El día que lo mataron el capo esperaba a las prostitutas brasileras que cada fin de mes llegaban a su finca La Moneda en el municipio de Tarazá. Bacanales en los que Víctor Mejía, la cabeza del clan de los Mellizos, gastaba millones. Era el retozo preferido con su círculo de amigos, aunque estaba claro, después de su paso Barranquilla, Mejía Múnera no confiaba en nadie.
La guerra de Pablo Escobar con los hermanos Rodríguez Orejuela lo sacaron de Cali, su ciudad, a principios de 1993, después de haber llegado a ser uno de sus hombres de confianza por la efectividad mostrada en las calles de Nueva York. En cinco años les movieron 20 toneladas de coca y entre sus contactos tenían dos nombres claves: Armando Carillo y un mexicano ya conocido por su arrojo y crueldad: Joaquín, el Chapo Guzmán.
Voló a Barranquilla, un lugar que donde había vivido cuando tenía 19 años, en 1977. Ya entonces estaba en el tráfico de drogas donde se había iniciado transportando marihuana y anfetaminas en los barcos de la Flota Mercante Grancolombiana, donde se había enganchado a trabajar en el puerto de Buenaventura. El negocio se cayó cuando quiso embarcar 40 kilos de marihuana y un tripulante lo delató. Su reacción sería la muestra de un carácter temerario que lo salvaría de muchas emergencias: se lanzó al mar.
Sobrevivió atado a un trozo de madera y alguien lo rescató. Lo cierto es que en 1981 estaba en el barrio Queens de Nueva York ganándose la vida en una panadería. Sus raíces caleñas le abrieron el camino para contactar junto con su hermano Miguel Ángel, conocido con el alias de El Loco, a la red de distribución que enriquecía a los Rodríguez Orejuela en Nueva York. Veinte jóvenes al mando de Mejía Múnera controlaban la calle Astoria, unos duros capaces de enfrentar a bandas como la de los Jaimaquinos, que pusieron a circular droga como harina.
Barranquilla era una buena opción. La droga se movía desde La Guajira, una tierra sin Dios ni ley. Llegaban con la escuela de los Rodríguez Orejuela que habían logrado penetrar la clase política –cuatro años después pusieron presidente con la financiación de la campaña de Ernesto Samper y el Proceso 8000- y la sociedad vallecaucana. De entrada buscaron contacto con la élite barranquillera y el punto de entrada fueron las Harley Davidson. Empezaron a frecuentar el parque Washington y las discotecas del norte, la Kilimanjaro, Lime light y el Champan vallenato con pequeñas dosis de ácidos Hoffman y Éxtasis importados de Holanda que fueron poniendo de moda al ritmo de la música electrónica que lo enloquecía. Allí cayeron en la seducción de la rumba los hermanos Juan Carlos y Jack Hernández Lucarini, Vicentico Noguera, Rafael Vergara Vergara, Alfredo Julio Abello, Jorge “Tito” Nasser, Álvaro José Castro, Joseph Jalil Mejía Nasser, Joseph Jalil Nasser
Víctor Manuel se casó bien, con la hija de un norteamericano; sus hijos terminaron con el apellido Puig pero el Mello Mejía terminó atrapado por una mujer que terminó engañándolo con sus amigos y socios y despertándole unos celos y una paranoia que lo llevó a matar. El Heraldo empezó a mediados de los noventa a registrar misteriosas muertes violentas e invitar a entierros de muchachos con apellidos de las familias de la élite barranquillera. Tenían algo en común: su cercanía con Víctor Manuel Mejía
Los mellizos Mejía Múnera, compraron por $2.000 millones la franquicia del Bloque Vencedores de Arauca para poder desmovilizarse como paramilitares y entrar en el proceso de paz de las AUC en el gobierno de Uribe. Víctor Manuel está muerto y Miguel Ángel detenido en una cárcel de EE.UU.
