Michel Maffesoli ha llamado los tiempos actuales como “la era de las sublevaciones” y se alegra de que se esté dando un vitalismo popular que la élite no quiere ver, pero que, no obstante, ofrece esperanzas, pese al colapso social que paradójicamente está trayendo un retorno de las tribus urbanas. La reacción de esa élite es instaurar un nuevo orden, calificado por él como de “totalitarismo suave” posmoderno, de supuesto fin de las ideologías, de irrupción de movimientos como los de los Chalecos amarillos, devenidos en fenómeno internacional. Todo esto en épocas de pandemia, huelgas desenfrenadas contra el liberalismo globalizado y cambios de paradigma: escepticismo sobre el reinado de la racionalidad, rechazo del tecnicismo, muerte convulsiva ante nuestros ojos de la individualidad. Maffesoli considera que —para bien o para mal— estamos viviendo la era de las revueltas, algo que no terminará pronto porque —en su opinión—, la gente tiene razón en rebelarse (Michel Maffesoli. L’Ère des soulèvements : "Ce vitalisme que l’élite ne veut pas voir me donne espérance " Breizh-Info [Interview]).
Etimología del vocablo “rabioso”
Viene del latín rabiosus, que señala al que padece la rabia, al que siente rabia o cólera, al colérico, al furioso, al airado, al iracundo. Precisamente con el nombre de Los “Iracundos”, también se les conoce. Es el hieros o cólera sagrada de los dioses griegos. La rabia puede surgir de un dolor, de un deseo muy fuerte, violento, excesivo, furioso, intenso, tremendo, vehemente, desmedido, con actos de saña y venganza acompañados de un resentimiento incontrolado como, por ejemplo, el de personas extremistas. Desde el punto de vista biológico la rabia es una enfermedad viral aguda e infecciosa, zoonótica, que ataca el sistema nervioso central, causando una encefalitis con una letalidad cercana al 100 %. Es planetaria. Ataca a los animales y al ser humano. Hay rabia furiosa y paralítica. La “furiosa” presenta agitación, hiperactividad, alucinaciones, confusión y otra serie de síntomas relacionados que pueden operar como una adicción “individual” a la violencia extrema (rageahólicos) y en el plano “colectivo” puede dar paso a la furia de masas desencadenadas como las de las “primaveras” liberadoras o mortales —o ambas a la vez—, de Hong-Kong, Santiago, Minneapolis, Cali, Bogotá y otras ciudades.
Concepto psicológico, filosófico y social de ira
La ira es compañera de la rabia, y a veces se confunden. Se expresa con gestos faciales y corporales, señales o amenazas de agresión, sonidos de advertencia que anticipan o advierten un ataque. Como rabia “colectiva”, la ira ha sido utilizada para movilizar socialmente una reacción —violenta o no— frente a una percepción de daño, trato injusto y malintencionado para exigir la reparación de los agravios. La rabia puede ser destructiva, agresiva y de mucho daño, cuando no puede aflorar oportunamente. Se considera que la rabia es mucho más fuerte que la ira, al poder desatar una furia asesina que libere emociones incontenibles frente a detonadores como el hambre, el sufrimiento, la frustración o injusticia recurrentes. Es lo que parece obrar hoy en día en Cali y Bogotá, mucho más que en Santiago de Chile, donde el asunto es al parecer más de régimen político que de carencias alimentarias.
La rabia desatada
Es una emoción fuerte y violenta que puede llevar a acusar justa o injustamente. Suele culpabilizar a otro de todo, de manera generalizada. Puede ser impredecible, castigadora y dañina, pero no necesariamente. Se la suele justificar —de mala o buena fe— con argumentos lógicos o ilógicos, no exentos en ocasiones de espíritu de venganza. Puede desatar a un “castigador” sin límites, luciferino, “amónico”. Para el cristianismo es vicio capital. En la Grecia antigua era la orgè, la cólera violenta y cruel. En Roma era la energía o pasión de la ira.
