Con seguridad el tema de la calidad del aire será uno de los más críticos y debatidos en las campañas que se avecinan a la alcaldía de Bogotá. Y no es para menos, como ciudadanos esperamos explicaciones y respuestas concretas a una problemática que pasó del escritorio de académicos y funcionarios al día a día de los bogotanos. Los recientes episodios de prevención y alerta por contaminación del aire, sumados a las cifras de impacto en salud humana y sus costos asociados, han encendido las alarmas de una situación que viene fraguándose desde años atrás.
Y es que el problema de contaminación del aire en Bogotá no se puede achacar a la administración actual, así como tampoco se va a solucionar en el siguiente gobierno. Las acciones necesarias para disfrutar de un aire más limpio implican la articulación de entidades y esfuerzos del orden local y nacional, pasando por la concertación con gremios económicos, la voluntad de los ciudadanos y la “mano dura” de la autoridad distrital. Por ello, en las principales ciudades del mundo se formulan planes de descontaminación del aire por decenios o incluso períodos más largos de tiempo.
El próximo gobernante de Bogotá tendrá en sus manos la reformulación de plan de descontaminación del aire. Si bien es cierto que el actual plan (Decreto 98 de 2011) aún sigue vigente, es muy poco lo que queda en pie luego de su modificación parcial en el año 2017. Las lecciones aprendidas en la implementación de las medidas de reducción de emisiones junto con mejores herramientas técnicas para la gestión de calidad del aire desarrolladas en los últimos años, deben ser la base de la reformulación de este plan.
Bogotá cuenta hoy con un sofisticado modelo de calidad del aire que le permite evaluar y priorizar diversas medidas de reducción de emisiones, además de entender la dinámica propia de los contaminantes en la ciudad. Alrededor del modelo se ha consolidado un sistema de gestión de calidad del aire, donde se han revisado y actualizado inventarios de emisiones, se han realizado ejercicios de caracterización química del material particulado y se han aprovechado recientes estudios epidemiológicos. En el desarrollo de este sistema se han invertido más de tres mil millones de pesos en los últimos cinco años, canalizados en convenios de colaboración entre la Universidad de La Salle, la Secretaría Distrital de Ambiente y Ecopetrol.
Además del sistema de gestión de calidad del aire, el próximo gobernante recibe una ciudad con una flota de TransMilenio parcialmente renovada, una mejor calidad de combustibles y una apuesta local y nacional por tecnologías cero emisiones en el transporte público. Tendrá el respaldo nacional de la política Conpes 3943 y la ley de calidad del aire recientemente aprobada en el Congreso de la República. Más importante aún, encontrará una ciudadanía preocupada por el tema, con ganas de aportar, pero también de exigir el cumplimiento de lo pactado.
Los retos en materia de calidad del aire para el futuro gobernante de Bogotá serán entonces, por un lado, evitar nuevos episodios de alerta y emergencia para lo cual deberá diseñar un portafolio de medidas de choque basadas en el mejor conocimiento que se tiene actualmente de las emisiones y aprovechando el modelo de calidad del aire. Por otro lado, y aún más importante, es dejar a la ciudad un plan de descontaminación para el próximo decenio, articulado local y nacionalmente, y que garantice las medidas necesarias para lograr un aire más limpio en el futuro.
