Mi padre, que en paz descanse, solía decir que en Colombia para destacarse tocaba ser "tristemente célebre." Es decir, que en este país se le daba protagonismo público solo a aquel que cometía actos incorrectos o que hacía declaraciones claramente inapropiadas. Para quienes ya hemos recorrido una gran parte de nuestras vidas, obvio que a muchos nos molesta este inadecuado protagonismo, pero ya tenemos el suficiente criterio para evaluar estas actuaciones, aceptarla so rechazarlas, por lo tanto, el problema es otro. La pregunta que amerita reflexión es cuál es el mensaje que les estamos dando a los jóvenes, a aquellos que empiezan su vida de trabajo, a quienes inician la construcción de su ruta de adulto. La razón de esta preocupación es que la juventud va a creer que este, para los más ambiciosos, sí es el camino seguro a la fama, o para la gran mayoría de ellos es la forma de destacarse en un mundo tan competitivo.
Para comprobar el fundamento de esta preocupación, no es sino observar que tipo de personajes son los que más aparecen en las noticias o cuales son las declaraciones que más se destacan en muchos medios. Debe señalarse que para ser justos algunos medios sí los mencionan o señalan a este tipo de personajes, pero para censurarlos; sin embargo, la gran mayoría simplemente les dan una publicidad que para muchos resulta no solo injustificada sino contraproducente. Además, no todo se queda en los individuos que a punta de desaciertos se vuelven personajes. Se agrega algo más: su lenguaje, descalificador o, pero aún y muy frecuentemente, grosero, insultante y hasta vulgar.
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Sonreímos frente a sus salidas de tono, a sus extravagantes expresiones, a su forma inadecuada de descalificar a quienes no son parte de su entorno
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Es este el clima necesario en un momento como el que estamos viviendo no solo en Colombia sino en el mundo, es la otra pregunta que debe plantearse. El hecho de disentir no justifica la salida de estas tristemente célebres figuras del panorama nacional como para llegar a llamar degenerado a una persona con la que no comulgan. Este uso inadecuado del lenguaje también ha contaminado a algunos columnistas que se toman el atrevimiento de usar en sus titulares palabras que hacen sonrojar al más liberal de pensamiento.
Este es el ambiente en que se está moviendo nuestra juventud que además sufre dos de los costos más altos de esta pandemia: el mayor desempleo y las limitaciones en su proceso educativo. Si a estos dos grandes dramas que no se les ha dado la trascendencia que tienen se les suma el mensaje equivocado de que toca ser "tristemente célebre", no debemos sorprendernos cuando nuestros hijos, nietos y biznietos, tomen el camino inadecuado. Por ello es vez de celebrar estos protagonismos y sonreírnos frente a sus salidas de tono, a sus extravagantes expresiones, a su forma inadecuada de descalificar a quienes no son parte de su entorno, busquemos la forma de demostrar que hay otra forma de obtener reconocimiento, que definitivamente, hay otro tipo de personajes que sí son modelos a seguir.
Con esta rápida reflexión solo se pretende que se evalúen las consecuencias de promover modelos de comportamiento que no quisiéramos tener en la familia ni en ninguno de los círculos que nos rodean. Modelos que generan un protagonismo que lejos de ensalzar produce rechazo entre la gente sensata pero también seguidores porque así se llega a la fama. Y este parecería ser un camino por el cual se empiezan a mover sectores del país. Los famosos "role models", deberían ser un ejemplo de buen comportamiento y no precisamente de actitudes despreciables. Pero muchas veces por omisión, terminamos contribuyendo a crear estos modelos de personajes "tristemente célebres," ignorando un peligro real: de pronto alguien de nuestro entorno familiar cae en esa tentación y que vergüenza.
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