La rabia social
No obstante, la rabia puede ser socialmente “benéfica” si provee de fuerza suficiente la defensa de los derechos ciudadanos, las reivindicaciones de la comunidad, la solución de conflictos —no necesariamente de manera violenta— sino como señal de alarma lanzada al poder con relación a situaciones injustas, amenazantes y frustrantes. Es el enfado social de la inodiare latina contra lo injusto del gobernante o de una situación, como así lo vivieron Los Iracundos de la Francia revolucionaria.
La rabia —textual— del cura rojo Jacques Roux, un Rabioso sin límites
Gritó enfurecido en la Convención: “¡Oh rabia, oh vergüenza del siglo XVIII! ¿Quién iba a creer que los representantes del pueblo francés, que declararon la guerra a los enemigos de fuera, fueran tan cobardes como para no aplastar a los de dentro? Durante los últimos cuatro años, solo los ricos se han beneficiado de las ventajas de la Revolución. La aristocracia comerciante, más terrible que la de la nobleza y la aristocracia, ha hecho un cruel juego de invadir fortunas individuales y el tesoro de la república… Pronúnciate contra especuladores y monopolistas: u obedecerán tus decretos o no. En la primera hipótesis, habrás salvado la patria. En el segundo caso, todavía habrás salvado la patria, porque habremos podido identificar y golpear a los chupasangres del pueblo… Así que no temas que el trueno de tu justicia estalle sobre estos vampiros; no temas hacer demasiado feliz a la gente”.
Les Enragés y otros grupos políticos de ideario revolucionario
Los Rabiosos franceses coincidieron en el tiempo y en el espacio con otros movimientos o partidos que actuaron a su lado o en su contra. Son ellos: los Sans-culottes; los Indulgentes, en el Club de los Cordeleros; los Jacobinos o La Montaña en el Club de los Jacobinos; los Hebertistas con el periódico Le Pere Duchesne; los diputados de La Plaine, o Marais; y los Girondinos. A diferencia de ciertos “comités de paro” de por aquí y de por allá, cada uno representaba una tendencia, un ideario, una aspiración a cambiar algo con absoluta vehemencia y sinceridad, y no solo bajo cálculos crematísticos.
Les Enragés, un grupo radical de indignados
También de “exaltados”, durante lo más candente de la Revolución francesa en razón de las numerosas crisis de subsistencia de la primavera de 1792, trágicos eventos que acelerarían la caída de la Monarquía. En septiembre de 1793 participarían en la proclamación del régimen de El Terror por la Convención. Lideraron el movimiento popular de los sans-culottes exigiendo la “igualdad de goces”, dándole una fundamentación teórica y un programa político a un movimiento hasta ese momento inarticulado. Los Rabiosos serían de gran ayuda a ciertos movimientos contemporáneos que no articulan de manera racional y coherente sus innumerables y a ratos desorbitadas peticiones para regocijo, coartada e inacción del Poder; en efecto, son tan difuminadas y flotantes que en el mar de la imprecisión este se permite ignorarlas o aplazarlas indefinidamente. El que mucho abarca, poco aprieta; y al poder no le gusta que lo aprieten.
Los gestores del movimiento de Los Rabiosos
Fuero cuatro esencialmente, tres hombres y una mujer: el cura Jacques Roux (1752-1794); Jean-François Varlet (1764-1837); Jean Théophile Victor Leclerc (1771-1796); y la actriz Claire Lacombe (1765-1809). Todos fueron muy activos en el campo político-económico de su época, en los clubes políticos, los Estados generales y en diferentes periódicos de opinión. Tiempos de revueltas, excesos y grandezas.
Una primavera de carencias y revueltas
También de embates de tipo económico, social y político en el decurso de la Revolución francesa. El rey Luis XVI-Capeto se había fugado de Varennes el 21 de junio de 179, lo que agravó todo. Es la oportunidad para Los Rabiosos de pronunciar sus vehementes discursos, proclamas, escritos y acciones directas violentas. Jacques Roux lee su “Discurso sobre los medios para salvar Francia y la libertad”, que pasaría a ser el manifiesto del grupo.
