Los primeros días de Gustavo Petro

Los primeros días de Gustavo Petro

En los primeros días se ve una puja entre Petro y los petristas, que, centrados en sus propios intereses, han mostrado los dientes frente a las propuestas de campaña

Por: Sandra Liliana Pinto Camacho
agosto 16, 2022
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Los primeros días de Gustavo Petro
Foto: Leonel Cordero

“Si yo me hubiese dedicado a la política habría muerto hace mucho”:

Sócrates

Para poder hacer un análisis de los primeros días de la presidencia de Petro con una adecuada perspectiva, podríamos retroceder dos milenios en la historia de la humanidad, más específicamente de los sistemas de gobierno, hasta la antigua Grecia en la que las sociedades comenzaban a preguntarse si el poder para gobernar lo debería ejercer la soberanía (kyrion), estar en el gobierno de la ley (nomoi), la constitución (politea), los oficiales o los ciudadanos.

Con la practicidad que caracterizaba a los griegos, éstos decidieron aplicar todas las formas a lo largo de muchos siglos variándolas de una ciudad-estado a otra, entregando el dominio político a un solo individuo cuyo poder era heredado (monarquía) o lo había tomado de manera anticonstitucional (tiranía); concediéndolo a una élite selecta de individuos (oligarquía) o a los ciudadanos varones, democracia (dēmos), considerada la mayor contribución de los griegos a la civilización.

“Los ciudadanos representaban probablemente un 10 ó 20% de la población de la polis, y se ha calculado que, de éstos, tan solo 3.000 participaban activamente en la política. De este grupo, puede que tan solo 100 ciudadanos, los más ricos, más influyentes y los mejores oradores, dominaran el escenario político, tanto frente a la asamblea como entre bastidores, en reuniones políticas conspiratorias privadas (xynomosiai) y otros grupos (hetaireiai)”[i].

 - Los primeros días de Gustavo Petro

Era común que al dēmos lo convenciera fácilmente un buen orador o los líderes populares (demagogos) dejándose llevar por sus emociones. La mejor muestra de esta “manipulación emocional” que además se consideraría la más injusta decisión de la historia tomada por el pueblo, sería en contra de un filósofo, Sócrates, en el mes de Targelión[i], entre mayo y junio del año 399 antes de nuestra era.

Sócrates sería juzgado por sus vecinos, sus alumnos, gente con la que había convivido y a quien conocía muy bien. Y aunque el pueblo lo sentenciaría al exilio acusado directamente de corromper a la juventud e indirectamente de oponerse a la tiranía de Critias sobre Atenas, el excelsísimo filósofo no lo aceptaría prefiriendo la muerte con sus propias manos mediante la famosa ingestión de cicuta alrededor de sus 70 años.

“Desde joven mostró una inteligencia prominente y un sentido de la ironía muy agudo, y poco a poco fue haciéndose famoso por las clases que impartía a los jóvenes nobles que se juntaban con él, en las que, contrariamente a lo que uno podría esperar, Sócrates no discurría ni daba clases magistrales, sino que preguntaba y preguntaba y preguntaba, obligando a sus discípulos a pensar y a llegar ellos mismos a sus propias conclusiones. Este método retórico se llamó posteriormente «método socrático» en honor al filósofo[ii].”

Es particularmente relevante que a pesar de que la sociedad griega de la época no era muy diferente a la actual respecto al interés por asegurar bienes terrenales como el dinero o derivados de la divinidad como el reconocimiento o el poder, Sócrates no ocupo tiempo en acumularlos ni consagró su vida a la fama o la riqueza.

Serían sus discusiones en las que cuestionaba a sus interlocutores a partir de lo incontestado respecto a sus preguntas, llevándolos  a sentirse burlados o sumergidos en la duda de sus propios principios, valores o convicciones, lo que lo llevaría a su condena dada su extraordinaria capacidad de desarrollar el “pensamiento crítico” al que tanto temen los gobernantes.

Y es que entonces y ahora, es potestad de quien lidera el gobierno contar la verdad de la historia; escoger las políticas que regirán su Estado y, por supuesto, propender por la protección de sus intereses y de los de aquellos que lo erigieron como gobernante.  Y será menester que todo aquel que se les oponga corra el riesgo de ser acusado y sentenciado sin mediar defensa posible.

Gustavo Petro no es la excepción.  Su discurso demagógico, que lleva al éxtasis a quien lo escucha, no ha mostrado cambios desde la campaña por lo que diría que ha sido coherente con las decisiones que ha tomado en estos primeros días.

Sin embargo, la mayor amenaza parece ser representada por los petristas quienes, centrados en la defensa de sus propios intereses, ya han mostrado sus dientes frente a propuestas de campaña apoyadas por el actual presidente como la disminución de los salarios de los congresistas; criticando algunos de sus nombramientos así como mostrándose en contra de una cuantas primeras decisiones de sus ministros, manifestando públicamente su inconformismo frente a acuerdos internos, dejando ver los trapos sucios más allá de la lavandería interna.

Resultó particularmente vergonzosa la forma en que se desarrolló la elección de la presidencia de la comisión séptima de la Cámara de Representantes en la que el público fue testigo de la puñalada rastrera que Agmeth Escaf propinó a Mafe Carrascal, obligándola a beber la cicuta de la decepción con la que aprendería que la forma de ganar es la misma utilizada por su jefe de partido, aliándose sin pudor, con los políticos tradicionales quienes, al ganar, llegarán como hienas a pedir el pago de su apoyo.

El mismo Petro, en respuesta a Daniel Coronell en un tuit del 6 de enero de 2018 en el que el periodista advertía la condición cuasi religiosa del petrismo que los lleva a considerar enemigos a muerte a aquellos que se les oponen, expresaba el interés que no pudo evitar que sucediera como condición sine qua non para llegar a la presidencia de la República:

“El petrismo no existe ni me interesa que exista. Quiero un movimiento progresista abierto al pensamiento, no sectareo, que sepa desarrollar movimientos sociales en Colombia y ayudar a construir la Democracia multicolor. Por eso en mi gobierno se respetará su canal y sus opiniones”.

[i] Llamado así por las fiestas Targelias que se celebraban en honor de Apolo, el hermano de Artemisa, el dios purificador por excelencia.

[ii] La muerte de Sócrates, Descubrir la Historia, https://descubrirlahistoria.es/2022/01/la-muerte-de-socrates/

[iii] Gobierno de la antigua Grecia, Mark Cartwright, 2018.

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