Paloma Valencia es una de las voces más reconocidas del uribismo, aspiró a ser la candidata presidencial del Centro Democrático en la consulta interna en la que se impuso Iván Duque. Llegó a la política en la primera lista cerrada al senado que conformó Álvaro Uribe y fue reelecta en las elecciones de 2018. Fue una de las líderes visibles del No en el Plebiscito por la Paz y ha sido una dura crítica de los Acuerdos de La Habana, razón por la cual su llegada al Consejo Nacional de Paz no ha sido de buen recibo entre los defensores del proceso con las Farc.
Juan Manuel Ospina: ¿Qué diablos va a hacer Paloma Valencia en el Consejo Nacional de Paz?
Paloma Valencia: Lo primero es que hay que preguntar: ¿por qué no puedo estar? El hecho de defender el No y de ganar con Iván Duque, ¿nos excluye de hacer política en este país? ¿Se puede dialogar con los criminales pero no con nosotros?
J.M.O: Esta no es una paz de una parte del país con otra parte del país, es una paz nacional. ¿Como viste ese proceso?
P.V: Mi nombramiento sirvió para que los colombianos se enteraran que existía el Consejo Nacional de Paz. Este es un comité que no va a revisar los Acuerdos de La Habana y a mí me parece que debe discutirse. Este significó sólo el desarme de 1.000 hombres. Una vez firmado aparecieron disidencias, se fortaleció el ELN, el Clan del Golfo. Es decir, antes de esta firma Colombia tenía 10.200 hombres en arma y hoy tenemos 9.200, la disminución neta fueron 1.000. El tema de cómo se va a construir la paz sigue siendo una pregunta abierta y la paz nos necesita a todos los colombianos.
A mí me llama la atención que quienes se sienten dueños del Proceso de La Habana creen que los uribistas, es decir medio país, el que ganó el Plebiscito, con Iván Duque para la Presidencia, no tenemos derecho a opinar sobre la paz; una herencia que nos dejó el gobierno anterior que nos declaró enemigos de la paz, una estigmatización, una falta de garantías democráticas que todavía llevamos a cuestas.
J.M.O: ¿Sientes que todavía se está dividiendo el país entre enemigos de la paz y amigos de la paz?
P.V: Pregunta difícil. Siento que lo que pasa en Colombia muestra que el Acuerdo de La Habana era un paso interesante pero no era la solución definitiva. El problema de Colombia es más grave, tiene que ver con narcotráfico y negocios ilegales que crean estructuras que repelan el Estado y que impiden su llegada. Nosotros hemos querido llegar a toda Colombia pero hay razones de peso que se refieren a la dificultad que se genera en los propios territorios para la llegada de las Instituciones.
Los uribistas todavía no estamos conformes con los Acuerdos de la Habana; la impunidad, la justicia politizada de la JEP. Hay cosas que debiéramos aceptar que no van a funcionar bien, como por ejemplo que una justicia politizada juzgue a las Fuerzas Armadas. Seguimos buscando un gran acuerdo nacional y me encuentro siempre con las puertas cerradas por los dueños de la paz.
J.M.O: Tenemos que dejar tanta desconfianza, entre unos y otros, de las regiones con el Estado, si hay desconfianza el Estado no tiene legitimidad. Todos tendríamos que bajar la guardia y reconocernos como colombianos. Esta polarización no aporta nada y destruye. Es de lado y lado y se genera una dinámica perversa donde pierde el país...
P.V: Nosotros no polarizamos, nosotros pedimos ajustes al acuerdo y eso se convierte en una ofensa y acá lo que se trata es de avanzar en la construcción de un país. Un país no lo construye un gobierno sino los acuerdos a los que se lleguen; se trata es de ponernos metas, en educación, en salud. La construcción de un país exige continuidad y no esa cosa soberbia de creer que todos son corruptos, que se vuelve un discurso fácil y destructor. Los países no los construye un gobierno sino una nación.
J.M.O: Hoy el problema de esta polarización no es solo colombiano sino es mundial y esto le resta al gobierno gobernabilidad y a la oposición credibilidad.
P.V: Eso tiene que ver con la aparición de las redes sociales que conlleva a la crisis de la representación. Hoy el ciudadano cree que tiene derecho a participar activamente en lo que puede llevar a la tiranía de la mayoría y llegamos a unos niveles de matoneo que ya son inaceptables. La caricatura le da paso a los argumentos. Y es lo que estamos viendo con la famosa serie [Matarife] que ya es el matoneo institucionalizado de tratar de destruir un líder que fue dos veces presidente del país y que merece respeto; no puede ser que se presenten ideas y no argumentos, las pruebas deben ser contundentes, uno no puede permitir que destruyan los líderes en una democracia.
J.M.O: A mi me da la impresión que en Colombia no hemos tenido el valor para llamar las cosas por su nombre y reconocer que el narcotráfico, la minería ilegal, el contrabando han permeado la conciencia nacional, es el problema central que está ligado al conflicto armado y que en La Habana le hicieron el esguince.
P.V: El narcotráfico pesa más o menos entre el 4 y el 5% del PIB que es lo que pesa la agricultura; y eso tiene que ver con la herencia del ideal de los conquistadores que era la renta, ser rico sin tener que trabajar. La antítesis del ideal protestante del trabajo. Entonces hemos optado por caminos cortos, como antes fue el caucho, el oro, la esclavitud y ahora es el narcotráfico.
Mientras Colombia persista en la ideología de la facilidad del dinero estamos condenados. El único proceso de paz que tiene que hacer Colombia es una solución definitiva a la ilegalidad.