Roux, especie de “cura de Golconda” —casi como los tres aragoneses arribados a Colombia— pedía, entre muchas otras cosas, lo siguiente: “El establecimiento de almacenes públicos en los que el precio de las mercancías se pondrá a subasta, en todas las ciudades y aldeas”. La pena de muerte para los “acaparadores” de los productos básicos de la época, lo que afectaba a las clases populares, llevadas a la indigencia: “Como es imposible apreciar los encantos de la libertad cuando se tiene que luchar contra el hambre, la miseria y las leyes que mantienen la presión; como el comercio no puede consistir en dañar a las tres cuartas partes de los hombres, pedimos que se promulgue la pena de muerte contra los acaparadores de comestibles, contra los que con el comercio del dinero devalúan nuestra moneda, suben los productos a precios excesivos y nos precipitan al puerto de la contrarrevolución”.
En diciembre de 1792 Roux publicó su “Discurso sobre el juicio de Luis XVI el Último, sobre la persecución de agitadores, acaparadores y traidores” que inició diciendo que no bastaba con reclamar la muerte del rey depuesto puesto que: “Es cobarde seguir tolerando a los que se apropian de los productos de la tierra y de la industria, amontonan en los graneros de la codicia los productos de primera necesidad y someten las lágrimas y el empobrecimiento del pueblo a sus cálculos”.
En el verano de 1793 el “cura rojo” —así llamado porque se había juramentado entre los primeros en la Constitución Civil del Clero— sintetizó el pensamiento de Los Rabiosos de esta manera: “La libertad con hambre y explotación es una ilusión, solo con una República que encarne las esperanzas sociales del pueblo pobre, se llegará al comunismo”.
La justificación de Los Rabiosos a los asaltos al comercio
En 1793 justifican los motines y los asaltos a las tiendas, como un medio de “restituir al pueblo lo que le hacían pagar demasiado caro desde hace mucho tiempo”. Inesperadamente, Los Jacobinos califican estas ideas y actos como “un complot urdido contra los propios patriotas” al considerar que el pueblo tenía mejores cosas que hacer que sublevarse “contra mezquinos mercaderes”.
Marat y Robespierre persiguen a Roux
El 20 de junio de 1793 Roux propuso, ahora en el Club de los Cordeleros, que la Convención incluyera en la Constitución la pena de muerte para los acaparadores y los especuladores, pues de lo contrario: “Podremos decirle a La Montaña: no habéis hecho nada por los sans-culottes”. El 25 de junio de 1793, presentó el “Comunicado a la Convención Nacional” en el que expuso las reivindicaciones de Los Enragés y los sans-culottes, conminando a la Convención a satisfacerlas bajo amenazas. Indignada la Convención ante el tono y la actitud de Roux, ordenó su expulsión de la tribuna. Marat y Robespierre pasan a estigmatizarlo con furia tildándolo de “incendiario” y de “escritor mercenario” cuando en realidad Los Rabiosos solo encarnaban las tendencias sociales de los sans-culottes y las necesidades de artesanos y comerciantes. En septiembre Roux y otros enragés son acusados falsamente de “contrarrevolucionarios”. Se les detiene y muchos serán pasados por la guillotina.
Roux es acusado injustamente
En septiembre de 1793 fue detenido y acusado de “contrarrevolucionario” por las hordas de Robespierre, y Marat y escribió en el periódico Le Publiciste: “Los hipócritas han utilizado a los Leclerc, a los Varlet, a los Jacques Roux, a las Mujeres Revolucionarias, para romper el cetro del tirano, para derrotar a la camarilla de los hombres de Estado. Hoy pisotean los instrumentos de la revolución”. Como es bien sabido, los dirigentes de la revuelta social suelen utilizar a la vanguardia, de estudiantes, por ejemplo, viéndolos batirse en las barricadas primarias, secundarias o terciarias, desde cómoda retaguardia. A veces con barbijo y siempre al abrigo. O en confortable escaño.
Roux se suicida y es alabado o criticado sin matices
Los Comités de Gobierno “revolucionarios”, más preocupados por el equilibrio político que por el bienestar social, aumentaron la persecución contra Los Rabiosos. El 10 de febrero de 1794 Roux se suicidaría en la prisión en la que llevaba cinco meses encarcelado a la espera de ser juzgado y previsiblemente guillotinado. Roux ha sido considerado por historiadores de la izquierda radical como un militante sincero de las causas del pueblo y por la derecha reaccionaria como un extremista sin límites. Ambas posiciones sin matizar, como las de ahora.
Los Rabiosos le dan nacimiento a la democracia social
El 25 de octubre de 1792 Los Rabiosos habían presentado ante la Convención el “Proyecto de Ley relativo a los alimentos”, redactado por Taboureau de Montigny. Este texto da nacimiento a la aspiración del bajo pueblo —los Sans-culotte— de gozar realmente de los beneficios de una verdadera democracia social. Ya caídos en junio de 1793 los moderados Girondinos, Jean-François Varlet lee ante el Consejo General de la Comuna de París la “Declaración solemne de los derechos del hombre en el estado social”, en la que defiende principios muy avanzado para la época y no solo los “cuantitativo-salariales” de ciertos comités de paro de Mayo/68 o de hoy en día. Los Rabiosos iban por un sueño de sociedad, los chicos de Nanterre-Sorbona también. ¿Y los de hoy tras de qué van?
El proyecto de democracia social de los Sans-culotte
En él se culpa del estado generalizado de indigencia social a “la desigual distribución de los productos en las distintas clases de la sociedad”. Considera una blasfemia contra el Supremo Creador afirmar que “los recursos de la naturaleza no son suficientes para alimentar a toda la población”. Exige aprobar “una ley compensadora que suba el salario a nivel del precio habitual de los comestibles, o que baje el precio de los comestibles al nivel del salario”. Critica la liberación del comercio del grano y propone la creación en cada ciudad de un “almacén nacional de alimentos”. Solicita la pronta expedición de medidas drásticas contra los propietarios y los comerciantes que acaparen el grano o lo vendan por encima del precio tasado. Reclama la pena de muerte para castigar “la sed de riqueza que no puede apagarse más que en arroyos de sangre”.
Los Rabiosos exigen una democracia directa y rechazan la democracia representativa
Varlet, en 1793: “El Pueblo soberano debe presidir constantemente el cuerpo social. No debe estar nunca conforme con que se le represente”, los diputados son solo “delegados subordinados”, “mandatarios”, “procuradores del pueblo”. Afirmación que recuerda la teoría de la soberanía popular y el mandato imperativo de Jean-Jacques Rousseau —no acogida sino parcialmente— por la constitución colombiana de 1991, al preferir la teoría de la soberanía nacional de Enmanuel Sieyès y la poco teórica circunscripción nacional de Senado. Se observa que esta exigencia de lo “directo” es una de las actuales reivindicaciones de varios grupos de manifestantes en diversos lares de América Latina.
Los Rabiosos piden que se establezcan cuatro clases de propiedad
Con el propósito de evitar la “opresión de los ricos” y “la desproporción enorme de las fortunas”: -“La primera, la más sagrada, la que todo hombre tiene el derecho de reclamar, de exigir, es la que asegura con holgura los medios primarios de existencia”, por lo que equivale al derecho a la vida; -“La segunda propiedad, también fundamental, consiste en el ejercicio de la beneficencia a favor de los indigentes, impartida en forma de reposo si están enfermos, son viejos, inválidos o en un estado físico que les impide ser útiles y, si el pobre es útil, socorriéndole con un empleo”; -“La tercera propiedad es el producto de la industria comercial o agrícola, o el salario cobrado por un empleo, o por una función pública o privada”; -“La cuarta propiedad se compone de patrimonios, de herencias o donaciones”.
El documento remata con lapidaria admonición: “La fortuna amasada a expensas de los bienes públicos, mediante el robo, la especulación, el monopolio y el acaparamiento, pasa a ser propiedad nacional desde el momento en que la sociedad tiene, en forma de hechos constantes, pruebas de concusión”. Parecieran referirse estas palabras a los sonados casos de Odebrecht, Reficar e Hidro Ituango para no mencionar sino los de este país.
