Si en 2018 Petro hubiera ganado la segunda vuelta presidencial a la par se hubiese convertido en el primer presidente que llegaba sin respaldo en el Congreso. El 11 de marzo su lista al Senado había sacado solo 523.286 votos, equivalentes al 3,40% de la votación total. Una votación apenas suficiente para superar el umbral e ingresar tres senadores en coalición: Gustavo Bolívar (Mais); Aida Abello (UP) y Jonathan Tamayo “Manguito” (ASI). Lo particular es que ese mismo día Petro se midió en una consulta contra sí mismo (así la otra opción en el tarjetón fuera Carlos Caicedo) y sacó 2.848.796 votos.
Sí la votación hubiera sido equivalente Petro hubiera conformado la bancada más grande en el Senado; sin embargo, la equivalencia entre los resultados no llegó ni al 40%. ¿Por qué? Ante ese fenómeno hay varias explicaciones, entre ellas: en las elecciones legislativas el factor de opinión se reduce y se amplía el margen para los incentivos materiales (compra de votos y redes clientelares); no es habitual que un candidato presidencial impulse las listas al Congreso; estrategias electorales separadas y la más básica, todas las elecciones son diferentes.
En una reciente conversación con Petro, a quien apoyé en Antioquia en las pasadas elecciones (pero no a sus candidatos al Congreso), el senador me hablaba de la “bipolaridad del elector” para explicar la precaria equivalencia entre los resultados. Para Petro no tiene sentido que en una consulta donde midió su capital de opinión con la derecha, sus bases no hayan respaldado de la misma forma a sus candidatos a Cámara y Senado. Esto también se explica por la forma tardía como se implementó esa campaña (y la poca rigurosidad para elegir los candidatos de ahí que se haya colado Manguito); el protagonismo que el mismo Petro le dio a su aspiración presidencial y los pocos líderes regionales representativos que aspiraron por la coalición de la Decencia.
Comprendiendo la importancia de renovar el Congreso y conformar una amplia bancada alternativa, Petro no quiere repetir los mismos errores del 2018 y el pasado 11 de febrero presentó el denominado Pacto Histórico, una estrategia electoral a un año que busca conformar listas sólidas a Cámara y Senado, potenciando la opinión en las elecciones legislativas y reduciendo el margen de bipolaridad electoral.
¿Cuáles son los retos del pacto histórico?
Ya la discusión no se reducirá a la clásica incógnita de si los partidos de izquierda superan un umbral electoral que valide su existencia en el sistema de partidos, pues tras la introducción de la reforma al equilibrio de poderes de la posibilidad de conformar listas en coalición entre partidos pequeños (que hayan sacado menos del 15% de la votación) para que unidos superen el umbral, esa discusión quedó saldada. Ahora, la principal discusión entre los partidos que integran la coalición de izquierda deberá pasar por confeccionar listas con arrastre electoral conformando duplas a la mayor cantidad de Cámaras y Senado donde cohabiten dirigentes con ascendencia regional y líderes de opinión más visibles en el panorama nacional. Asimismo, otorgar una mayor representación a las mujeres, ya sea en listas cremallera, por encima de la cuota de género o replicando la dinámica utilizada en la pasada elección al Concejo de Bogotá por UP-Colombia Humana y Mais: una lista cerrada encabezada por mujeres. Por el momento, el Pacto Histórico integra los sectores que en 2018 acompañaron a Petro con la novedad oficial del Polo Democrático.
¿Listas abiertas o cerradas?
En la estrategia del Pacto Histórico, la prioridad durante el primer semestre de 2021 se concentrará en convocar una multiplicidad de sectores sociales y ciudadanos buscando un diseño concertado de las propuestas y eventualmente de las candidaturas. Para el segundo semestre se espera avanzar en unas elecciones primarias que a su vez definirán los candidatos y el orden de ubicación en las listas. Esa estrategia resulta acertada, ya que reviste de mayor legitimidad a los candidatos y le plantea a la sociedad perfiles con un marcado énfasis programático; sin embargo, no resuelve del todo el dilema de si abrir o cerrar las listas.
Si la intención es reducir la bipolaridad del elector y lograr que la votación del candidato presidencial (seguro Petro) sea equivalente, al menos, con la lista nacional al Senado, lo mejor es optar por una lista cerrada que se articule a una fuerte estrategia de comunicación permitiendo que el elector relacione el logo o mensaje de las listas con el candidato presidencial, pero ese efecto arrastre no se podría cuantificar si el candidato presidencial del Pacto Histórico no participa de una consulta interpartidista el mismo día de las elecciones al Congreso, algo que parece pasará porque los verdes ya le cerraron la puerta a Petro.
A lo mejor, la lista será abierta para permitir que los dirigentes regionales y los candidatos de opinión midan pulsos en un escenario electoral competitivo. No hay duda de que resulta más estimulante hacer campaña por un candidato que por el logo de una coalición.
¿Se sumarán más sectores?
Cada vez el panorama parece aclarase más y todo parece indicar que previo a la primera vuelta se habrán conformado tres grandes bloques: la derecha, el centro y la izquierda. Desde el centro, el eje articulador de su estrategia al Congreso serán las listas de Alianza Verde. Lo verdes vienen de experimentar un crecimiento sostenido en las pasadas elecciones territoriales (especialmente en alcaldías) y un antecedente favorable es que en 2018 alcanzaron (muy impulsados por la votación de Antanas Mockus) su mayor representación en el Senado.
A diferencia de las pasadas elecciones presidenciales, de cara al 2022 buscarán participar en una consulta que coincida con las elecciones legislativas buscando impulsar los candidatos. No resulta viable que sumen esfuerzos con la lista del Pacto Histórico (al menos en Senado porque en Cámara la dinámica es diferente) y seguro cada uno irá por su lado. Solo hay un sector político que está suelto y que no es claro si se integrará a la coalición de la izquierda, es el partido Comunes, que por el acuerdo de paz tiene de entrada diez curules aseguradas. ¿Será incluido en el Pacto Histórico?
En contraste con el 2018, cuando la clase política tradicional y los gamonales conformaron sus habituales mayorías en el capitolio, desde ya los sectores de izquierda y alternativos están pensando estrategias que amplíen sus posibilidades para ganar electores de opinión y renovar la Cámara y el Senado. Una tarea difícil porque históricamente en ese tipo de elecciones prima la mecánica electoral de la que es experta la clase política tradicional y se activan con fuerza las redes clientelares locales; sin embargo, puede que en el 2022 se presente un fenómeno de participación ciudadana que invierta esa lógica y si permita que se logren los números mágicos: 55 senadores y 86 representantes “decentes” (como viene promoviendo Gustavo Bolívar), cantidad suficiente para impulsar sin titubeos la agenda de un gobierno alternativo.
Al menos, ese es el objetivo principal del Pacto Histórico.