Los puentes que Petro debería tender con los empresarios

Los puentes que Petro debería tender con los empresarios

En esta nueva entrada, algunas reflexiones sobre el camino que podría seguirse en las relaciones del sector privado con la nueva administración

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septiembre 13, 2022
Los puentes que Petro debería tender con los empresarios
Foto: Archivo

En el blog anterior quise proponer lo que podrían ser las bases de una estrategia de respuesta del sector privado a los ataques de Petro, porque al que madruga Dios le ayuda. En este blog voy a expandir mis reflexiones sobre el camino que podría   seguirse en las relaciones del sector privado con la nueva administración.

Como decía Jack Welch, expresidente de GE, enfrentar la realidad es el primer paso. Hoy tenemos un entorno que se percibe como muy hostil para la iniciativa privada. Los próximos meses se irá posiblemente consolidando esta percepción si no hacemos nada. Y la tentación es abandonar el campo como sucedió en Venezuela, e irse del país dejando a miles de empleados en la calle.

Mientras no se aclaren las verdaderas intenciones de Petro y su equipo, y dados sus antecedentes, esa opción puede ser  la que está buscando con sus asesores cubanos y venezolanos, pero sería entregarles en bandeja de plata el país.

Otro camino es asumir una posición diferente que parte del reconocimiento que el país evidentemente requiere cambios urgentes, pero no de cualquier manera. Para tener éxito, Petro o cualquier otro, suponiendo unas intenciones que no sean perpetuarse en el poder y estar dispuesto a jugar dentro de las reglas de la democracia actual, debe de “hacer la paz”, no solo tendiendo puentes con criminales, que es su primera opción. Si de verdad tiene la intención de acertar, debe de tender también puentes hacia la iniciativa privada que es el mejor camino para un desarrollo sostenible de creación de riqueza. Si esto no se hace, repartir pobreza es la vía más seguro al infierno. De nuevo mirar a Venezuela.

Mi experiencia me ha demostrado que cuando se enfrentan dos visiones antagónicas del mundo, construidas sobre las caricaturas mutuas, las etiquetas descalificadoras, y el rechazo a  dialogar, no hay nada que hacer. Pero se abren un mundo de posibilidades, cuando se hace un esfuerzo genuino de las dos partes para encontrar esos puntos comunes y dejar al lado los que son divergentes. Esto es un proceso, que puede ser lento pero necesario, para desarrollar  unas relaciones donde pueda ir generándose poco a poco la confianza.

El primer paso es la transparencia de las intenciones de las partes. En el caso actual, podría ser encontrar  un propósito común, basada en unos principios fundamentales, para enfrentar agendas difíciles pero necesarias de transformación del país. Este podría ser un punto poderoso de unión. El peligro grande en un país donde no se han construido capacidades para tener estos diálogos generativos difíciles, es tener agendas ocultas que violenten principios fundamentales.

El segundo tema importante es la actitud con la que se aborden estos diálogos. Si se hace con la disposición de quitarse los rótulos mutuos, y hacerlo con la curiosidad de indagar y descubrir, se aumentan las posibilidades de encontrar más puntos de convergencia que de divergencia. Esto facilitaría construir propuestas conjuntas, porque se reconoce que las verdades individuales pueden cambiar por una nueva verdad compartida.

Para algunos escépticos, está podría sonar como una propuesta ingenua. Esta es una descalificación natural en un país donde no hemos desarrollado las mínimas capacidades de diálogo generativo incluyente. El proceso con las Farc, es un buen ejemplo de lo que sucede cuando esto no se hace. Los acuerdos son muy frágiles, y cualquier cosa los puede destrozar.

Pero  pienso que este puede ser un camino viable que vale la pena explorar. La agenda de cambios de Petro es abrumadora, y toca aspectos fundamentales de la sociedad, de su trayectoria historica y  cultural, así como de su realidad actual. Su impacto acumulado puede desbarajustar al país y si quiere realmente generar un cambio, lo va a tener que hacer uniendo y no dividiendo más a Colombia.