Los Rabiosos piden al Club de los Cordeleros incluir en la Constitución la pena de muerte para acaparadores y especuladores
Hacen allí este llamamiento: “Que todo el pueblo cerque a la Convención y le grite unánimemente: ¡Adoramos la libertad, pero no queremos morir de hambre!”. Petición recurrente llevada a la práctica ante varios parlamentos de América Latina, a fin de ponerle tábano a cierto molondrismo legislativo ajeno al clamor popular de pueblos golpeados por pandemias y a veces por bloqueos asfixiantes y lesivos de otros derechos fundamentales del resto de la ciudadanía.
Ahora —ante la propia Convención— Los Rabiosos presentan un Comunicado-Programa
En él se exponen reivindicaciones propias y de los sans-culottes. Bajo conminación y amenaza a la Convención de satisfacerlas cuanto antes:
“El acta constitucional va a ser presentada para la sanción del pueblo soberano. Y ¿habéis proscrito la especulación? No ¿Habéis impuesto pena de muerte contra los acaparadores? No ¿Habéis delimitado en qué consiste la libertad de comercio? No ¿Habéis prohibido la venta de dinero acuñado? No. ¡Pues bien! Afirmamos que no habéis hecho lo suficiente a favor del bienestar del pueblo. La libertad no es más que un fantasma hueco cuando una clase de hombres puede condenar a otra impunemente al hambre. La igualdad no es más que una palabra vana cuando el rico, mediante el monopolio, ejerce un derecho de vida o muerte sobre sus semejantes. La República no es más que un invento sin sentido cuando la contrarrevolución se fragua diariamente mediante el alza de los precios de los productos que las tres cuartas partes de la población no pueden adquirir sino a costa de un gran esfuerzo. […] La libertad de comercio es el derecho de usar y fomentar el uso, y no el derecho de tiranizar e impedir usar. Los artículos necesarios para todos deben ser vendidos a un precio asequible. Pronunciaos, pues, una vez más… Los sans-culottes con sus picas harán cumplir vuestros decretos”.
Los Rabiosos se oponen a los Emigrados y a las reaccionarias Grandes Potencias
Monarquías ansiosas de ponerle fin a las veleidades de la Revolución francesa y de pasarle cuenta de cobro a los regicidas que habían guillotinado a Luis XVI y su familia. Eran los monárquicos franceses fugados de Francia, reclutados por las potencias para reconquistarla junto a tropas realistas coaligadas, al Ejército Católico, al ejército Real de la Vendée (los Chouanes) y a las tropas de Lyon y Toulon. La persecución del propio gobierno revolucionario produciría la caída de Los Enragés y después la de Los Hebertistas.
Los Rabiosos piden purgar al ejército francés para convertirlo en un ejército revolucionario
Jean Théophile Victor Leclerc, Pauline Léon y Claire Lacombe publicaron desde 1793 un periódico con el nombre de “L'Ami du peuple par Leclerc”, en el que pedían la purga radical del ejército para convertirlo en un ejército revolucionario únicamente compuesto por los partidarios del Terror. Su función principal sería ejecutar a todo sospechoso de ser contrarrevolucionario. El 12 de mayo de 1793, las “Republicanas Revolucionarias” piden el derecho a llevar armas para combatir en la antirrevolucionaria Vendée. Durante las jornadas del 31 de mayo y del 2 de junio de 1793, Claire Lacombe participa en los debates y lanza un llamamiento a la insurrección armada. En agosto, pide que todos los nobles del ejército sean destituidos y el 5 de septiembre, pide incluso la depuración del gobierno.
Los rabiosos defendieron los derechos de la mujer revolucionaria
Ante la Convención Claire Lacombe rechaza los argumentos de sus adversarios, que querían verla en prisión. Allí denuncia la opresión de que son víctimas las mujeres, añadiendo: “Nuestros derechos son los del pueblo, y si a nosotras se nos oprime, sabremos oponer la resistencia a la opresión”. Por su feminismo el gobierno la persigue y la implica por denuncia presentada por las mujeres del mercado de la Halle que la acusan —y con ella a todas las Republicanas revolucionarias— de haberlas forzado a utilizar el gorro frigio, reservado a los hombres. Las marchantas les dan latigazos en las calles. Era el pretexto que necesitaba el gobierno revolucionario para prohibir todos los clubes femeninos, empezando por las Republicanas revolucionarias fundadas por de Claire. Lacombe agitó la cuestión femenina siendo considerada una de las iniciadoras del feminismo contemporáneo junto a Olympe de Gouges, Pauline Léon y Théroigne de Méricourt. Fue arrestada por su feminismo revolucionario el 2 de abril de 1794 junto con Pauline Léon y Jean-Théophile Leclerc. Fue liberada el 20 de agosto de 1795 por orden del Comité de Seguridad General. Estuvo internada 16 meses en varias prisiones.
