Los problemas del uribismo con la historia

Los problemas del uribismo con la historia

A propósito de Mario Javier Pacheco y Alfredo Rangel, dos de los candidatos para dirigir el Centro de Memoria Histórica

Por: Camilo Insuasty
octubre 12, 2018
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Los problemas del uribismo con la historia
Foto: Felipe Restrepo Acosta - CC BY-SA 4.0 / Biblioteca Mario Javier Pacheco / Congreso Visible

Hace unos meses estuvo sobre la mesa de la opinión pública la configuración de la Comisión de la Verdad como uno de los resultados directos de los acuerdos de La Habana. Opiniones iban y venían, el padre Francisco de Roux recibió diversos calificativos por parte de seguidores del uribismo y hasta un vídeo en donde él realizaba una intervención fue editado maliciosamente para desprestigiarlo. Hasta ahí todo normal en una polarización enfermiza y casi que barrista (pareciese a veces que los asuntos políticos del país se tratasen como en la tribunas de un estadio lleno de fanatismo y a punto de hacer ebullición), pero lo realmente llamativo en ese entonces fue la declaración de José Obdulio Gaviria, el cual aseguró que la Comisión de la Verdad no haría lo que se le viniera en gana y no reescribiría la historia a su antojo. Me pregunté entonces: ¿cómo se hace para reescribir algo que ya está debidamente sustentado? En este caso la historia, causas y efectos del conflicto armado colombiano.

La objetividad es una virtud difícil de alcanzar y a no ser que seamos periodistas venidos de tierras europeas en búsqueda de adrenalina, es natural y sano a su vez que cada uno de nosotros tenga inclinaciones políticas, económicas y existenciales en un contexto tan diverso y complejo como el colombiano. El problema está en llevar dichas inclinaciones a un plano de interés común y general, en este caso el de preservar la memoria histórica de uno de los capítulos más oscuros y dolorosos de nuestra historia: la guerra de mediados del siglo XX hasta nuestros días.

Uno de los más grandes problemas que presenta el uribismo es su negación constante de la existencia de un conflicto armado interno en Colombia. Para el uribismo, con su visión reduccionista de la historia, hablar de conflicto armado es sinónimo de un discurso adoctrinado por el comunismo. Falso, la historia ya está escrita y es la misma tanto en las facultades de las universidades públicas como de las universidades privadas de índole religioso. El conflicto colombiano de mitad de siglo XX (guerra de guerrillas) presenta causas, factores y orígenes netamente sociales: problema agrario: colonización, baldíos, titulación de predios, condiciones laborales en las grandes haciendas, expansión de la frontera agrícola y posteriormente la bonanza cocalera; a su vez de las condiciones políticas como la exclusión de la participación de otros actores diferentes a los partidos tradicionales y el contexto internacional inmerso en ese entonces en la guerra fría. Estos son factores netamente sociales (y políticos) los cuales dieron origen al conflicto armado de mitad del siglo XX y el cual vivimos hasta nuestros días.

En contraposición a esta realidad debidamente sustentada, incluso por académicos extranjeros (colombianólogos) venidos de Francia, EE.UU. y el Reino Unido, está la noción uribista de la historia: no hubo tal cosa como un conflicto armado interno sino una amenaza terrorista contra la democracia y las instituciones, noción inspirada en el discurso antiterrorista estadounidense después de los ataques a las torres gemelas. Esta visión ambigua se queda corta para analizar la guerra en Colombia, pero además presenta una importante debilidad teórica: ¿qué es el terrorismo?, ¿un fin o un medio? Uno puede pensar que esta perspectiva del mundo es utilizada por el uribismo de manera pragmática apelando a las masas, pero ¿si no es así? ¿Y si el uribismo realmente cree como verídica su versión de la historia en contravía de lo sustentado por la academia a lo largo de estas cinco décadas? Sea cuál sea la respuesta, el discurso uribista sigue vigente, Ernesto Macías anunció en su discurso el pasado siete de agosto que en Colombia no había conflicto armado interno. Lo dijo una persona que ni siquiera quiso pasar por una universidad para tener una formación histórica elemental sobre Colombia y además lo dijo en medio de un posconflicto enredado y difícil.

Lamentablemente el reduccionismo hoy quiere cooptar al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), el cual nació de la ley de víctimas del 2011 y ha recopilado, organizado y publicado trabajos testimoniales y académicos de diversas temáticas en torno al conflicto colombiano: violencia sexual en el conflicto , violencia estatal, violencia guerrillera, violencia paramilitar, factores económicos y territoriales en disputa, episodios puntuales como las tomas guerrilleras o la masacre del Salado y muchos otros documentos al servicio de la sociedad colombiana en aras del entendimiento del conflicto colombiano.

