Con la salida de la cárcel, en libertad condicional, de uno de los hermanos Nule, procesados por el famoso cartel de la contratación, se produjo una reacción visceral espumosa y rabiosa de impotencia ciudadana, al considerarlo una burla a la ley y al derecho punitivo.
Fragorosos combates verbales se libran en las redes y los medios: unos consideran que la ley es blanda y permisiva, ajustada por los legisladores para sus amigotes corruptillos y grandes contratistas, otros apelan al garantismo penal, la función de la pena de reinserción social y el cumplimiento de requisitos para acceder a este beneficio o la detención domiciliaria por haber descontado las 3/5 partes de la misma, equivalentes al 60% de la condena.
Sin embargo, lo cierto es que al momento del hecho la legislación punitiva permitía todos los esguinces y burladeros para reducir la sanción, salir muy rápido de prisión, muy jóvenes aún, con poco escarmiento y una gran suma de dinero guardada por testaferros. Urge un proyecto de ley anticorrupción ejemplarizante y draconiano, que cierre de una vez esta brecha de impunidad. Por lo pronto, nos queda el siguiente poema.
Éranse unos Nulecitos,
sin nadita que comer,
excepto caviar y platillos exóticos del mar,
además de todo lo que podían oler.
Bebían champagne Palmer Brut, vino y té, y los pobrecitos no encontraban qué beber ni que comer.
No tenían un ranchito en que vivir,
fuera de tres palacetes, cinco condominios y tres penthouse
en Europa, o Dubai ,tal vez.
Nadie, nadie, los cuidaba,
sino los contratistas, los hermano Moreno,
El CTI, la Fiscalía y la Procuraduría.. juntos a la vez.
Nunca tuvieron en qué sentarse,
Sillas y sofás del renacimiento utaliano,
Divanes de terciopelo y cojines de Bagdad,
traídos en sus viajes, por un tal Simbad.
Los pobres Nulecitos no tenían que vestir,
solo “Armanis”, “Valentinos”, “Guccis" e “Yves Saint Laurent”, y uno que otro “Hernando Trujillo” de vez en vez.
Tampoco tenían en que viajar
Solo un jet privado,
un Lamborghini, un Ferrari y un Jaguar.
Se murieron de mal de arrugas,
ya encorvados como un tres,
premiados por la delación,
lograron su expiación… ¡toditos a la vez!