Conocí Qatar gracias a una escala de Qatar Airways en el trayecto Madrid – Katmandú. Escogí los vuelos de tal manera que llegaba al aeropuerto a las 7:00 am y salía a las 3:00 am del día siguiente. Por lo tanto, me quedaba una escala de 20 horas para salir a dar una vuelta por el país más rico del mundo. Como mi escala era tan larga, Qatar Airways me permitía hacer dos tours organizados por ellos mismos. Uno gratis, por Doha, y el otro por el equivalente a 120.000 pesos colombianos, llegando hasta el desierto en la frontera con Arabia.
Según su PIB per cápita, que es de US $129.512, Qatar fue el país más rico del mundo en 2017. Y la plata se nota en todas partes. En Doha, la capital, no se encuentra nada que tenga más de cinco años de viejo. El problema para alguien que viene de países más austeros es que el lujo de Qatar es directamente proporcional al valor de las cosas. Y a veces, el lujo es la única opción. Por ejemplo, en el aeropuerto vi un tinto y un croissant en promoción. Costaban 30.000 pesos. Por fortuna había un local donde pagando la misma cantidad tenían una barra de ensaladas y uno podía servirse todo lo que quisiera. Yo rebosé mi plato de tal manera que metí pollo, quesos, pasta, verdura, maní, yogur y arroz. Me llevé tres comidas en una sola.
Qatar es un país que quiere conquistar el mundo. Lo sentí desde que me monté al avión en Madrid. Desde que uno se monta es evidente el interés por hacer sentir bien al pasajero. La aerolínea, que es propiedad del gobierno, cuida iluminación, melodía de fondo, olor y ni hablar del trato de las azafatas. Todo está estratégicamente pensado para que el visitante se vaya hablando bellezas de Qatar. En el país pasa lo mismo. Qatar no solo quiere ganarle en todo a sus vecinos, sino que añora ser potencia mundial. Y van a lograrlo porque tienen con qué. No va a pasar mucho tiempo antes de que Doha sea superior a Dubai. Después de haber estado allá no tengo duda de que ese país va a cobrar gran relevancia en el escenario político mundial en los próximos años.
Hay un sentimiento de patria muy grande. A lo mejor es para conservar algo de su esencia en medio de tanta riqueza y tan repentina. Los qataríes son conscientes de que la plata les está diluyendo tanto su historia como su identidad y también se notan los intentos por conservarla. Valga la pena recordar que hasta los años setenta Doha no era más que un puerto pesquero, sin mayor proyección, en medio de un infernal desierto. La cara del rey está en todas partes. Al lado de las pantallas que anuncian los vuelos en el aeropuerto, en vallas, edificios, manteles, y literalmente, hasta en los platos de comida. Vi hasta el aeropuerto privado que usa. Es como si la veneración al rey fuera el elemento común que los une como nación. También es cierto que gracias a las ideas de los emires que han tenido, es que son el país más rico del mundo.
Lusail, la ciudad que está siendo construida especialmente para albergar la inauguración y la final del mundial de 2022 ha sido noticia. En el mundo occidental nos sorprendemos porque Qatar está construyendo una ciudad únicamente para la final e inauguración del mundial. La verdad es que ellos no están construyendo solo una ciudad para el mundial; están construyendo un país entero para el mundial. Y lo hacen, porque más que interesarles que el mundial quede bien organizado, les interesa descrestar al mundo entero ese año. El mundial es solo un instrumento.
Mientras estuve allá todo el tiempo se me vino a la cabeza Juan Pablo Iragorri, el paracaidista colombiano que vive un infierno en ese mismo país donde yo estuve. Durmiendo en el piso del aeropuerto, abrazado al único morral que tenía como equipaje, tuve hasta pesadillas, porque vi un anuncio que decía "Forre su maleta aquí con cinta adhesiva y evite que le metan droga". Ser encontrado con droga en Qatar puede significar hasta la pena de muerte, o en el mejor de los casos, cadena perpetua.
Lo que más me gustó de Qatar no fueron ni sus edificios, ni sus millones, ni su plata. Fue el olor del mar que se siente apenas se entra en contacto con el aire libre, al salir del aeropuerto. El mar del Golfo Pérsico olía igual que el de San Andrés, Santa Marta o Cartagena. Increíble pero cierto. Menciono también a Souq Waqif, el mercado de Doha, que es el único sitio que se siente con historia. Ahí, y tal vez en el desierto, fue donde más sentí que me acerqué al mundo árabe sin tanto adorno.
¿Que si vale la pena ir a Qatar? Pienso que eso va en la personalidad de cada quien. Lo que describo aquí debe ser lo mismo que se siente al ir a Dubai. Habrá gente a la que le gusta y a la que no. A mi, en lo personal, me parece que el poco tiempo que estuve fue ideal para ver lo que tenía que ver. Además que tampoco podría pasear allá por más tiempo porque el bolsillo no me da. En resumen, para describir a Qatar utilizo la siguiente metáfora: