Los progresistas quieren a Peñalosa

Los progresistas quieren a Peñalosa

De Roux cree que Peñalosa es de izquierda

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octubre 24, 2013
Los progresistas quieren a Peñalosa

En una sorpresiva columna el concejal Carlos Vicente de Roux, ahora uno de los abanderados de la alianza entre progresistas y verdes, le dedicó cerca de tres páginas de análisis sobre la trayectoria y vida política Enrique Peñalosa. La columna deja la sensación de que de Roux se atreve a darle su visto bueno al exalcalde de Bogotá para todo lo que se viene en materia de elecciones presidenciales. Este es el análisis del concejal:

Entre Peñalosa y la izquierda no faltan puntos en común

Un balance del gobierno de Peñalosa ayuda a aclarar si hay bases para que el entendimiento entre los Verdes y Progresistas quede bien fraguado y aporte a una tercería capaz de aglutinar a buena parte de la izquierda y del centro.

La tercería de que tanto se habla podría convertirse en una reedición de los viejos frentes de izquierda si no se abre hacia el centro del espectro político. La unión entre el Partido Verde y los Progresistas podría garantizar esa apertura, pero está afectada por importantes diferencias ideológicas internas. En ese contexto, vale la pena repasar los obstáculos y oportunidades para la construcción de un emprendimiento común que surgen de la trayectoria y las posturas de Enrique Peñalosa, una de las figuras más destacadas de los Verdes.

El de Peñalosa –alcalde de enero de 1998 a diciembre de 2000– fue un gobierno de cambio, que se inspiró en la idea de que una ciudad moderna debe proporcionar transporte público eficiente y espacio público funcional a todos los estratos.

Peñalosa ayudó a ponerle coto a ciertos poderes fácticos de gran influencia en el Distrito: transportadores (más exactamente, los beneficiarios de las licencias para operar rutas del transporte público), urbanizadores piratas, comerciantes informales y algunos sindicatos de entidades distritales.

Su gobierno le metió una estaca en el riñón al transporte tradicional al lograr que parte de los licenciatarios de las rutas migraran a Transmilenio, y en vez de quedarse cobrando una renta a los pequeños propietarios de buses se convirtieran en dueños de los articulados y prestaran directamente el servicio. Sin embargo, los contratos con ellos no fueron muy equilibrados para la ciudad y redundaron en la concentración, no en la democratización, del negocio de la movilidad. En todo caso, se promovió el transporte público frente al privado, se reorientó la sobretasa a la gasolina hacia la financiación de su infraestructura, antes que hacia las vías para el automóvil particular, y se evitó que éste invadiera andenes y plazas.

Para esa época había perdido fuerza el urbanismo ilegal, por motivos demográficos. Aún así, se dio impulso a la formalización (legalización de títulos, servicios domiciliarios…) de los barrios construidos por urbanizadores piratas. Asimismo, se sacó al pequeño comercio informal de calles y avenidas, haciendo valer el derecho ciudadano al espacio público. Pero los vendedores no fueron apoyados para ganarse la vida sin incumplir la ley.

Peñalosa creó los colegios en concesión, que se entregaron a fundaciones privadas en modernas infraestructuras. En ellos se han implantado formas de gestión que contribuyen a la calidad académica y crean una línea de contraste con los demás planteles, que propicia la emulación. Pero al comparar los resultados de unos y otros, habrá que tener en cuenta que los de concesión son de jornada única, y que hasta cierto punto se reservan el derecho de admisión de los niños, lo que mal podrían hacer los otros colegios distritales. Por otra parte, las concesiones pueden estar operando en un contexto de sobreoferta de docentes, adverso a la elevación de la remuneración y al reconocimiento social a los maestros.

Como los Fondos de Desarrollo Local gastan centenares de miles de millones en proyectos repetitivos y de bajo impacto y hay mucha corrupción en su manejo, el ex alcalde montó unas oficinas de control de su contratación, adscritas a las Secretarías. Aunque no exentas de problemas –trámites lentos, insuficiente transparencia–, las UEL, como se llamaron las oficinas, pusieron algún orden en esa contratación. Clara López las desmantelaría, sin acudir a ningún mecanismo alterno.

El gobierno de 1998-2000 fue amigo de la naturaleza, pero más de la intervenida por el hombre, la de parques y alamedas, que la de los humedales y los cerros. Cuando el crecimiento de la malla vial creó problemas ambientales, como en el caso de la ALÓ, la administración no dudó en decantarse por la expansión de la infraestructura. En teoría, Peñalosa se inclinó por un modelo de ciudad compacta, no conurbada con las cabeceras de los municipios vecinos. Pero fue partidario de urbanizar el llamado borde norte, hasta el límite del Distrito, para contento de los gremios inmobiliarios.

Buscó, sin conseguirlo, vender la ETB, y mediante la descapitalización de la Empresa de Energía obtuvo recursos para invertir en infraestructura. Ambos temas, la privatización y la reducción del capital de empresas públicas, son muy sensibles para la izquierda y tendrán que ser muy debatidos en la alianza Verdes-Progresistas.

Como cabeza de la administración, Peñalosa procuró rodearse de buenos ejecutivos y fue un gerente dinámico y acucioso, que tenía en la cabeza todo el mapa de la gestión distrital. Sin embargo, puso al frente de algunas entidades –por ejemplo, la Unidad de Servicios Públicos o el Acueducto– a personas que terminaron involucradas en actos de corrupción.

Un punto de fuerte coincidencia con la izquierda, posible base de un entendimiento de largo plazo, es la preocupación del ex alcalde por atender digna e igualitariamente a toda la población, respecto de necesidades como la movilidad, el espacio público y la educación.

No obstante, a Peñalosa parecen dificultársele dos cosas. Percibir las tensiones entre el interés público y el de los empresarios privados en muchos casos concretos, lo que se hizo evidente en mega contrataciones del Distrito.Y ser sensible a los derechos sociales de los servidores públicos y de los grupos vulnerables afectados por políticas de interés general, que requieren de medidas de protección compensatoria.

Habla mal del ex alcalde que se haya dejado apoyar de Álvaro Uribe en su última aspiración electoral. Y bien que respalde el proceso de paz y no haya cedido a las presiones del ex presidente para incorporarse al Centro Democrático. Se quedó en el Partido Verde, aunque su centro de gravedad se ha corrido hacia la izquierda y a pesar de la urticaria que eso causa a sus amigos. Definitivamente, su corazón tiene por lo menos un ventrículo en el lado zurdo del pecho.

Columna publicada en: carlosvicentederoux.org

Fotos Portada: LA FM

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