Los Rabiosos actuaron bajo acendrado patriotismo revolucionario
Lo demuestra el discurso pronunciado por Claire Lacombe el 25 de julio de 1792 ante Asamblea Nacional: "Nací con el coraje de una mujer romana y el odio a los tiranos, sería feliz de contribuir a su destrucción. Perezca hasta el último déspota, intrigantes, vivos esclavos, de Nerones y de Calígula, pueda yo aniquilaros a todos. Y vosotras, madres de familia, a quienes culparía de apartar a vuestros retoños para seguir mi ejemplo, mientras que cumplo con mi deber combatiendo a los enemigos de la patria, llenad el vuestro inculcando en vuestros hijos los sentimientos que todo francés debe tener al nacer, el amor a la libertad y el terror de los tiranos. No perdáis de vista que sin las virtudes de Veturia, Roma habría sido privada de su gran Coriolano."
Jean-François Varlet (1764-1837)
De familia pequeño burguesa. Tomó muy pronto la causa de la Revolución escribiendo para ella canciones patrióticas, firmando peticiones y protestando por los sucesos de la masacre del Campo de Marte del 17 de julio de 1791. Escribió sobre los derechos del hombre en el “estado social”. El 24 de mayo de 1793 fue detenido junto a Jacques-René Hébert, líder de Los Hebertistas. Fue puesto en libertad triunfalmente tres días más tarde. Inmediatamente se puso a preparar las insurrecciones del 31 de mayo y del 2 de junio del mismo año. Detenido nuevamente en septiembre de 1793, fue puesto en libertad el 29 de octubre del mismo año; y vuelto a detener tras la caída de Robespierre, permaneciendo un año en prisión. Hacia 1800 figuraba al lado de los bonapartistas y en 1830 demostró abierta simpatía por la revolución de 1830. Murió en 1837 ahogado en el mar. Su patriotismo fue ferviente y sus llamados al levantamiento en masa del pueblo para resistir a la opresión con las solas armas de la razón, son reconocidos por los historiadores.
Jean Théophile Victor Leclerc (1771-1796)
Fue un político y publicista francés, líder de Los Rabiosos. Hijo de un ingeniero civil. Vivió en su juventud en Martinica, de donde fue expulsado en 1791 por distribuir propaganda revolucionaria. Regresado a la metrópoli se alistó en el ejército. Radical absoluto, fue expulsado de los jacobinos y acogido por el Club de los Cordeleros, que también le expulsó. Fue así como pasó a fundar el grupo de Les Enragés. Contrajo matrimonio en 1793 con Pauline Léon, fundadora con Claire Lacombe de la Sociedad de las Republicanas Revolucionarias, club femenino de tendencia radical, que había sido prohibido en 1792. Leclerc y Roux fueron considerados los herederos ideológicos de Marat. Por sus actividades de publicista fue detenido en abril de 1794. Tras ser liberado en agosto del mismo año, tanto él como su mujer se mantuvieron apartados de la vida política en los dos últimos años de su vida.
