El invierno actual se torna grave. Los noticieros de televisión presentan imágenes de corrientes furiosas que lo arrastran todo a su paso en las diversas regiones del país. Nos asedian violentos aguaceros, tormentas eléctricas e inundaciones realmente preocupantes. Lo peor es que el clima no sólo está pesado por causa de las lluvias torrenciales, el ambiente político también se va cubriendo de oscuros nubarrones que anuncian tempestades.
Tenemos dos meses y medio del nuevo gobierno, y ya tenemos enfilados contra él, de modo malintencionado y agresivo, a todos los poderes económicos, políticos y sociales que han dominado el país, los cuales además promueven el mayor escándalo posible para que las miradas de los poderes mayores, los internacionales, los de Occidente, claro, tomen partido por su causa, arremetiendo a su vez contra los propósitos y proyectos de la administración Petro
Los grandes medios de comunicación, propiedad y reflejo de esos poderes, atacan las veinticuatro horas del día, en la radio, los periódicos y la televisión todo cuanto sale de los labios del presidente. No se sacian con ello, sino que además viven a la caza del mínimo pretexto para enfilar sus baterías contra sus ministros y altos funcionarios, encarnizándose cada vez que creen hallar la menor contradicción entre sus dichos y los del primer mandatario.
Me he tomado la molestia, que recomiendo tomarse a todos, de seguir en YouTube las intervenciones públicas de Gustavo Petro en distintos escenarios y lugares del país y hasta del exterior. Allí las cuelga la Presidencia de la República. Se percibe con facilidad que el presidente ha emprendido una formidable labor pedagógica en materia política. No se dirige tan solo a los organizadores del evento al que concurre, sino sobre todo a la gente de Colombia.
Como un buen maestro de escuela, con independencia del tono de sarcasmo que usa con frecuencia, Petro expone con maravillosa sencillez los problemas que afectan a la población colombiana, sus causas, los argumentos que han expresado los responsables históricos de ellos y la falsedad de estos. Pero además va desgranando propuestas de solución, planes y programas que implican la unidad, organización y participación de los sectores populares.
No formula cosas inalcanzables, sino dar pasos que mejoren la situación de los menos favorecidos. No los llama a una revolución, ni a insurreccionarse, sino a tomar conciencia de que su situación solo podrá superarse si deciden apersonarse de su destino. Para los sectores radicales es un idealista, reformista, procapitalista y por consiguiente traidor. No sobra recordar que ninguno de estos sectores ha concitado jamás un apoyo popular mínimamente comparable al de Petro.
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Le exigen a Petro callarse, que no hable porque sus palabras alteran la economía mundial. Qué mentira. Lo que necesitamos es que el presidente hable, que lo escuchen millones en todos los confines de la tierra
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No teme decir que no comparte los métodos violentos, incluso los condena. Y no le da miedo afirmar que Colombia conserva rasgos feudales, por lo que se necesita avanzar hacia un capitalismo que la ubique en el camino del desarrollo real. Para ello resulta indispensable una reforma agraria efectiva, que recomponga la concentración excesiva e improductiva de la tierra, tal y como se hizo en todos los países avanzados, empezando por los Estados Unidos.
Desde luego que eso no resulta suficiente, también hay que redistribuir la riqueza, al menos el ingreso. Y para ello es urgente una reforma tributaria que grave a los más pudientes con los impuestos que deben en justicia pagar, para destinarlos a la atención de las más graves falencias sociales, educación, salud, el hambre creciente. Además, con otro ingrediente, necesitamos un país sin las guerras y violencias criminales que lo azotan impidiéndolo todo.
De ahí su idea de paz total. Y claro que un mundo sin combustibles fósiles que originan el cambio climático y amenazan la vida en nuestro planeta, es una necesidad urgente hacia la que toda la humanidad, comenzando por los países que más contaminan, tiene que avanzar. Ante eso Petro expone propuestas como frenar la exploración petrolera o cambiar deuda externa por bonos ambientales por la conservación de nuestras selvas. Hay que hacer algo ya.
Los que siempre han callado ante esa realidad cruda, chillan ahora con espanto, queriéndonos convencer a todos de que una reducción mínima en sus finanzas será el caos generalizado. Aplauden con emoción que doce gremios estadounidenses expresen preocupaciones por la reforma tributaria planteada, que los obligará a pagar algún impuesto. Eso viola los tratados de libre comercio y el marco vinculante de la OCDE y los G-20. Está prohibido, celebran.
Salta a la vista lo poco que estiman al país, cualquier cosa menos aflojar un solo peso. De repente lo que nunca, les duele el pueblo raso, el único que según ellos saldrá pagando esta que consideran locura. Le exigen a Petro callarse, que no hable porque sus palabras alteran la economía mundial. Qué mentira. Lo que necesitamos es que el presidente hable, que lo escuchen millones, que sus palabras lleguen a todos los confines de la Tierra.