, tortuoso y célebre camino que ha aterrizado en un crucigrama de triunfos y alegrías; haciendo escala en tristeza, llanto, decepción y desesperanza.
Reviviendo una de las mitologías más cuestionadas de la historia, al mejor estilo de los colombianos ostentamos y rebrotamos a nuestra ave fénix, porque si hay un personaje en nuestra nación que ha muerto en vida y ha renacido entre las cenizas es él, el tigre que siempre ruge, el que se levanta de una camilla de hospital, de una banca de estadio, de zancadillas mortíferas con comentarios de prensa desdeñosa como “exjugador”. Esto sí que es una leyenda tangible.
Luego de la derrota de nuestra selección y el agrio debut del grupo H, los colombianos se enfrentaron este domingo contra la selección de Polonia, buen desenlace de mis compatriotas, dando resultado la victoria colombiana. Festejos hubo por doquier, ya que Jerry Mina confirmó que sigue vivo, que el cuadro español no invirtió en vano, y que Cuadrado en Italia y en la selección rinde, pelea pelotea, gambetea y anota. Sin embargo, quien ganó el partido fue Falcao, para él fue más que anotar el segundo gol, fue su sueño, fue el premio anhelado que todo niño ansía en sus navidades.
Una vez más Colombia deja a un lado las turbias noticias que tanto nos han maltratado, porque otra vez reímos a costa de nuestra selección, de personajes como Ospina, Cuadrado, Falcao, James, Osorio, Nairo, Ibarguen, Cabal, Farah. Qué ufano de compatriotas.
Para cerrar, si algunas veces hemos apoyado tanta algarabía política, creído en el alud de noticias engreídas y pretenciosas, no es de hacer reacciones alérgicas momentáneas a estos colombianos que tanta alegría traen a esta dividida nación. En fin, vale recordar que nuestro tigre cada día ruge hechado, aunque no proclame su fiereza.