¿Los pobres colombianos se quedarán sin la gaseosita para acompañar el almuerzo?

¿Los pobres colombianos se quedarán sin la gaseosita para acompañar el almuerzo?

¿Los productores tendrán que reducir la cantidad de azúcar en sus bebidas? Varias preguntas y un panorama incierto que tendrá que explicar el Gobierno Petro

Por: Octavio Cruz (Centro de Pensamiento Libre)
septiembre 30, 2022
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¿Los pobres colombianos se quedarán sin la gaseosita para acompañar el almuerzo?

Con ocasión de la propuesta impositiva a las bebidas azucaradas, el programa Sapiens del Centro de Pensamiento libre-CPL, invitó a los expertos: PhD Serge Laurens, Psicóloga Sandra Leventhal y al PhD. Bernardo Useche; quienes abordaron la temática desde varios ángulos:

Durante los últimos 30 años han mejorado los criterios y los parámetros de la higiene de los productos alimenticios. Se han alcanzado unos mejores niveles de seguridad en la Unión Europea.

Se ha hecho progresos en EE. UU. vía las Agencias federales con funciones en la seguridad alimentaria, la FDA (Food & Drug Administration), o el Servicio de Inspección y Seguridad Alimentaria (FSIS, siglas en inglés) del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, siglas en inglés) siendo todos ellos esenciales para garantizar la seguridad alimentaria de Estados Unidos, además de las agencias estatales.

Desde el 2006 en los países europeos también están poniéndose las bases para establecer similares procesos para la consecución de determinados objetivos en la mejora de los parámetros nutricionales de los alimentos y de las bebidas (en concreto del azúcar, la grasa y la sal).

Pero también para la protección de los ciudadanos de otros aditivos y componentes utilizados por la industria de la alimentación, como es el caso del Bisfenol A (BPA).

En 1989, dos biólogos estadounidenses notaron la multiplicación anormal de células de control cultivadas en su laboratorio, demostrando la responsabilidad del bisfenol A, un estrógeno sintético utilizado en ciertos plásticos, que actúa como disruptor endocrino.

Desde entonces, el 93 % de los estudios financiados con fondos públicos han confirmado el hallazgo, pero la industria del plástico ha trabajado para desmentirlo a toda costa, alimentando efectivamente la polémica científica con otros estudios científicos, para limitar las medidas de prohibición, por más que toda la población está expuesta.

Cabe entonces la pregunta, ¿Estamos condenados a ignorar los efectos reales de estos productos?, esta instrumentalización de la ciencia con fines engañosos ha dado lugar a una nueva disciplina de investigación: la agnotología, literalmente, la ciencia de "producir ignorancia".

Existen una batería de recomendaciones, legislación y mecanismos regulatorios muchos de ellos emanados de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) o las Agencia de Seguridad Alimentaria y Nutrición en cada uno de los estados miembros de la UE, de igual manera encontramos normas de impuestos especiales e impuesto sobre el valor añadido y medidas de estímulo o desestimulo fiscal para los operadores económicos.

La Comisión actúa en pro de la seguridad alimentaria mundial y en apoyo de los agricultores, los ganaderos y los consumidores de la UE.

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El impuesto a las bebidas azucaradas es una medida adoptada por más de 70 países alrededor del mundo, incluyendo 21 estados de la región.

En palabras de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se trata de una política eficaz que busca prevenir las enfermedades no transmisibles, como los son la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, entre otras.

En Colombia, en el 2016, el entonces ministro de salud, Alejandro Gaviria, puso la propuesta sobre la mesa.

Pese a los argumentos técnicos presentados y el respaldo nacional e internacional por parte de instituciones académicas, la industria hizo la tarea, y varios congresistas hundieron la propuesta a punta de mentiras.

¿El debate ‘lo mataron’ antes de darlo? ¿Por qué el cerebro humano puede pensar?

En algún momento de la evolución comenzamos a cocinar, lo que nos hace aumentar el número de calorías y mantener el número de neuronas.

¡Calorías!, es la clave, aunque sea paradójico. ¿Solución y problema? Alimentación Industrial transformada, ah la evolución.

¡Para pensarlo, la próxima vez que comamos! Aunque para poder pensar hay que consumir calorías.