Claire Lacombe, conocida por “Rose” (1765-1809)
De hogar burgués, fue una actriz de éxito en Marsella y Lyon, activista revolucionaria y feminista militante. Llegada a París en 1792 frecuentó el Club de los Cordeleros. A la Asamblea Nacional le propuso la formación de batallones femeninos. Le fue otorgada la “corona cívica” por haber participado y resultado herida durante la jornada del 10 de agosto de 1792, en el asalto al Palacio de las Tullerías junto a un batallón de Federados. Pese a estar herida siguió combatiendo, lo que le valió el título de Heroína de Agosto Décima. En 1793 se aproximó a Los Rabiosos y vivió con Jean-Théophile Leclerc. Militó contra el paro y el acaparamiento de riquezas. Con Pauline Léon fundó la “Sociedad de las Mujeres Republicanas Revolucionarias” en mayo 1793, segundo club revolucionario de mujeres. Los de la Montaña la detestaban. Pero sus calidades de buena oradora la hacen estimable ante los ojos de los Cordeleros más violentos. Los Jacobinos la acusan con dolo de delitos inexistentes, el más grave, dar asilo a los aristócratas. Desaparece de la escena pública a los 33 años. En 1823, se la trata de implicar en haber sido informadora de la policía parisina en el periodo del Directorio. Se le dio por muerta desde 1809. Siempre fue leal a Los Rabiosos y a las mujeres Revolucionarias.
El aporte de los Rabiosos a los inicios del socialismo
Karl Marx consideró a Los Enragés como uno de los movimientos precursores en revivir las ideas comunistas. Dijo en La Sagrada Familia (1845): “La Revolución francesa hizo salir a la luz ideas que llevan mucho más allá que las del antiguo estado de cosas. El movimiento revolucionario que comenzó en 1789 en el Círculo Social, que tuvo como representantes principales, a lo largo de su evolución, a Leclerc y Roux (los enragés), y sucumbió momentáneamente tras la conspiración de Babeuf, hizo surgir la idea comunista que Buonarroti reintroduciría en Francia, después de la Revolución de 1830.” Se anota que en el Mayo parisino de 1968, fueron Los Rabiosos y los denostados “socialistas utópicos” —con Blanqui a la cabeza y no Marx— los más seguidos por unos estudiantes ávidos de cambios de sociedad y no solo de factores salariales. ¿Cómo hoy?
Jean-Jacques Rousseau en el pensamiento de Los Rabiosos
En el ideario de Los Rabiosos la cuota de Rousseau es muy importante en cuanto al lenguaje político, la simbología, los conceptos de Estado popular, de ciudadano (y no de súbdito), de libertad civil (y no tanto de libertad natural), de soberanía —inalienable e indivisible— como atributo del pueblo (y no del monarca), de interés público expresado y defendido por las leyes —irresistibles y sagradas— por ser el producto de la voluntad general (habilitada por el pacto social fundamental), contrato que es el garante de la libertad y la igualdad que conducirá a la fraternidad. Entonces, la soberana fuerza generadora del Estado es la voluntad general, ella es la garante del no retorno de lo despótico. El pueblo es el poder supremo, como fruto convencional de la voluntad de hombres iguales reunidos en sociedad igualadora: “Todo hombre tiene naturalmente derecho a todo lo que le sea necesario”.
El legado de Los Rabiosos
Las reivindicaciones de orden económico y social de Los Rabiosos y los sans-culottes fueron precursoras en materia de tasación general, represión del acaparamiento y prohibición del dinero acuñado. Ellas fueron complementadas con reivindicaciones políticas, procedentes de los militantes más conscientes: destitución de los nobles en los ejércitos, detención de parientes de emigrados, expulsión de los "apelantes" de la Convención.
Los Rabiosos del 9 de abril de 1949: Bogotazo.
Un momento de “rabiosos” desencadenados fue el Bogotazo, motín encendido de sangre y fuego del nefando 9 de abril de 1948; luego, del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Trágico hecho que desató la rabia incontenible de un pueblo armado, ebrio y desconcertado que incendiara el centro de la capital y se desquitase destrozando el cuerpo del asesino, Roa Sierra. Fue un linchamiento salvaje que se llevó la posibilidad de conocer a los autores intelectuales del crimen. La furia, la ira y la rabia desbordadas cegaron a una muchedumbre lanzada al saqueo y la piromanía. Como es frecuente en los casos de crímenes políticos.
Desde día tan aciago, nuestro país no ha conocido la paz. ¿Dejará de ser Colombia algún día un país no discípulo de Los Rabiosos? Al parecer, por ahora no. Pobre de mi vieja y anciana amiga, seguramente ella no verá ese día…