El primero en caer fue Alfredo Julio Abello –Api-, comerciante samario hermano de José Rafael “El Mono” Abello, quien después terminaría comprometido abiertamente con el narcotráfico pagando cárcel en Estados Unidos. La noche del viernes 5 de marzo de 1995, mientras hacía ejercicio en el Gimnasio The Best de Barranquilla, recibió una llamada. Salió a hablar con un amigo cuando un desconocido le disparó cinco veces en el pecho. Una semana antes había escapado a un atentado en Santa Marta. Api era un seductor que al parecer se atrevió a meterse con alguna de las queridas del Mellizo.
Rafael Vergara Vergara, mejor conocido con el sobrenombre de Comegato, el hermano de la Sofía Vergara quien ya aparecía en comerciales de Pepsi. Rafael era parrandero, le gustaba el whisky y tocar el acordeón. Dos noches antes de su asesinato, el 12 de junio de 1995, se encontró con el Mello Mejía en el baño de una discoteca en Barranquilla y Vergara Vergara lo cacheteó aireado. Era una discusión de faldas. Cuatro tiros le quitaron la vida a los 34 años.
Jorge “Tito” Nasser, hijo de Jorge Nasser y Sheila Nasser, quienes terminaron de dueños del Hotel del Prado, había llegado lejos: se hizo socio de Mejía Múnera. Salía de un gimnasio en la noche del 3 de abril del 2001 cuando al subir a su camioneta Ford un sicario le disparó dos veces en la garganta; los policías del CAI que estaba a cincuenta metros del lugar no vieron nada. También había tenido altercado de faldas con el Mellizo. Quince días antes, junto a sus hermanos Claudia y Carlos Alberto, Jorge Nasser había sido absuelto, después de dos meses en la cárcel Modelo, de los delitos de enriquecimiento ilícito y lavado de activos. Nasser era dueño de una de las boleras de moda, un sitio de encuentro de los amigos que fueron cayendo uno a uno.
Uno de sus primos, Joseph Jalil Nasser, fue asesinado un mes después. Su pecado: haber sido novio en el colegio de la madre de los hijos de Mejía Múnera.
Al Mellizo todavía lo recuerdan en Barranquilla no tanto por sus rumbas electrónicas pasadas por pastillas de Éxtasis sino por vengativo y por el placer que le daba matar. A Armando Angulo Isaza, mejor conocido como el Polaco, lo abaleó y lo enterró el mismo en una fosa en Aguachica, César; a Carlos Bolívar, le pegó el tiro de gracia, al igual que a su socio Álvaro José Castro, alias al Mopri, quien lo tomó por su cuenta por haber intentado robarle un envío droga: le disparó a quema ropa en un Centro comercial a plena luz del día.
El terror duró hasta el 2001 cuando un operativo coordinado por un fiscal de la Unidad de Lavado de Activos y la Policía encontraron una caleta con USD$ 35 millones en las paredes de dos apartamentos que tenían Los mellizos Mejía Múnera en Bogotá. Solicitados en extradición, alcanzaron a huir a Australia y luego se refugiaron en Buenos Aires. Dos años después, en el 2003, camuflados de paramilitares, aparecieron en la negociación de paz del Presidente Uribe con la AUC, como comandantes del Bloque Vencedores de Arauca. Le habían pagado $ 2.000 millones a Vicente Castaño por la franquicia del bloque para poder beneficiarse de Justicia y Paz.
Víctor Manuel Mejía Múnera se desmovilizó como el comandante Pablo Arauca. Su libertad duró cinco años. El 28 de abril del 2008 el grupo elite de la policía en cabeza del General Naranjo lo abaleó en su finca en Tarazá y 72 horas después sería arrestado su hermano Miguel Ángel en Honda Tolima. Desde la cárcel de Combita, Miguel Ángel ordenaba asesinatos por cuenta del grupo de sicarios conocido como Los Magníficos. Fue extraditado en marzo del 2009 en el gobierno del Presidente Uribe y paga condena en una cárcel de Estados Unidos donde deberá permanecer hasta el 2020
Casi diez años después de la muerte del Mellizo Víctor Manuel Mejía, la estela de muerte y degradación que sembró en Barranquilla reapareció con la boda de Juan Carlos Hernández Lucarini, uno de los jóvenes atrapados por el famoso narco, con la ministra Elsa Noguera. Aparecieron fotos, datos y leyendas de los terribles años 90 de Barranquilla, confirmando que el pasado no perdona.