Cuando no existe una conciencia social, la cual implica, sí o sí, pensar en el bien común, el infantilismo aflora hasta en los sujetos que están en la etapa del adulto mayor.
Ello es propio del sujeto egoísta que, a pesar de pasarle los años, lo sigue habitando el niño que nunca se desarrolló en él, gracias a la sobre protección recibida y la maniquea formación que, la más de las veces en Colombia, fue la iglesia católica quien se encargó de formar en este una moral donde, antes que ilustrar el bien y el amor de Dios para todos, en su proceso de control de almas, procuró dividir lo “bueno” (azul) de lo “malo” (rojo) para su beneficio y afanada perpetuidad.
Festejar el mal ajeno con plena consciencia y alevosía, es propio del sujeto que pensando en su beneplácito delata en su risa su capacidad de maldad, con tal de lograr lo que caprichosamente quiere para sí. Ello, antes que enunciar a un gobernante, evidencia la capacidad criminal de quien obra de dicho modo.
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Sin embargo, un hombre grande y siempre humilde, nos dejó en el legado de una de sus canciones, que “la vida es un baile que con el tiempo damos la vuelta”. Por más que se quiera reír el sujeto infantil del “mal ajeno”, también en dicho festejo expone su temor real a que las cosas se están saliendo de su supuesto control, en la medida que, si existe un liderazgo que está pensando en el bien común, manifiesta en cada paso que da, el taimado obrar de quien de palabra dice, pero en su obrar se contradice.
Colombia hace parte hoy del progreso, detona con Gustavo Petro el feudalismo que ha acompañado al país en los doscientos años de conservatismo, dado que el liberalismo que gobernó dentro de ese periodo, se había quedado corto en las propuestas sociales que exige el país.
El infantilismo de algunos sujetos de la esfera política y de quienes se alimentan del odio que el niño quiere contagiar a los que le hacen su venia por temor a su rebeldía, es a la luz de una crítica social, el ocaso del poder de quienes pensaron que todo tenía que ser como su acomodada y mal criada gana imponía.
Mientras la era de Uribe entró a gobernar con violencia y guerra, a través de su socarrada “seguridad democrática”, la era de Petro entra con la Paz Total, pensando en cada paso que da en el bien común, 180º opuestos a una política donde reinó el miedo, el desplazamiento y el desbordamiento de los grupos al margen de la ley, dado que, al estar persiguiendo solo a su enemigo, los problemas sociales tomaron el rumbo que hoy Gustavo Petro busca frenar en una mesa de diálogo.
180º de cambio en 30 días de gobierno es más que suficiente para tomar una muestra de lo que se quiere para un país que votó por la paz.
Por ello, la posición madura frente al berrinche del niño, del infantilismo del exgobernante azul y de todos los que hoy hacen fuerza para que este nuevo gobierno y la izquierda en el Cono Sur no alce vuelo, como la buena cometa, es centrarse en la tarea de trabajar por el bien común, la desaceleración del desastre ecológico y la recuperación de la dignidad del hombre en el trabajo, dado que a punta del egoísmo de los accionistas y las corporaciones globales, quienes piensan solo en su riqueza, no se han percatado de que en Colombia también la explotación del hombre que promueve el discurso capitalista, mata el espíritu, borra los sueños y nubla la alegría.