Pero el debate queda viciado, si solo se circunscribe a bebidas azucaradas. La industria alimentaria, utiliza en exceso sal, azúcar, Grasas y otros. Principalmente en productos bajo costo y que afecta la salud General.

Los Estados miembros también pueden aprovechar fondos de la UE, tales como el Fondo de Ayuda Europea para las Personas Más Desfavorecidas (FEAD), que sostiene las medidas de los países de la UE para facilitar alimentos o asistencia material básica a las personas más vulnerables.

Es definitivo, el azúcar causa una cantidad importante de disfunciones y enfermedades en el cuerpo humano, sin embargo, También se hace fundamental comprender el daño que genera en el cerebro.

La glucosa es la fuente de energía principal de donde las células del cuerpo extraen el ATP, la energía que le permite a cada célula funcionar.

En el cerebro la glucosa es fundamental para la regulación óptima de la neurotransmisión neuronal; se requiere niveles óptimos de energía para realizar funciones como el pensamiento, la memoria o la atención.

Por su parte la psicóloga y especialista en neurociencia Sandra Leventhal, del Colegio Colombiano de psicólogos se cuestiona:

¿Qué pasa cuando estos niveles no son óptimos y consumimos de sobra?

En un estudio de la universidad de California en Los Ángeles, se demostró que cuando hay un consumo excesivo de energía, el cerebro comienza a perder capacidades funcionales e inicia una oxidación acelerada, haciendo esto que las células se degraden y envejezcan más rápidamente, originando un declive en la función cognitiva y la memoria.

Según Novak (2020) la resistencia a la insulina y la diabetes son enfermedades ocasionadas por el consumo excesivo de azúcar y una dificultad adquirida por la incapacidad de procesar esta gran carga de glucosa y fructosa por parte del sistema metabólico.

Incluso mediante sistemas de imagenología funcional se ha evidenciado que el exceso de azúcar podría generar el encogimiento de neuronas y materia gris.

Incluso, los receptores que producen placer como la dopamina, se alteran en virtud del exceso, obrando esta sustancia como una adicción en el órgano cerebral, generando una necesidad cada vez mayor para producir el efecto placentero asociado a esta sustancia.

Una vez el cerebro se ha habituado a una gran carga de azúcar comenzara a necesitar más y más para generar dichas cargas de dopamina.

El azúcar impacta directamente el sistema mesolímbico, que es el sistema de premio y placer de nuestro cerebro otorgando una sensación momentánea de placer.

El elevado consumo de energía de alimentos con alto contenido de azúcar además de las calorías que estos alimentos representan generan una excesiva oxidación celular, originando un proceso de inflamación celular generalizado, dando origen a principales enfermedades degenerativas celulares como cáncer, ACV e infartos.

Esta situación hace urgente una regulación comprensiva y una educación profunda en el reconocimiento de aquello que representa alimentación de calidad y el cuidado frente al consumo excesivo de alimentos azucarados y bebidas con altos contenidos de azúcar y calorías”.

Sobre el impuesto a las bebidas azucaradas el Doctor Bernardo Useche Empezó  por decir que como ciudadano y como alguien que investiga y trabaja en el campo de la salud pública en general no está de acuerdo con los “impuestos saludables” y en particular es opuesto a que un impuesto a las bebidas azucaradas se apruebe en la reforma tributaria que se discute actualmente en el Congreso de la República.

Según el experto el impuesto a las bebidas azucaradas es una problemática compleja que debe ser analizada en primer lugar desde lo económico y definir a que sectores de la población afecta esta carga impositiva.

Y  en segundo lugar, desde la salud pública, es decir, analizar si el impuesto realmente contribuye al control de la obesidad y de las enfermedades asociadas como son la diabetes tipo 2 y los problemas cardiovasculares.

Desde lo tributario son las agencias financieras multilaterales, el FMI y la OCDE quienes vienen recomendando desde hace varios años los impuestos saludables con el propósito de aumentar el recaudo fiscal.

A manera de ejemplo, hay un documento de la OCDE de 2013 titulado “El rol de las políticas fiscales en la promoción de la Salud” que es bastante ilustrativo al respecto.

