Como ya es tradición cada 28 de junio se celebra el día mundial del orgullo gay, sin embargo, el calendario se ajustó para que en las principales ciudades de Colombia el desfile se celebrara el fin de semana. Fue así como el domingo 1 de julio miles de manifestantes se dieron cita en una multitudinaria, colorida, alegre y diversa manifestación del orgullo gay. El principal mensaje salta a la vista: estar ahí sin importar diferencias de sexo, origen, edad o género, en otras palabras, “la diferencia nos une”. Miles de personas enarbolando banderas con el arcoíris, símbolo de la diversidad, desfilaron alegres, cogidas de la mano, danzando, como expresión de la solidaridad o de la fuerza política que ha venido conquistando poco a poco derechos, aunque aún falte mucho por trabajar, y sobre todo, falte vencer las barreras de la homofobia y la transfobia o de todas las “fobias” a las que la comunidad culturalmente se expone.
Fue gratificante ver a una pareja de hombres extranjeros llevando en un coche a sus pequeños, usando una camiseta negra que con letras de fondo de arcoíris decían: “Hey”. Además, la emoción nos asaltó cuando a la altura de la calle 32 con 7, sentadas con sus dos pequeños entre los 3 y 5 años, estaban ellas con sus gorras negras con la bandera del orgullo gay.
Colombia aún está lejos de vencer la estructura arquetípica familiar judeocristiana. De hecho, muchas de las parejas colombianas desfilaron con sus perros llevando alusiones al orgullo gay, y es que no es para menos, los amigos de cuatro patas como los perros o los gatos hacen parte de las familias sin importar el sexo o el género. No obstante, para la mentalidad medieval de medio país, dos hombres no pueden darle amor a otro ser humano. Sí, yo y mi perro constituimos una familia, y lo ideal es que dos hombres o dos mujeres pudieran adoptar a otro ser humano. De hecho, muchas mujeres han sacado adelante a sus hijos sin que por ello los hijos deban elegir un género diferente al que ellos deseen.
“La educación nos trata con vergüenza nosotros respondemos con orgullo”: Colombia también está lejos en materia de una educación inclusiva que supere los prejuicios morales sobre la diversidad de género. Sin embargo, es gratificante ver familias enteras apoyando a sus hijos en este tipo de manifestaciones. En la de este domingo pudimos apreciar a un padre que llevaba de la mano a su hijo hombre, aún adolescente, con una clara identidad de género que expresaba en su ropa y la bandera, acompañado de su hermana menor y la madre. Todos felices de saber que en el amor no pueden existir barreras de género.
“Chicas gustan de chicas, chicos gustan de chicos, nada nuevo”: con este frase el colectivo que lo llevaba respondía a un realidad que pretende ser puesta en el tabú, estigmatizada como algo moralmente malo, como si la humanidad pudiera esconder esa condición natural y cultural de la especie humana. Desde los relatos bíblicos, pasando por la antigüedad helénica, romana, hasta la actualidad, incluso entre los grupos aborígenes americano, es factible encontrar el amor entre chicas o entre chicos. No obstante, las disciplinas como la psicología y la psiquiatría lo convirtieron en una enfermedad; la iglesia y los Estados pretenden “heteronormalizar” la diversidad; la cultura machista oprime la libertad de amarse unos a los otros.
De ahí que, la marcha del orgullo gay se convierta en una manifestación política de quienes defienden la diferencia. Cuando nacemos dentro de una cultura hay cosas que nos son dadas (lengua, origen, nacional), otras tantas biológicas (como la estatura, el tipo de sangre, el color), pero cuando crecemos hay cosas que nosotros podemos elegir: qué estudiar, de quién enamorarse, con quién vivir, qué comer, a dónde viajar, una identidad, sí, de género también. Ahí es donde empieza a configurarse el sujeto político que decide, que no se deja imponer. Me sorprendió una pareja de chicos judíos, ataviados como tal, que llevaban con orgullo un cartel que decía: ¡judío y gay! Creo que eso traduce un grito por el sentir más genuino del ser humano sobre las culturas que quieren asfixiarnos.