Hay dos escenarios que se pueden ver:

El  primero de ellos, que parece que es el que se consolidó esta semana con la arrodillada total de los partidos tradicionales a Petro, quienes descalificó durante la campaña. El hoy presidente fue  parlamentario y trajo a Roy Barreras, para aceitar el sistema porque  ahora  necesitaba los políticos de quienes denigró en la campaña, y que se vendieron con pasmosa facilidad.  Era un requisito para ferrocarilear los proyectos a la mayor velocidad aprovechando la pobrísima oposición. No es desatinado pensar, que una vez los utilice, los tire por la borda cuando haya consolidando su poder como lo hizo Chávez en Venezuela.

Como van las cosas en este gobierno, parece que no tendrá una oposición de peso en el Congreso. Y los 10.5 millones de votantes que no lo hicieron por Petro se quedaron sin quien los represente y sean su voz.

Petro pretende mover su agenda con la visión del Estado como el actor principal.  Pero como nos lo recuerda el profesor James Robinson en su último libro El corredor estrecho, Colombia es un país con un Estado y con una sociedad muy débiles. Y de acuerdo con su planteamiento, el desarrollo sostenible de un país requiere de que ambas partes tengan un poder fuerte para controlarse mutuamente, pero sobre todo, para colaborar.

Esta realidad no cambió con Duque su antecesor. No es difícil entender que para Petro y su grupo, les va a quedar cuesta arriba desconocer, que un Estado débil, es una barrera muy grande para implementar su ambiciosa agenda de cambio que quiere imponer.  Y hay que sumarle otra realidad. Petro  como alcalde de Bogotá, demostró una debilidad muy marcada para liderar su equipo y lograr la ejecución del plan que propuso en esa época...

El tema le va a ser más difícil, porque en ninguna parte de su agenda de campaña, propuso fortalecer el poder de la sociedad, donde uno de los actores fundamentales es el sector privado, responsable de generar riqueza para hacer crecer una economía con más recursos para cubrir las crecientes necesidades de la sociedad. Pero esto no va ser posible  si no cuenta con el sector privado, y lo espanta y descalifica. Lo inteligente es tratar de buscar puntos de encuentro para colaborar  y construir un diálogo que beneficie a toda la sociedad.

La razón debería ser evidente e imponerse antes de que el daño se haga mayor. Apenas ha transcurrido un mes de este gobierno, que con sus acciones e improvisaciones, está mandando señales que están generando una preocupación  creciente. Pero si se acepta qué hay que enfrentar la realidad, a este gobierno le va quedar imposible desconocer  la complejidad de los temas internos y externos, que se suman a la debilidad institucional del Estado.

Esta situación también es una barrera muy difícil de superar solos, como ya comienza a aprender Boric en Chile, con la estruendosa derrota que sufrió la nueva Constitución que se quería imponer a las malas. Los cambios a la fuerza dentro del marco de la democracia no funcionan, salvo que se quiera acabar con ella. Como fortalecerla no es un tema visible  en lo propuesto por Petro en estas pocas semanas. Y este es quizás, el mayor reto de cambio que tiene el país.

Y finalmente hay otra consideración ante la avalancha de cambios que Petro quiere imponer con la complicidad de los políticos de siempre.

Hay un principio fundamental cuando se quiere lograr un cambio disruptivos en una organización, en este caso una tan compleja como es la sociedad colombiana, y es reconocer tres cosas fundamentales. La primera, el papel de la cultura y su historia. La segunda, la focalización en muy pocos temas a la vez. Pero también, como lo recuerda Ronald Heifetz, profesor de liderazgo de Harvard, reconocer las cosas buenas sobre sobre las cuales se deben de basar los cambios.

Si se violan estos  principios, la probabilidad de éxito es muy baja y la resistencia y el desgaste muy altos. Y el resultado es que las consecuencias sistémicas no esperadas, pueden ser más graves que los problemas que se querían resolver. No parece que estas consideraciones ni capacidades institucionales y personales, sean importantes para el gobierno actual, cuando son fundamentales para liderar los cambios que pretende lograr que requieren movilizar a muchos actores de la sociedad.

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