Desde hace mucho tiempo se tenía la idea de que el libre mercado, tan pregonado por los economistas ortodoxos, era un supuesto que en Colombia no se cumplía. En todos los sectores se veían monopolios, muchos de ellos respaldados indirectamente por un Estado que refleja la concentración de poder en el país. Sin embargo, apareció, gracias a la labor del Superintendente de Industria y Comercio, el llamado 'cartel de los pañales' que parecería ser la punta del iceberg que demostraría, con creces, cómo en este país los ricos le roban a los pobres.
Lo primero que debe señalarse es que ya la corrupción rompió todas las barreras y parece que pocas actividades se salvan de ese pecado. Se concentró este debate en los funcionarios públicos que se han enriquecido, pero muy de la mano del sector privado, en los famosos carruseles de la contratación estatal. Ahora, los que están presos son exfuncionarios porque hasta el momento solo algunos cacaos involucrados en esos escándalos han pisado una cárcel. Algo similar a lo que ha sucedido con el paramilitarismo: la paraeconomía no ha avanzado cuando es mucho lo que deben responder empresarios que apoyaron y se beneficiaron de frente con las acciones perversas de los paramilitares.
Como lo afirma El Tiempo, "los consumidores colombianos son víctimas de pactos ilegales entre compañías fabricantes de productos de la canasta familiar que aumentan de manera ficticia sus precios". En palabras simples, eso quiere decir que los ricos —porque esos son los dueños de las compañías, muchos de ellos condecorados por distintos gobiernos como ciudadanos ejemplares—, les están robando a todos los ciudadanos de este país, pero en especial a los pobres, para quienes estos gastos pueden copar el total de sus precarios ingresos. Por ahora se habla del 'cartel de los pañales' pero esto parece extenderse al papel higiénico y cuadernos escolares. Las cifras producen escalofrío: como lo dice el diario señalado, entre 2000 y 2013, mientras funcionaba este pacto ilegal de precios, se vendieron 7,7 billones de pesos en pañales lo que les habría implicadoa estas compañías, gracias a este acuerdo, 'echarse al bolsillo' cerca de 770 000 millones de pesos.
Tecnoquímicas, Familia y otras empresas lideradas por prohombres reconocidos como modelos a seguir, hoy por fin están en la picota pública. Con razón baja la pobreza y no mejora la desigualdad en un país donde los ricos son cada vez más ricos gracias a la ineficacia de un Estado que endiosa al sector privado poniéndole todas las virtudes que definitivamente no parece tener. El país tiene mucho que agradecerle al supersociedades Pablo Felipe Robledo, porque empezó a destapar lo que puede llegar a convertirse en una de las ollas podridas más grandes de Colombia.
Lo que parece interesante es que gremios como la Andi no han dicho ni pío. Ahora que tienen su reunión anual, sería el momento de tomar el tema de la falta de ética de muchos empresarios que hoy son la élite privilegiada de esta sociedad desigual, y acabar con esa farsa de su cacareada responsabilidad social empresarial. Por un lado se dan limosnas, y por el otro le roban —especialmente a los pobres—, billones de pesos.
Y lo segundo: ¿cómo se podrá cumplir con los pilares de paz, equidad y educación, que anuncia el presidente Santos, si los poderosos de este país, como afirma James Robinson en su reciente artículo en El Espectador, constituyen: "(…) Una élite desligada de la sociedad real que no está dispuesta a pagar impuestos para soportar cualquier proyecto con beneficios para la sociedad?". Si a lo anterior se le suma que estas élites les roban a los pobres con carteles de sus grandes empresas; o se revisan sus relaciones con el poder, se supervisan realmente sus actuaciones, o no hay ninguna posibilidad de que Colombia cambie.
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Fecha de publicación original: 12 de agosto de 2014
