“Yo trabajo con el Estado” me respondió 3 veces un muchacho de Valledupar. Luego de 3 cervezas me confesó que él y los otros dos amigos con los que iba, eran soldados. Un atisbo de miedo se notaba en su voz, pero reconoce que ese miedo no es nada comparado con lo que sentía la gente antes del cese bilateral. “Si me hubieran dicho que tenía que venir a prestar el servicio obligatorio en la época de guerra, me lo hubiera tomado casi que como una orden de muerte”. Pero ahora Carlos* navega río abajo por el Horteuaza con una caqueteña de novia, tomando Aguila y Ron Viejo de Caldas y fue el primero en bajarse para jugar volleyball en la playa.
Polo Sierra se cansó de recoger muertos cuando era corregidor de Puerto Arango, que queda a 25 minutos de Florencia. Cuando las FARC levantó los retenes cada dos kilómetros sobre el río, no dudó en volver al agua, a donde llegó cuando salió del Tolima. Cogió uno de los planchones de carga, les colgó hamacas y comenzó este proyecto. Ha transportado visitantes de más de 20 países, y incluso una vez tuvo 40 personas que eran todas extranjeras. Su salvación es su hijo, que habla inglés y sirve siempre de traductor. Este año, el año en que se acaba el conflicto con las FARC, recibirá su nuevo ferry, construido expresamente para llevar turistas. Lo inaugurará con un recorrido de 40 días y 40 noches desde Florencia hasta San Vicente del Caguán, en el que pararán por cada escuela ribereña repartiendo ríos.
@jjjaramillo2