Sin ninguna ambigüedad que pudiera restarles eficacia a sus palabras, Gustavo Petro demostró en la ONU que no solo le preocupan aquellos problemas relacionados con la felicidad de su pueblo, sino también los de la humanidad entera. Así lo hizo evidente con su discurso, mediante el cual mostró sus angustias por el calentamiento global, el tráfico de drogas y la paz mundial.
La oposición ha pretendido tergiversar este discurso haciendo ver en Petro a un defensor del narcotráfico. Lo cierto es que, al referirse a la producción, distribución y consumo de sustancias sicotrópicas, lo que hizo fue señalar cómo la guerra con la que inútilmente se los ha enfrentado, ya por cerca de 40 años, solo ha producido una vorágine de muerte y libertades truncadas, amén de un medio ambiente cada vez más condenado a su devastación total, lo cual obliga a replantear el método con el que se debe buscar ponerle fin.
De igual tergiversación han sido objeto sus planteamientos acerca de la producción de combustibles fósiles en países con economías débiles y a su explotación industrial en los países ricos, pese a ser el principal ingrediente del calentamiento global. Sor Juana Inés de la Cruz versificó alguna vez: ¿A quién es más de culpar, al que peca por la paga, o al que paga por pecar?; lo cual, traducido al tema de estos combustibles, debería llevarnos a considerar si no es más de culpar al país que los compra y utiliza para incrementar sus riquezas, sin importarle sus efectos sobre la salud del planeta, que al país que los produce y vende en busca de divisas con las cuales atender mejor a las necesidades de su población.
Esa sindicación a Petro de ser defensor del narcotráfico también fue lanzada por haber dicho que el carbón y el petróleo son peores para la humanidad que la cocaína, siendo que lo que él ha querido decir con su comparación es que la cocaína solo causa “mínimas muertes por sobredosis”, a diferencia de los combustibles fósiles, que están ocasionando la extinción de la vida en el planeta. Por eso llama a ponerle fin a la guerra antinarcóticos, que solo produce ingente luto y llanto entre los más humildes, y grandes riquezas a los capos, testaferros oligárquicos y pulpos financieros, hacia los cuales fluyen los inmensos recursos de esta criminal industria.
Por lo demás, Petro dejó al desnudo la hipocresía de los países ricos, que dicen estar interesados en un mundo mejor, y lo que hacen es lucrarse con las necesidades de los demás. Definitivamente, ahora si tenemos al frente del país a un verdadero estadista que nos enorgullezca.