"A Hook en Peter Pan, hastiado y temeroso en su vida real"
Robin Williams pasa la noche tomando whisky acordándose de todas sus películas. Son ya las diez y cuarenta de la mañana del lunes cuando piensa esta vez, en la película "Goog Will Hunting". No ha dormido en toda la noche a causa de la cocaína que huele a cada rato y a esa hora, haciéndole sig sag al malgenio de Susan su esposa, entra a la cocina haciendo muecas y jeteos en medio de expresiones y frases del guión de la cinta en que actuó y le dio el Oscar en los noventa.
Nota que esta vez, aún borracho, se acuerda nítidamente del parlamento de la película y se antoja entonces repetir las escenas de psiquiatra cuando él como Sean Maguirre hace regresiones a etapas anteriores al paciente Will. En medio del momento sentido de actuación, se detiene y sonríe con su cara de payaso triste al ver que el hielo va agotándose en su vaso de cristal. Camina dando tumbos y frente a la nevera de puerta abierta, por un instante, recrea el brillo de la noche de su triunfo en la Academia y se observa nuevamente en el escenario escuchando la ovación del público al lado de su amante Kim Basinger. Esa vez, como ahora que les cuento, siente el remezón indescriptible de la melancolía que lo abate, "Sin saber que decir ante los aplausos que escucha desde abajo."
Recargado de regreso a la sala, camina triste con la cara gacha al recibir en su cerebro imágenes secuenciales de La Sociedad De Los Poetas Muertos y siente rabia al vislumbrar al profesor Keating mirando a sus alumnos extraer la médula de la vida, y mueve su cabeza rechazando de tajo el final desacertado del film donde castran a los poetas... Ahora, ya no quiere traer a su mente ni siquiera el gozo que sintió cuando de capitán guíaba esa aventura y decide entonces negar el recuerdo de todas sus películas. Prefiere navegar de nuevo, con los ojos cerrados y sin soñar, a la oscura cueva de su depresión.
Se tumba en el piso de la sala de su casa, de cortinas cerradas, a sesenta kilómetros del mundo irreal de San Francisco. Todavía aún no intuye que sólo tiene media hora para volver a memorar.