El 10 de mayo de 2017 se dio inicio al paro cívico en el departamento del Chocó, con el propósito de exigir cumplimiento a acuerdos y peticiones realizadas por el pueblo desde el año 2016. Todo indica que el Gobierno Nacional prometió y firmó compromisos con el único fin de ganar tiempo y evitar un escándalo para lograr objetivos mayores como el avance en el proceso de paz.
Un gobierno que siempre supo que no podría cumplir o no tendría el ánimo para hacerlo, pero para salir del impase dijo sí y posteriormente dilató todo el cumplimiento. Todo muy propio del estilo del presidente Santos que montó su candidatura para presidente con promesas incumplidas a su mentor el expresidente Uribe, el gran engañado desde hace casi 8 años, el cual había engañado al pueblo colombiano al prometerle terminar una guerra de medio siglo en cuatro años, luego en ocho y después en doce, pero en cuerpo ajeno. Dicen que ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón.
Este paro se ha llenado de rostros que muestran la insatisfacción y la rabia por el desgaste y el engaño sufrido ante los pocos avances realizados. Son los rostros de aquellos que lo han liderado desde el inicio, llenos de amor patrio y cansados de promesas incumplidas, los cuales armados de papel, lápiz y ganas han logrado movilizaciones que no se veían desde hace muchos años en una tierra caracterizada por largos incumplimientos y engaños de los políticos locales. Ellos le han aprendido a los políticos nacionales, que con votaciones exiguas han usufructuado y manejado a su antojo el poco presupuesto asignado por el Gobierno Nacional para una tierra olvidada, lo que ha generado que el ciudadano de a pie sea indiferente y descreído al trasegar político del departamento. Estos, los olvidados, generan los rostros de los que protestan con rabia y violencia y buscan los culpables de carne y hueso al frente para recriminarlos, pero no los encuentran ya que están en sus casas ajenos a todo lo que sea el paro cívico, esperando que este termine para volver a sus andanzas.
El paro cívico también genera los rostros de políticos paracaidistas, como la ex senadora Piedad córdoba, que con su candidatura por la Marcha Patriótica llegó a Quibdó para salir en la foto, nada más, para después regresar en pocos años. Genera los rostros ausentes de los políticos locales de carrera que cruzan los dedos para poder tener parte del manejo de los recursos que han de llegar con las soluciones del paro. Genera los rostros de los políticos que tomaron partido antes del paro, ex alcaldes y ex gobernadores como Zulia mena y Luis Gilberto murillo montados en el aparato burocrático nacional miran en silencio el trasegar de las marchas para cuando estas terminen reclamar su aporte en las soluciones logradas, los que vienen a Quibdó cada cuatro años y bien aprendidos esperan engañar a los incautos de siempre para volver a tocar el presupuesto que ha de llegar. Estos rostros son de los chocoanos que dedican sus esfuerzos a causas personales dentro de paquetes de causas públicas.
Quedan los rostros de los comerciantes y transportadores, uribistas de corazón que protestan más por odio a Santos que por amor al departamento, los cuales para bien o para mal han sido los grandes beneficiados por el atraso del departamento, sobre todo en materia de infraestructura. Por su parte, los rostros del gobernador y los alcaldes de turno solo son de mudos testigos que no se atreven a preguntarse siquiera por qué otros toman la bandera que debía ser la suya. Ellos impávidos y mudos se limitan a esperar que desde Bogotá les digan qué hacer, los futuros paracaidistas en una sinfonía sin fin de soñadores luchadores, indiferentes, violentos y engañadores de profesión en un departamento olvidado por todos.
