En días pasados, en el recinto de la asamblea de Risaralda, El profesor español Antonini de Jiménez Castillo participaba como moderador en un conversatorio sobre la historia de la comunidad indígena pijao. Todo transcurría con normalidad hasta que Jiménez Castillo, lanzó unas declaraciones que ponen la piel de gallina:
“Era imposible la reconciliación dialéctica entre dos civilizaciones: una que era civilización y la otra que no era civilización. ¿O sí? Una tiene que perecer, lógicamente tenía que perecer la primitiva. Como lo hicieron los cartaginenses de manos de los romanos, como lo hicieron los fenicios de mano de los cartaginenses, como lo hicieron igualmente lo iberos de mano de los fenicios. En Europa nadie tiene ningún problema con aceptar esto. Así tenían que hacer los indígenas de mano de occidente. Claro y bendito sea el señor que así ocurrió. Echen los peores cálculos que quieran y digan, bueno, este fue el oro que se fue para allá. ¿Eso cuánto vale?: X.
Ahora valoren el número de iglesias, 23 universidades, la instauración de los derechos humanos gracias a las leyes de Burgos. El mestizaje, lo que demuestra los bajos niveles de violencia que había en términos de integración. También las instituciones. Encomiendas, corregimientos, régimen de islas, latifundios y la moneda que no existía. Les hacía falta un nivel moral y de conciencia para saber cobrar cuánto valía cada cosa. Saquemos las cuentas. ¿Cuánto vale esto y cuánto vale el oro? para ver quién sale a deber. Si España no hubiera venido, acá no se hablaría español hoy. Acá no habría mestizos”.
Las palabras de Antonini han causado sorpresa y escozor. Varios diputados le salieron al paso a sus declaraciones. Dicen que la corporación no está relacionada con el conversatorio (mucho menos con lo dicho allí) y que su única participación fue haber prestado el recinto, lo que ocurre con frecuencia para cualquier colectivo que así lo solicite, y que los diputados no conocen de manera anticipada los contenidos ni los expositores de los mismos.
Lo preocupante es que un docente de origen español esté trabajando para una universidad colombiana y desde allí imponga una visión sesgada en las mentes de jóvenes ansiosos por graduarse a los que no les interesa controvertir su versión de lo que ocurrió hace 530 años en América. La historia de Colombia estará incompleta mientras no se escuche la voz de los oprimidos.