Sin negar que hay elementos que representan a una minoría y que están fuera de la ley como de la vocación, que se autodenominan, “profesores”, “docentes” y para este documento se van a tomar como igual, no quiere decir que a los profesores en general se les pueda llamar “violadores” o “adoctrinadores”.
Estos son calificativos desarrollados de un tiempo para acá para manchar aún más la carga de ser docente en Colombia, ya sea en colegios o en universidades.
No se puede desconocer los casos de profesores que abusan de su trabajo para agredir o reducir a estudiantes en aras de favores sentimentales y sexuales. No se puede negar que existen “docentes” que utilizan su poder para amedrentar a estudiantes, así como los hay que influyen políticamente con sesgos a los educandos.
Pero de ahí a afirmar que los docentes son adoctrinadores porque desarrollan pensamiento crítico, abusadores porque hablamos de educación sexual o mamertos porque criticamos con argumentos la negligencia del Estado es una narrativa corrosiva, negativa, oscurantista promovida por la ignorancia y por los poderes disfrazados que sustentan los medios de comunicación en Colombia y en el mundo.
En Colombia a los profesores los matan por pensar; por exigir, los echan; sin olvidar que, desde el capital humano, (igual que la enfermería) son profesiones con pésimo retorno, es decir, son profesionales en promedio con salarios precarios. Acotando el poco reconocimiento por parte de la sociedad a pesar de que ambas profesiones somos los que enseñamos a leer y a escribí como cuidar cuando enfermamos.
Al abusador que se le compruebe, a la cárcel; al adoctrinador que se le compruebe, que lo expulsen. Los profesores somos mediadores del conocimiento, somos ampliadores del acervo científico, somos el pivote de una civilización.