Los gobiernos que aceptan promover este tipo de impuestos los justifican con la defensa de una causa noble. La defensa del medio ambiente en los llamados impuestos verdes o la promoción de la salud en el caso de los impuestos a los alimentos procesados, y a las bebidas azucaradas.

Sin embargo, y a pesar de que se diga lo contrario, el propósito fundamental de estos impuestos al consumo es recaudar. Alejandro Gaviria siendo Ministro de Salud afirmó en 2016: “...el tema de impuestos, es más, por salud que por recaudos fiscales”. Pero a continuación planteó que esperaba un recaudo de $1,89 billones.

El presidente Petro hace unas semanas en reunión en Cali con alcaldes del litoral pacífico dijo que el impuesto a las bebidas azucaradas no es para “recaudar plata, sino es para que la gente no tome tanta gaseosa". Y su ministro Ocampo espera recaudar en 2023 $1,02 billones.

Preguntada sobre la utilidad del impuesto a las bebidas azucaradas Katherine Rich, quien lleva años investigando y debatiendo el tema en Nueva Zelanda, respondió de manera tajante: “Depende de la intención del gravamen. Si el Gobierno busca recaudar más fondos, es una forma eficiente de recolectar dinero porque el consumo no cambia mucho. Si el objetivo es reducir la incidencia de la obesidad o mejorar la salud pública, los impuestos a las gaseosas han sido un fracaso absoluto.

La gente simplemente paga más impuestos y afronta precios más altos” (2). Y en Colombia esto seguramente va a ser así porque como explicaba Juan Diego Oviedo, siendo director del DANE: “Casi el 40 % de los hogares del país tienen privaciones por no tener acceso a fuente de agua mejorada para cocinar los alimentos.

¿En esos escenarios cuál es el sustituto más perfecto al preciado líquido para beber?: una bebida azucarada que puede durar meses o años almacenada y no se altera”.

Planteado lo anterior, la razón principal por que muchos se oponen al impuesto a las bebidas azucaradas es porque este es un impuesto regresivo, de entrada, inconstitucional, profundamente inequitativo, que se cobra por igual a toda la población y por tanto golpea durísimo a la de menores ingresos, para quienes, según el DANE, los alimentos consumen el 32 % del presupuesto familiar.

Esto es gravísimo en un país donde, según cálculos de Cedetrabajo, en 2021 los impuestos indirectos aportaron el 54,2 % del recaudo nacional. Es decir, un país en que la población más pobre tiene ya una enorme carga tributaria.

De otra parte, las gaseosas ya pagan el IVA (el hermano mayor de los impuestos indirectos) del 19 % con lo que el gobierno recauda $600.000 millones.

De tal manera que, si esta reforma tributaria adiciona otro 5 %, los pobres (y los ricos) quedarían pagando un 24 % de impuesto en las aguas azucaradas. 24 % es un impuesto sumamente alto.

Mucho más, tratándose de un impuesto que está diseñado para que se perpetúe a través del tiempo pues el consumo va a continuar, así disminuya un poco por el aumento de precio en las bebidas.

Y va a continuar entre otras cosas porque como el ministro Ocampo ha explicado, la tarifa de las bebidas azucaradas va a depender del contenido de azúcar en gramos por cada 100 mililitros de la bebida.

La evidencia indica que los productores simplemente hacen ajustes, disminuyen los gramos de azúcar y reformulan el producto.

Por definición la salud pública es la salud de las poblaciones y no de los individuos. En esta perspectiva, la causa de la obesidad en un individuo no necesariamente coincide, ni es la misma que la causa de la prevalencia de obesidad en una población.

La obesidad en una población y más aún, las enfermedades asociadas con la obesidad como lo problemas cardiovasculares y la diabetes 2, tienen causas más complejas y para explicarla hay que tener en cuenta lo que la OMS denomina los determinantes sociales de la salud.

Esto se comprende fácilmente cuando se observa que, en una población, las enfermedades se encuentran distribuidas en gradientes, es decir, escalonadas según la clase social o el estrato socioeconómico.

Hay condiciones que permiten comprender por qué la población de menores ingresos consume más bebidas azucaradas Una de ellas, tal vez la principal, es el acceso a agua potable.

“De acuerdo con el Plan Nacional de Abastecimiento de Agua Potable y Saneamiento Básico (2020), en las zonas urbanas solo el 56 % de los municipios tienen acueducto y según datos del DNP, en 708 municipios del país la cobertura no alcanza el 75 % de la población.

