No cabe duda de que nuestro país es uno de los mas desiguales del mundo y la violencia que se ejerce contra algunos grupos sociales pone en evidencia cómo la reacción de las autoridades está fuertemente influenciada por la situación socieconómica de las victimas.
El caso de Natalia Salazar es un ejemplo reciente de ello. Hasta donde se sabe, la estudiante de la Universidad Icesi estaba en una reunión con sus amigos, pero se perdió rastro de ella desde el momento en que se dirigía a su casa en un carro Kia Picanto. Desde lo ocurrido, su familia ha utilizado su capital social y económico para encontrarla.
Ahora bien, las recientes declaraciones de la gobernadora del Valle, donde ofrece una recompensa de hasta de cien millones por información que permita dar con el paradero de Natalia, nos muestran una vez más cómo la desigualdad en Colombia se evidencia hasta en las reacciones de las autoridades.
¿Por qué no se ofrecen estas cuantiosas sumas cuando desaparecen otro tipo de mujeres? No cabe duda, Natalia es una mujer privilegiada económicamente, no es negra, ni trans, ni indígena.
Por otro lado, el caso de la niña Sharol Carmona del barrio Melendez, desparecida hace ya varios días, ha pasado desapercibido y, peor aún, la gobernadora poco ha dicho al respecto.
Esto nos deja mucho que reflexionar, dado que evidencia la jerarquización estatal de la vida, pues unas valen más que otras. ¿A quién le importan realmente nuestras desparecidas?