En reciente informe de la CEPAL de las Naciones Unidas, denominado “América Latina y el Caribe ante la pandemia del COVID-19: efectos económicos y sociales”, plantea un aciago panorama para América latina, especialmente para suramerica, donde el peor delos escenarios se denota para Colombia.
La situación mundial actual que se ha suscitado con ocasión de la pandemia por el denominado virus COVID19 se constituyó como un reto a los gobiernos de los países, incluso para aquellos que no han presentado un numero sustancial de casos. A partir de esto, los gobiernos han dispuesto de gestiones y recursos que no estaban dentro de sus radares por lo menos en un escenario próximo.
Del COVID19 nos deja un mensaje importante y es que el actual modelo económico capitalista está en decaimiento y que finalmente dejar temas de vital importancia para el ciudadano, como la prestación del servicio de salud en manos del mercado es finalmente un despropósito, es atentar contra principios básicos como la dignidad humana y la vida en condiciones dignas.
El mundo ha parado y el único que parece haber tenido un respiro es el medio ambiente que ha dado muestras enormes de recuperación, de tal suerte que uno de los principales retos para los gobiernos, una vez superada la pandemia, no solo es recuperarnos en términos monetarios, sino buscar medios de producción, alternativas sostenibles y amigables con el medio ambiente, así como modelos económicos que no estén basados en el extractivismo.
La humanidad ha atravesado otras pandemias, como la peste negra, la gripe española, incluso las más recientes como el ébola 2.0 y las gripes H1N1 y H1N5. La humanidad siempre se recupera, y en el caso latinoamericano vivimos sorteando crisis tras crisis. Pareciéramos débiles a los ojos del mundo, pero durante más de 200 años de la era republicana de nuestra región, hemos venido soportando los embates de dictaduras, desastres naturales, pandemias, recesiones económicas. Esta es una mas con la que nos tocó bailar. Una mas de la que saldremos para afrontar el siguiente round.
No obstante nuestra resiliencia, la experiencia actual nos ha demostrado que lejos de funcionar el sistema neoliberal que impera en casi toda nuestra región, ha fracasado. Legislar para el sistema financiero, para las corporaciones y para el poderoso, no sirvió de nada y ahora el mercado, pese a que se ha usufructuado de las concesiones que los gobiernos no se cansan de darle, han tenido que volver a lo público para su rescate.
De otra parte, es evidente que el sistema de distribución de riqueza, los modelos labores de flexibilización del empleo y los regímenes tributarios alcabaleros que van en detrimento de las clases media y baja, han generado brechas de desigualdad que nuestra población siente aún más en momentos de crisis como los que afrontamos. Es momento de reinventarnos, los azares del destino nos están mandando un mensaje y los gobiernos deben saltar al palenque a la defensa del ciudadano y no de las corporaciones, legislar para el pobre y el desvalido, eso sí, sin convertirse en rufián del sector privado.
Ahora bien, hay otros retos que los gobiernos, en especial los latinoamericanos deben enfrentar, que no es más que las alarmantes cifras de desempleo que se verán (o incluso se ven desde ya). En hora buena en Colombia el ministerio del trabajo salió avante a la crisis y mediante Decreto gubernamental prohibió los despidos masivos y suspensiones de contratos de trabajo durante la crisis, sin embargo, una vez superada la crisis, las empresas no tendrán otra medida distinta que prescindir de muchos empleos para solventar otro tipo de necesidades. De otra parte, el gobierno tendrá que a través de políticas de salvamento o de alivio tributario, brindar apoyo a los emprendedores, innovadores, ya a las MIPYMES. Es acá que el termino economía naranja cobra capital importancia, pero más que un concepto inane, debe convertirse en una política pública real y material.
El coronavirus demostró que los modelos diferenciados de atención en salud o aquellos en que está en manos de privados son de por sí inhumanos y convirtieron un derecho en un servicio sujeto a precios, a ofertas y demandas. En este orden, también la pandemia nos demostró que los gobiernos deben invertir más en innovación, en investigación, en educación. Basta ya de invertir nuestros recursos es rubros que a la larga han traído más pobreza y destrucción a nuestras naciones. Asimismo, es importante reconsiderar los sistemas pensionales de esquema privado, que tienen tasas de retorno muy bajas, con mesadas miseras que no dan una verdadera protección a la vejez. Basta con ver el espejismo chileno, de donde se ha importado a Colombia tal esquema.
En el caso colombiano, desde las universidades públicas se ha venido a rescatar al gobierno en temas como el diseño, operación y producción, lo cual demuestra, que pese a la miseria que los entes universitarios reciben, allí es a donde le debemos apostar.
El mundo se debe reinventar, tendremos que llorar a nuestros muertos, limpiarnos nuestras lagrimas y nuevamente ponernos “la cota de malla contra la desdicha” de la que Joaquín Sabina habla en sus canciones, pero esta vez habrá que mirar para otro lado. No queremos regalos, queremos lo justo, queremos dignidad en las acciones del Estado.