Los pobres nadies: "calladitos se ven mas bonitos"

Los pobres nadies: "calladitos se ven mas bonitos"

Ellos, según los privilegiados, cometieron un error: querer ser alguien en una sociedad como esta

Por: Sandra Milena Polo Buitrago
mayo 10, 2021
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Los pobres nadies:

¿Quiénes son realmente los nadies? En el caso de Colombia, la mayoría. Sin embargo, eso no quiere decir que no existan de facto. ¿Y quién los representa? Nadie. Existen unos pretendidos voceros, que dicen que los representan o que dicen que no los representan, aunque hablan de sus necesidades (como lo ha hecho la Coalición de la Esperanza, que lleva ese nombre porque tiene la esperanza de llegar a palacio, de ser gobierno). Pero, por supuesto, esa mayoría colma las calles ahora y es asesinada a la vista de todo el mundo: en las redes circulan imágenes de los nadies corriendo, cayendo y dejando su energía y su vida en cada pavimento de las ciudades capitales y en los rincones más recónditos de Colombia.

Incluso, los medios de comunicación y las redes sociales los nombran, pero en realidad son seres sin fama individual; su fama les viene de ser uno más de la multitud. Es así como saltan a la fama. Esos nadies se ven como las muchas cabezas que aparecen en el billete de 1.000 pesos, único billete de su especie en Colombia, porque es el único que presenta, en su anverso, a los nadies, quienes en cabeza de Gaitán eran no un hombre, sino un pueblo. Y, paradójicamente, ese pueblo aparece en el billete de menos valor; es decir, el valor que aquellos que se autodenominan lo más selecto de la sociedad, lo más honorable y probo, la gente, el patriciado, la oligarquía centenaria, le ha asignado a los nadies. El menor valor de todos en el juicio de las elites políticas y económicas colombianas que, en toda su historia, los ha nombrado con distintos adjetivos: bandidos, vándalos, gaitanistas, guerrilleros, campesinos pro-Farc, bandoleros, el agua del pez, etc. Por eso, los líderes sociales, y políticos de los nadies caen, como cayó Gaitán, asesinado el 9 de abril de 1948. Desde entonces, la exclusión no ha parado, negándole así la identidad que deberían tener esos nadies, esos muchos que deberían ser el soporte de lo que las oligarquías suelen llamar, pomposamente, “democracia”.

Así los nadies, los excluidos, los jóvenes, mujeres y niños pobres, de Siloe, Bosa, Kennedy, Ciudad Bolívar, todos los lugares donde habita el proletariado, se han mostrado en el escenario para marchar, porque son ellos los que no tienen privilegios, porque como lo dijo despectivamente un estudiante de Uniandes: “las protestas son para la gente… pues de peor clase”; pero si ellos son la peor clase,  es porque el estado siempre los ha tratado como lo peor negándoles hasta la vida; desde su profundo odio de clase que dispara no solo palabras, sino balas sin piedad hacia cualquiera de esos Dilan, Santiago o Lucas, esos que podrían ser cualquiera de nosotros.

Todo esto que está sucediendo tiene un aire de familia con la exclusión histórica, es un claro reflejo de ella, es una fobia profunda a la pobreza y todos lo que ella representa, por eso la oligarquía dice: ustedes tienen derechos, pero también deberes, como si los excluidos hubieran incumplido y el estado elitista y oligárquico hubiese cumplido todo o siquiera algo. Por supuesto, los que llamo los nadies no son más que los pobres que salen a marchar, cansados de la pobreza y la imposibilidad de superarla. Ellos —según los privilegiados— cometieron un error: querer ser alguien en una sociedad en la que los nadies son eso: nadie, a menos que los llamen “el pueblo colombiano”; es decir, esas masas que sirven como fuerza de trabajo, caudal electoral, contribuyente, pensionado, cliente endeudado, “beneficiario del Icetex”, fiel de una iglesia —ojalá protestante (las que se autodenominan cristianas)—, ese pobre que calladito se ve más bonito, y que votando por los mismos se ve mejor.

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