Al menos 3,8 millones de colombianos tiene como única alternativa a no beber agua contaminada el consumir gaseosas.

Otra determinante social de la obesidad son los Tratados de Libre Comercio (TLC). Hay suficiente evidencia para afirmar que, una vez firmado el NAFTA en 1994, Estados Unidos prácticamente empezó a exportar obesidad a México.

Las taquerías se comenzaron a sustituir por McDonald's, Burger King y Subway. Para 2015, gracias al consumo de comidas chatarra y de bebidas azucaradas México obtuvo el campeonato mundial de la obesidad a México.

Para el año 2015, México era ya en América Latina, con un promedio anual de 214 kg, el mayor consumidor de productos ultra procesados y bebidas azucaradas y el país con más obesidad en el mundo.

Las muertes por diabetes pasaron de 46 mil en el año 2000, a 106.000 en 2018. Se calculan en alrededor de 10 millones las personas con diabetes actualmente en ese país.

El título de un libro de la profesora Alyshia Gálvez resume muy bien el impacto del tratado de comercio norteamericano: “Comiendo NAFTA: Comercio, Política de Alimentos y la Destrucción de México”.

Por la misma vía de este TLC, los canadienses hoy importan obesidad de Estados Unidos.

Al rebajar los aranceles a los edulcorantes y a commodities como el jarabe de maíz con alto contenido de fructosa, se disparó la producción de alimentos procesados y bebidas azucaradas que hoy hacen parte de la dieta del país del norte.

Finalmente, algo que aprendimos en salud pública con la epidemia de VIH SIDA cuando se impusieron los fármacos antirretrovirales, no solo para el tratamiento sino también para la prevención y se anunciaba que sería el control definitivo de la pandemia: no existe una bala de plata.

Los determinantes económicos, sociales, y culturales de la transmisión del VIH han favorecido la continuidad de la pandemia.

Agrega que la epidemia de obesidad y otras enfermedades no transmisibles no se va a controlar con un impuesto a las bebidas azucaradas.

Entre otras medidas, se necesita educación nutricional a la población que más la necesita. Y planes, programas y campañas de prevención masiva.

Las mismas que nunca se han implementado en Colombia, pues con la Ley 100 se nos impuso un sistema de salud basado en la atención biomédica de la enfermedad”.

Finalmente se trajo a colación el artículos de los profesores Paul Rodríguez Lesmes y Pamela Góngora Salazar quienes escribieron para el periódico El Espectador advirtiendo que no es cierto que no exista evidencia contundente sobre la eficacia y efectividad de la implementación de impuestos con altos contenidos en azúcar: Para cual analizan el caso de México: No es cierto que la medida vaya en contra de los intereses de los más pobres:

Los cálculos actuales sugieren que los más beneficiados serían justamente los hogares de menores ingresos. No es cierto que la medida acabe con las tiendas de barrio o genere desempleo:

Las tiendas de barrio suelen tener portafolios diversificados, lo que les permite adaptar los productos que venden según las dinámicas del mercado.

No es cierto que con solo educación se logren cambiar hábitos: los impuestos saludables existen justamente para ayudar a las personas a mantener decisiones en su propio beneficio, que por lo general son difíciles de sostener debido a fenómenos propios del comportamiento humano que hacen que nos ‘desviemos’ de manera sistemática del comportamiento racional.

No es cierto que el objetivo principal sea recaudar más impuestos: de hecho, usualmente los ingresos de estos impuestos van atados a un fin específico, lo que limitada la ganancia fiscal que pueda obtener el gobierno; puntualizaron los expertos.

Analizada esta problemática en 360 grados el profesor Laurens deja planteados los siguientes interrogantes en busca de un pensamiento complejo: La "Libre empresa" y salud. ¿Regular?, ¿No intervenir? Libertad individual frente a Salud pública (financiada vía impuestos -todos). ¿Limitar? Responsabilizar. "uso" de libertad individual igual a pago individual, consecuencias? ¿O usar vía impositiva? ¿Pedagogía? ¿Cultura de consumo responsable?.

De nuestra parte como siempre les pedimos que saquen ustedes sus propias conclusiones.

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