Las manos en los hombros de los asesinos. Las manos de las mujeres sobrevivientes de la masacre de Ruanda sujetando las manos de los asesinos.
Los asesinos mataron a sus familias; esposos, hermanos, hijos, padres, madres, vecinos. Fueron años de guerra. Una guerra que cobró un millón de muertos a causa de una disputa étnica y territorial.
La historia de Ruanda quedó marcada en dos luego de este genocidio. Hutus y Tutsis se confrontaron como lo hicieron Liberales y Conservadores en territorio colombiano. Era una lucha de rojos y azules.
Agua o aceite. “Son ellos o nosotros”. Ruanda se encogía en dolor.
20 años después del genocidio, el país se preparó para la reconciliación. El tiempo fue testigo de cambiar puñados de ira y rabia por altas dosis de perdón y aceptación. Así lo retratan los fotógrafos Pieter Hugo y Jeremy Cowart en sus series Portraits of Reconciliation y Voices of Reconciliation, respectivamente.
Las personas que aceptaron ser fotografiadas hacen parte del esfuerzo de Ruanda hacia el perdón. Ellas trabajaron de la mano con varias organizaciones encargadas de juntar a pequeños grupos de Hutus y Tutsis, víctimas y asesinos, durante varios meses para lograr que los autores intelectuales del genocidio le pidieran perdón a los sobrevivientes.
Algunos de los testimonios:
“Él mató a mi hijo y luego vino a pedirme perdón. Inmediatamente lo perdoné porque sé que no lo hizo por sus propios medios. Estaba endemoniado. Me sentí aliviada cuando aceptó su culpa. Antes lo trataba como un enemigo. Hoy en día lo puedo tratar como a mi propio hijo”. Epiphanie Mukamusoni, sobreviviente.
“La vida se mueve hacia adelante. Cuando alguien se acerca a ti sin odio, a pesar de todo el daño ocasionado, le podemos dar la bienvenida y concederle lo que está buscando. El perdón es igual a la misericordia”. Beatrice Mukarwambari, sobreviviente.
“Restauramos nuestra humanidad”, Ernest Burakigarama y Xavier Ngirumwami.
“Nuestros corazones no tienen más cargas”. Clementine Mukansanga y Celestin Munyampundu.