LA PALABRA DEMOCRACIA TIENE SU ORIGEN EN LA ANTIGUA Grecia y el sentido etimológico lo explica todo: demo (pueblo), cracia (poder): ¡El poder del pueblo o gobierno del pueblo! Esa es la esencia de esta palabra tan vilipendiada y que ha sufrido tantas distorsiones estructurales en su interpretación y en su aplicación.
En este orden, la Democracia sería el sistema más adecuado y civilizado de convivencia, que sustituye la ley de la selva y en el papel las pretensiones dictatoriales. Tal como está constituida, sería el sistema más idóneo para lograr la paz política y la justicia social dentro de un conglomerado humano. No es un sistema perfecto, ni tampoco infalible, la Democracia no evita los defectos per se, ni soslaya la corrupción, la sedición o el levantamiento debido a las inconformidades naturales que genera el sistema. Precisamente, tiene tan buen diseño, que permite disentir y expresar libremente nuestro pensamiento, sin ser objeto de represiones o acallamientos.
En una verdadera Democracia, el sistema obliga tener un balance de poderes, exige unos pesos y contrapesos que en teoría neutraliza los apetitos desbordados de una clase política insaciable y codiciosa. Igualmente es necesario tener; una oposición propositiva, serena y reflexiva. Contrario a lo que se piensa, la polarización per se, no es mala, es algo inevitable cuando la política es tomada por la pasión y el sectarismo; cuando la emoción es más fuerte que la razón y los correligionarios son barras bravas donde la idiotez subyace a la sensatez. La polarización es un desfogue emocional necesario, cuando la ideología se encuentra por encima del razonable consenso o supera la concertación multipartidista con un objetivo plural y un proyecto común de país.
Asi las cosas la Democracia se ve pervertida cuando es cooptada por los "Poderes Fácticos" que son las fuerzas que se encuentran por fuera de la institucionalidad y ejercen una gran influencia sobre el estado. Ellos pueden ser; la iglesia, la banca, los medios de comunicación, los grandes grupos empresariales y económicos coloquialmente llamados "Cacaos", dueños del aire que respiramos. Ellos mandan, imponen y eligen.
Estos poderes de hecho, estaban acostumbrados a darle línea al presidente de turno y a cogobernar desconociendo el poder del pueblo, que obliga el sistema democrático y nuestra carta constitucional. Se debe reconocer su aporte a la economía: crean riqueza (aunque mal repartida) y crean empleo, pero el Estado no debe dejarse subyugar. Los poderes fácticos no son malos per se y tampoco los podemos considerar nuestros enemigos, pero cuando sufren distorsiones, su apetito se amplía y sus tentáculos cooptan los poderes públicos; en este caso, si pueden resultar peligrosos para una Democracia.
Tampoco se puede desconocer que existen poderes fácticos que se ubican por fuera de la ley, como son la subversión con ausencia de motivación ideológica o los grupos multicrimen que se disputan las rentas ilícitas como la minería, el narcotráfico o la extorsión. Es tal la presión que estos grupos ilegales ejercen sobre el Estado, que este, se ve en la necesidad de negociar con ellos en la búsqueda de la paz.
Por supuesto, que si extrapolamos el tema y nos referimos al país vecino Venezuela donde entran a jugar y a influir los poderes fácticos internacionales, las potencias de uno y otro lado se disputan el recurso petrolero, que subyace en su subsuelo. Justo y razonable es pedir elecciones libres en este país, pero la libertad debe ser integral, debe funcionar de manera holística o sea elecciones libres de sanciones económicas y factores exógenos que imponen los poderes fácticos internacionales.
En nuestra imperfecta Democracia representativa, los congresistas son cooptados por los poderes fácticos y esto se da, porque bien sea sus campañas fueron financiadas por el gran manejo económico que tienen o porque el suprapoder intimida y, obliga a la obediencia debida de personajes que llegan a tan alta dignidad vacua, carentes de convicciones y faltos de una sólida formación política.
Así las cosas, periódicamente, casi 50 millones de Colombianos, nos vemos chantajeados por este gran poder empresarial que en este caso y con claras motivaciones políticas, llaman a un instrumentalizado paro camionero, que paraliza al país, cometiendo actos contradictorios que otrora eran adjudicados solamente a los "vándalos" y "terroristas".
Afortunadamente, hubo una solución oportuna, sin olvidar que el desarrollo del tren tiene la llave. Hoy es imposible dudar, que casi todos los poderes fácticos se encuentran conjurados o complotados en contra del cambio.