Pues bien, con la llegada de Iván Duque a la Casa de Nariño es lógico que personas adeptas a la postura uribista ostenten los cargos administrativos y burocráticos de toda índole, y el Centro Nacional de Memoria Histórica no está ajeno a ello. Alfredo Rangel y el historiador (paradójica profesión) Mario Javier Pacheco García son algunos de los candidatos que aspiran a dirigir el CNHM. El problema no es que sean uribistas, el problema es si podrán desligar su doctrina política de algo tan importante como la objetividad en el tratamiento de la historia. Pacheco García no solo manifestó la peligrosa afirmación de que el CNHM estaba infiltrada por las Farc, afirmación susceptible de análisis penal y disciplinario, sino que sostiene que la entidad debe corregir su tendencia de culpar al Estado y las Fuerzas Militares, ya que se ha pretendido minimizar los horrores de las Farc y echar la culpa de estos al Estado y el extinto grupo criminal de las AUC.

Es desconcertante esta postura viniendo de un historiador, además demuestra el escaso conocimiento de los trabajos de la CNHM en los cuales se ha documentado las diversas modalidades bélicas empleadas por los distintos grupos partícipes del conflicto armado, los objetivos de dichas acciones bélicas, los segmentos de la población afectados por tales acciones, la mutación de los actores armados dependiendo del contexto histórico y social de cada década entre otros. Por solo citar un ejemplo, en el texto Guerrilla y población civil no solo se aborda los orígenes de las guerrillas liberales y las autodefensas comunistas sino las acciones que estas realizaban en sus zonas de influencia de ese entonces: asesinato de contradictores del movimiento, despojo e invasión de tierras, ajusticiamiento de pobladores por simple sospecha, emboscadas y ataques a la Fuerza Pública entre otros, y eso que solo son los inicios del movimiento guerrillero.

Ingenuo es pensar que la insurgencia tiene un lugar de privilegio en el análisis académico e histórico del conflicto y es que aquí viene un problema que considero crucial en la discusión: las cifras. No solo en los trabajos del CNHM sino en diversos documentos académicos se estipula que el conflicto de mitad de siglo XX ha dejado hasta el momento 250.000 víctimas, ocho millones de hectáreas despojadas, sesenta mil desaparecidos y unos seis millones de desplazados, o como diría José Obdulio: migrantes internos. De esas cifras la guerrilla tuvo mayor incidencia en los secuestros, toma armada a poblaciones, asesinato, ataques con explosivos, afectación a infraestructura tales como puentes, carreteras, oleoductos y torres eléctricas, pescas milagrosas y extorsión.

Por su parte el paramilitarismo tuvo una mayor participación en masacres, asesinatos selectivos, tortura, despojo de tierras y desplazamiento. Ambos grupos en disputa permeados por el narcotráfico en diferentes sus diferentes cadenas. Por su parte las FFMM actuaron en complicidad y coordinación con grupos paramilitares en la perpetración de diversos delitos. Todos los actores del conflicto tienen culpas a sus espaldas, las cuales están debidamente documentadas. Parece ser que lo que molesta es que el paramilitarismo presenta niveles e índices más altos en acciones criminales sobre la población, ojo que niveles más altas no es excluir a la contraparte de los mismos crímenes.

Habrá que ver qué noción de la historia nos quieren presentar José Obdulio y el historiador Pacheco, habrá que ver qué elementos teóricos, estadísticos y testimoniales usarán para desvirtuar esa historia del conflicto que parece molestarles tanto. El historiador Pacheco deberá enfrentarse al dilema entre el profesionalismo y objetividad y sus posturas políticas. Habrá que ver si la aversión por los sectores de izquierda que claramente Pacheco manifiesta en su cuenta de Twitter no le jugará en contra del papel y la responsabilidad con el país que debería desempeñar si es elegido como director de la entidad. Mientras tanto, la historia ya está escrita y se sigue escribiendo con veracidad y responsabilidad, argumentos tan débiles como: “el que gana las elecciones es el que pone la gente” o “acá no se van a mostrar a los malos como buenos y a los buenos como malos” serán infructuosos ante la realidad del largo conflicto colombiano que todos sin excepciones hemos padecido.

 

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