¿Qué sería de todos los perdedores del mundo sin Facebook? ¿Qué pasaría de todos aquellos que se ven horribles en persona y que gracias a la red social encontraron su mejor ángulo, su único ángulo, ese en donde no se ven tan obesos, tan granosos, tan grasosos? Facebook es, para cientos de millones de freaks, la única manera de tener contacto con el mundo exterior. En Facebook nadie los calla, opinan, se sienten importantes y hasta se atreven a coquetear con una muchacha. A veces, incluso, les va bien.
En las últimas semanas he visto un rechazo absurdo hacia la red social. Primero fue la queja del nuevo algoritmo. Que dizque ya no podían encontrar a sus amigos en la página de inicio. Luego que se había vuelto aburrido. Por favor, decir que Facebook, esa puta adicción, es aburrido es tan cínico como que un yonkie acuse a la heroína de sosa. Todos estamos enganchados. El Facebook no se vuelve aburrido, los que son aburridos son sus amigos.
¿De cuándo acá la creación de Mark Zuckenberg nos hizo peores personas? En los ochenta, la época en la que todos presuntamente éramos buenos, los personajes más importante de Colombia eran un subnormal obeso de apellido Pacheco y Pablo Escobar, Sábados Felices –sí, ese esperpento- era el programa con más sintonía. Elegimos de presidente a un viejito con Alzheimer de apellido Barco y a uno de voz quebradiza que le tenía tanto miedo a Escobar que lo encerró en un resort. No podíamos denunciar los atropellos de los poderosos, ni las golpizas o desapariciones que perpetraba el F2 porque los dos periódicos más importantes del país le servían a los grupos económicos.
Para nosotros, los pobres, feos e inadaptados sociales, Facebook es lo único que tenemos. En este reino de la fantasía podemos mostrar nuestros pocos logros: una novia, que a pesar de sus 130 kilos se ve bien en un gran angular, un libro raro comprado de segunda, una ida a Guasca o a Starbucks. Incluso, en el mundo facebookiano, hombres sabios como Petro o Antanas Mockus han sido presidentes. En mi Facebook Vargas Lleras no tiene ninguna opción.
En la madrugada lo primero que veo son las polvaredas que generan
polemistas brillantes como Carolina Sanín o Maria Antonia Pardo,
o veo que artículo colgó mi ídolo Luis Ospina
Si su Facebook es una estupidez lo invito a que se rodee de mejor gente. El mío, que tiene 5000 amigos y un puñado de seguidores, es magnífico. Yo me levanto en la madrugada y lo primero que veo son las polvaredas que generan polemistas brillantes como Carolina Sanín o Maria Antonia Pardo. Le sigo la pista a las recomendaciones de Mario Jursisch o veo que artículo colgó mi ídolo Luis Ospina. Estoy pendiente de los proyectos de Iván Gaona o Johnny Hendrix y siento que es la única manera, más que leer los portales de moda, de medirle el pulso al país. Incluso he descubierto a nuevos poetas como el santandereano John F. Galindo o novelistas interesantísimos como J.J Junieles quien pronto publicará una novela sobre el paso de Marlon Brando por Cartagena a finales de los sesenta, cuando vino con Pontecorvo a hacer Quemada y dejó al vago del Salvo Basile por estos lados.
No le echen la culpa a Facebook de su propia estupidez. Cada quien tiene el Facebook que se merece